El fútbol modesto cierra hasta la cantina

Un entrenamiento del Fisterra, equipo de la Tercera División gallega.
Un entrenamiento del Fisterra, equipo de la Tercera División gallega.OSCAR CORRAL / EL PAÍS

El crisol de la Tercera División del fútbol español integra a 397 equipos y ocupa a casi 10.000 futbolistas, censo de involucrados que se duplica si consideramos a técnicos, auxiliares y directivos que se manejan en el día a día de una categoría que los federativos consideran clave para exponer el modelo futbolístico que debe convivir con la pandemia. Y ahí camina la Tercera, a caballo entre aplazamientos, pruebas diagnósticas, ayudas, quejas, esfuerzos y sacrificios, atípica en tiempos atípicos. “Sería imposible competir sin las subvenciones federativas o de la Asociación de Futbolistas Españoles. Gracias a ellas sufragamos el coste de los test de los jugadores”, asume Manuel Canosa, secretario del Fisterra, un modesto de la Tercera gallega. Porque al confín que los romanos identificaron como el fin del mundo también llegan los efectos del virus. El Fisterra ha sufrido hasta cinco aplazamientos de sus partidos. Ahora juega a ritmo de competiciones europeas. Y esa es otra historia porque desplazarse y jugar en día laborable se complica cuando el fútbol no es el principal sustento para vivir.

Más que vivir de lo que se trata ahora es de sobrevivir. Los equipos, mal que bien, saltan al campo. Y fuera de él hacen más filigranas que sus regateadores. “Empezamos a entrenar el 26 de agosto y distribuimos a los jugadores en cuatro vestuarios para que se cambien, siempre con mascarilla”, explica José Luis Lemos, entrenador del Bergantiños, otro clásico del fútbol gallego que además maneja un presupuesto para optar al ascenso a la nueva 2ª RFEF. Pero ni con todas las precauciones evitaron los contagios. Y con ellos no sólo los aplazamientos sino los confinamientos. “48 horas antes de cada partido hacemos las pruebas. En 20 minutos tenemos los resultados y si salta un positivo nos vamos todos para casa”, detalla. El contagiado y sus contactos directos deben confinarse en sus domicilios; el resto de la plantilla sufre el llamado “confinamiento deportivo”. No pueden entrenar juntos durante siete días, hasta superar una nueva prueba de antígenos. “Es complicado alcanzar una continuidad en el trabajo”, lamenta Lemos.

El confinamiento deportivo plantea retos como el diseño de entrenamientos personalizados y aviva picarescas y sospechas porque dependiendo de cuando se comuniquen los positivos se aplaza una o dos jornadas. ”Se puede aprovechar para recuperar lesionados o situaciones tras parones. Que con un positivo tenga que parar todo el equipo no es muy razonable”, resuelve el técnico del Bergantiños, que se sorprende de cómo en otros grupos de Tercera el número de aplazamientos no se ha disparado aun más. En grupos como el valenciano se han llegado a suspender jornadas enteras.

Las nuevas rutinas no afectan sólo a lo futbolístico. La caja de los equipos se resiente. “Las ayudas para las pruebas diagnósticas de los jugadores son esenciales, pero las del resto de integrantes del club corren por nuestra cuenta y suponen un coste de unos 400 euros al mes”, matiza Canosa. En Fisterra, celebraron el pasado verano el ascenso y contrataron a un galáctico para el banquillo, Jaime Sánchez, que como futbolista fue campeón de Europa con el Real Madrid y de Liga con el Deportivo. Pero no pueden aprovechar la efervescencia generada. ”No hay taquilla, no hay ingresos por la cantina, que con ellos ya salvabas el gasto en autobús, y no están las cosas como para ir a bares o restaurantes a pedir que colaboren”.

En Fisterra la gente vive del turismo y la hostelería. Y del mar, que al final tiene que ver con esos actores. “La mayor empresa del pueblo es la lonja. Aquí no tenemos grandes industrias o compañías que pongan dinero”, explica Canosa. El Fisterra se maneja esta temporada con unos 70.000 euros que llegan de diversas instituciones. Todo vale y se valora, incluso los 1.500 euros que provienen de la Televisión de Galicia.

Tras casi un mes sin competir, el Fisterra afronta ahora un maratón. Si hay tres partidos por semana, sólo se hace un test cada siete días. En el club, tras cada retorno de confinamiento han optado por hacer uno de control. Los jugadores se someten a la prueba y luego aguardan a que les den el visto bueno para empezar a adiestrarse. Hace unos días, en esa espera, el entrenador comunicó a sus futbolistas que la directiva había decidido despedirle. Hay cosas que ni la pandemia cambian.


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