Dicen que la cara es el espejo del alma. No puede decir más la de Luka Doncic sobre lo que siente el esloveno. Empezó decaído, superado por las circunstancias del que posiblemente sea su peor momento en la NBA por contexto, sin ningún tiro de campo anotado en el primer cuarto por octava vez en su carrera. Sacó su esencia y su orgullo de una manera admirable -40 puntos, 12 rebotes y 8 asistencias-. Pero en vano, acabándole por deprimir todavía más estos repentinamente revoltosos Charlotte Hornets por segundo partido seguido (110-104). Lo de Dallas empieza a adquirir tintes de tragedia.
Fuera del ‘play-in’ con sólo 7 jornadas por jugar, el dúo de la cabeza a los pies que debía resolver por arte de magia todos los problemas de Dallas empieza a desintegrarse por todas partes. El pie de Irving fue mucho más problema que la cabeza de Doncic, que por lo menos pudo volver a ser él pero no el ex de los Nets.
Es demasiado pelear por solucionar de la vida de los demás cuando tienes que luchar contra ti mismo, lidiando el base con una fascitis plantar en su pie derecho delatada en sus 18 puntos tras un 5/15 en tiros, envuelto encima en una nueva polémica al dirigirse a un aficionado de Charlotte que le estaba increpando para que acabaran expulsando a este fan.
Y, recordando el choque otro problema ‘congénito’ de Dallas, las técnicas de su líder, a Doncic su pasión desmedida le volvió a jugar una mala pasada justo en el peor momento: recibió la 16a técnica, por lo que se pierde el encuentro de mañana ante los Pacers.
Y detrás de todo esto, Michael Jordan. Nunca se deja ver en los partidos de su franquicia, pero los cantos de sirena sobre la intención de ‘The GOAT’ de vender sus ‘perdedores’ Charlotte Hornets -penúltimos en el Este-, ha parecido desencadenar una reacción inmediata a su tan devaluado como sonrojado equipo, en apariencia dolido por toda la narrativa negativa que les ha envuelto, también la medida de la franquicia de poner las entradas al ridículo precio de 1 dólar en una llamada desesperada a sus decepcionados fans.
En estos momentos, los Hornets es la más fiel definición de ‘morir matando’. Su repentino arrebato de orgullo les convertirá en una especie de ‘equipo odioso’ entre la parroquia de Dallas, pero los jugadores son tan soberanos como el público. Y para añadir otro agravante más, Charlotte ya no tiene a LaMelo Ball, fuera lo que resta de temporada por lesión. Y los Mavericks los tenían a todos disponibles por primera vez.
Porque a veces el relato tiene estos irónicos vínculos con el pasado, fue Dennis Smith Jr. -el amigo de Doncic por el que Rick Carlisle movió cielo y tierra para sacarle de Dallas en 2019-, el que emergió al final para liquidar a falta de un minuto (106-105) el intento de remontada de unos Mavericks que llegaron a ponerse por delante en el último cuarto tras llegar a perder casi de 20 en el segundo parcial, acabando el base con 14 puntos.
Y fue Gordon Hayward, el acompañante de Kyrie Irving en su sonora presentación con los Celtics en 2017, el mejor del equipo de Steve Clifford -22 puntos-, con P.J. Washington tras él con 21. Ese sueño verde que Hayward no pudo cumplir por una lesión, al que renunció Irving firmando con los Nets en 2019 pese a sus reiteradas promesas de lealtad a Boston. El ahora jugador de los Hornets reconoció en más de una ocasión que esa lesión no le permitió ser lo que podría haber sido, pero su calidad sigue ahí. También su entusiasmo. El que empieza a perder un Luka Doncic desolado.