Mejor, imposible. Aunque habrá quien diga, con toda la razón, que lo más beneficioso para los intereses del Espanyol era un empate entre Leganés y Valladolid y no el triunfo pucelano. Por aquello de mantener en la pelea por evitar el descenso al mayor número de equipos posible. Pero en cualquier caso resulta innegable que los resultados de la jornada 28, la de la reanudación de LaLiga, los hubiese firmado hasta el más ambicioso de los pericos. Ganó el Espanyol cómodamente al Alavés y perdieron los cuatro equipos que tenía inmediatamente por encima en la tabla desde su posición de colista: el mencionado Leganés, el Mallorca, el Celta y el Eibar. Con esto, el conjunto dirigido por Abelardo visitará mañana Getafe sabiendo que podría abandonar por fin el farolillo rojo. Y aunque lo que en realidad le importa es no estar en puestos de descenso al término de la jornada 38, sin duda que sería satisfactorio. Esto es una carrera de fondo, sí, pero el Espanyol viajará al Coliseum Alfonso Pérez con las ilusiones renovadas.
A buen seguro que teniendo en cuenta todo lo que se ha perdido mucho más allá de las fronteras del fútbol, ningún perico hubiese deseado este parón por el maldito coronvirus. Pero en términos estrictamente deportivos resulta evidente que al Espanyol le ha venido bien esta pausa. Justo antes de que la pandemia agitase el mundo y obligase a paralizar toda su actividad, el cuadro blanquiazul tocó fondo en Pamplona. El 8 de marzo cayó ante Osasuna (1-0) en El Sadar ofreciendo una pobre imagen. Sin alma y mostrando síntomas de que el ‘efecto Abelardo’ se había desvanecido por completo. Quedaban entonces 11 jornadas por disputarse, y el técnico asturiano decidió llevarse al equipo de ‘stage’ a Navata. Una especie de última bala, por aquello de luchar hasta el final aunque consciente de que el futuro se estaba poniendo más que negro. Y ahora, ‘solo’ tres puntos después, se empiezan a vislumbrar rayos de luz esperanzadores. ¡Qué cosas tiene el fútbol! ¡Qué montaña rusa de emociones!
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