Jared Kushner, un promotor inmobiliario de 38 años, recibió el encargo de solventar un conflicto en el que han encallado todos los presidentes de Estados Unidos desde hace siete décadas. Cuando llegó en 2017 a la Administración estadounidense de la mano de Donald Trump, su suegro y mentor político, se comprometió a hacer realidad el “acuerdo del siglo” para Oriente Próximo prometido por el mandatario republicano.
El espejismo del plan económico de paz que acabó de presentar el miércoles en un foro celebrado en Baréin —sede de la V Flota norteamericana frente a las costas de Irán— se ha desvanecido, en medio del boicot palestino y la ausencia oficial israelí, pese a la lluvia de 50.000 millones de dólares en inversiones prevista en la región. En un postrero ejercicio de amateurismo diplomático, Kushner responsabilizó a la Autoridad Palestina de no “haber querido ayudar a mejorar la vida de su pueblo”, aunque dejó a sus dirigentes “la puerta abierta” para sumarse al programa de inversiones.
La Organización para la Liberación de Palestina (OLP) ya había contestado a su oferta pocas horas antes desde Cisjordania, territorio que fue ocupado por Israel hace 52 años. “El plan [de Trump] solo sirve para impedir una solución política (…) al ofrecer una ilusión de prosperidad a cambio de aceptar una perpetua cautividad”, rezaba un comunicado de la ejecutiva de la OLP.
El seminario económico celebrado en Manama, capital del reino insular del Golfo, no ha arrojado conclusiones más allá de la ausencia de las partes implicadas y del limitado nivel de las delegaciones. Por ejemplo, el consejero delegado del fondo Blackstone, Stephen Shwarzman, intervino en el foro para animar a los inversores internacionales a participar en el plan de infraestructuras, que incluye la construcción de un corredor de transporte entre la franja de Gaza y Cisjordania a través de territorio israelí. Más tarde, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, se mostró dispuesto a construir campos de fútbol en los territorios palestinos. “Mientras los niños juegan un partido, no solo se lo pasan bien, sino que además no se dedican a hacer otras cosas”, destacó el responsable de la federación internacional.
Estas propuestas fueron planteadas ante hombres de negocios israelíes, árabes y occidentales, ministros de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos, y funcionarios de Egipto y Jordania. La intervención con más sustancia, según el relato de la agencia Reuters, pareció ser la de la directora del Fondo Monetario Internacional, Christine Lagarde, quien advirtió de que “la mejora de la economía y la llegada de inversiones dependen en última instancia de que se alcance un acuerdo de paz”.
Lagarde precisó que son necesarias reformas estructurales en la Autoridad Palestina y el levantamiento de las restricciones a los movimientos de personas, bienes y capital impuestos por Israel para que los donantes internacionales se decidan a apoyar el plan económico. “La paz, la estabilidad política y el restablecimiento de la confianza entre las partes son requisitos previos esenciales”, remachó la directora del FMI, organismo que prevé que la tasa de paro alcance este año el 30% en Cisjordania y el 50% en Gaza.
En la lista de oradores resaltó la presencia de un solo palestino: el empresario de Hebrón Ashraf Yabari, que participa en negocios con colonos de los asentamientos de Cisjordania. Formaba parte, según el diario israelí Yedioth Ahronoth, de un grupo de palestinos que se reunió en Baréin con el exgeneral Yoav Mordejái, antiguo coordinador del Gobierno hebreo en los territorios ocupados.
El sultanato de Omán, que mantiene relaciones extraoficiales con Israel, decidió mantenerse al margen del cónclave de Baréin, pero envió un mensaje en favor de una solución política al conflicto palestino al anunciar que se convertirá en el primer país del Golfo en abrir una embajada en Ramala, sede administrativa de la Autoridad Palestina en las proximidades de Jerusalén.
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