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El Espanyol, castigado por una de las leyes no escritas del fútbol


El que perdona lo acaba pagando. Así lo dicta una de esas leyes no escritas del fútbol y así lo sufrió el Espanyol este jueves en Balaídos. El conjunto blanquiazul (esta vez vestido de verde aunque en proceso de maduración) se vio regresando a casa con los tres puntos, pero en el embarque de los mismos dos se le escaparon. La historia pudo tener distinto final si Pipa hubiese logrado el 0-2 en el 90’ en un contragolpe muy favorable para los de Gallego, pero no lo hizo y el fútbol, vestido de Santi Mina, les castigó con la llegada en el empate en el 95’.



Cronología de lo sucedido a parte, lo cierto es que lo vivido en Balaídos debe dejar en el Espanyol un sabor más dulce que amargo. Porque aunque duela la forma en la que se escapó el triunfo lo cierto es que el equipo protagonizó una actuación seria que debe ser asimilada como un paso en el camino hacia ser el Espanyol que David Gallego quiere construir.

El conjunto blanquiazul escenifica una mejoría independientemente del chasco final

El cuadro perico llegaba a este encuentro en una situación muy delicada. Tras la derrota sufrida frente a la Real se hizo inevitable el cónclave perico de dos horas de charla entre plantilla y cuerpo técnico el pasado lunes. Y lo cierto es que, si Santi Mina no acierta con su postrero remate, probablemente se estaría hablando ahora de que la unión ha hecho la fuerza y de que el Espanyol por fin se ha encontrado a sí mismo.

El progreso existe, pero los resultados dictan sentencia. Siempre. Y no cabe duda de que ante el Valladolid el próximo domingo el Espanyol tiene que ganar sí o sí. Imponiéndose a todas las leyes del fútbol habidas y por haber.


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