La pandemia deja en España un panorama desolador. No solo por el golpe del confinamiento de primavera -que en el segundo trimestre provocó el mayor desplome de la actividad en la Unión Europea- ni por encabezar la segunda oleada de infecciones tras el verano. El desastre económico en 2020 será peor en España que en cualquier país de nuestro entorno.
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El Fondo Monetario Internacional (FMI) pronostica para este año una caída en la actividad del 12,8%, la mayor de todas las economías avanzadas. Las previsiones publicadas este martes dejan además a España fuera de la mejoría de más de dos puntos que el organismo con sede en Washington prevé para los países más desarrollados respecto a su análisis de junio.
No hay precedentes de algo parecido en la historia moderna. Un desplome del PIB del 12,8% empequeñece cualquier crisis pasada. Y la comparación con el resto del mundo tampoco ayuda. España queda lejos del 8,3% que caerá la zona euro y lejísimos del 4,3% de Estados Unidos. La tarea de buscar peores alumnos es ardua. Entre las economías intermedias, solo Perú, con un descenso del 13,9%, Líbano y Venezuela, un 25%, y la excolonia portuguesa ahora integrada en China de Macao, que verá evaporarse más de la mitad de su PIB, empeoran las cifras españolas. En todo el mundo, España ocupa el puesto número 17 de mayores descensos del PIB. Entre sus compañeros en la parte baja del listado hay economías tan destruidas como la de Libia o diminutas como Fiji, Maldivas o Aruba, todas ellas extremadamente dependientes del turismo, un sector que ha sufrido un tsunami de una magnitud imposible de imaginar hace tan solo un año.
El mercado laboral tampoco ofrece una imagen favorecedora. La tasa de desempleo en España quedará este año y el próximo en el 16,8%, casi dos puntos por encima de los datos que arrojó la Encuesta de Población de Activa en el segundo trimestre. Son porcentajes también sin parangón en las economías desarrolladas o emergentes, exceptuando el casi 20% que Grecia alcanzará este año.
Los datos del FMI no suponen una sorpresa por su magnitud. No quedan muy lejos del pronóstico del -11,2% que el Gobierno presentó la semana pasada. El Banco de España anunció en septiembre que baraja una horquilla de caídas entre el 10,5% y el 12,6%, aunque el empeoramiento de las últimas semanas apunta al rango más bajo, y que la cosa incluso podría ir a peor. Pero los datos del Fondo sí sirven para establecer una comparativa entre España y el resto del mundo.
En sus últimas intervenciones, tanto el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, como el presidente de la Autoridad Bancaria Europea, José Manuel Campa, han alertado del riesgo de que lo que comenzó como una crisis sanitaria y es ya una crisis económica, solo comparable con la Gran Depresión de hace un siglo, se contagie ahora al sector financiero, poniendo contra las cuerdas a unos cuantos bancos.
“Esta crisis debe ser vista como una depresión económica; la duda es cuánto durará”, avisaba el lunes en este periódico el presidente del Banco Mundial, David Malpass. “Esta calamidad está muy lejos de haber acabado. Todos los países afrontan lo que llamaría la Larga Ascensión, una escalada difícil que será larga, desigual e incierta. Y propensa a los reveses”, dijo la semana pasada la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva.
La culpa de este ennegrecimiento de una situación ya de por sí muy oscura son de los nuevos brotes del virus que obligan a cerrar una vez más la economía. Y el maná de las ayudas europeas al que el Gobierno ha fiado la recuperación están encontrando dificultades en Bruselas para salir adelante. La idea de que el fondo de recuperación impulsado por las capitales europeas no esté listo para ser desembolsado en 2021 supondría un nuevo jarro de agua fría al tan ansiado repunte de la actividad.
Con la vista puesta en el próximo año, el organismo que encabeza Georgieva sí concede una cierta ventaja a España respecto a sus vecinos. Es cierto que el agujero que hay que recuperar en España es más grande que en otros países, pero le atribuye una subida del PIB en 2021 del 7,2% -nueve décimas más de lo que preveía en junio- frente a una subida en la zona euro del 5,2%. Este es un relativo consuelo respecto al desastre de 2020. El Gobierno español espera que el efecto de los fondos europeos logre impulsar la actividad hasta un 9,8%.
Este martes, la economista jefa del FMI, Gita Gopinath, ha podido anunciar al mundo noticias no tan malas como las que dio en junio. La recesión va a ser muy seria, sí, pero el 4,4% de contracción de la economía global es ocho décimas inferior a la previsión anterior. Esa mejoría se basa sobre todo en unos datos mejor de lo esperado en las economías desarrolladas a lo largo del segundo trimestre del año. “La actividad repuntó en mayo y junio, a medida que las economías se volvían a abrir. El fortalecimiento a partir de abril fue más evidente gracias al mayor gasto de los consumidores, aunque las empresas han seguido manteniendo una actitud cauta”, asegura el Fondo en su recién publicado Perspectivas Económicas Mundiales.
Por desgracia, esta relativa mejora no se dejará sentir en España. Allí, el desplome de este último cuarto trimestre frente al mismo periodo del año anterior ascenderá al 10,8%, de nuevo un récord negativo entre los países comparables.
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