Activistas de la ONG Oxfam protestan disfrazados de los líderes del G-7 durante la manifestación en Múnich este sábado.Matthias Schrader (AP)
Es poco probable que el castillo de Elmau vuelva a mostrar las idílicas imágenes de dos líderes mundiales -entonces Angela Merkel y Barack Obama- charlando despreocupados entre jarras de cerveza y salchichas blancas en un ambiente pastoril. Muchas cosas han cambiado desde aquel 2015 en el que la canciller alemana recibió al estadounidense y a los otros miembros del G-7 en los Alpes bávaros. Para empezar, una guerra en Europa. Ya entonces se había caído del grupo la Rusia de Vladímir Putin, al que se empezaba a aislar a nivel internacional tras la anexión de Crimea. Ahora, a punto de entrar en el quinto mes de la invasión rusa de Ucrania, los líderes de las siete mayores economías de las democracias industrializadas se disponen a mostrar, a Putin y al resto del mundo, unidad y coordinación en la ayuda a Kiev.
La guerra en Ucrania dominará las discusiones. Los jefes del G-7 (Estados Unidos, Alemania, Japón, Reino Unido, Francia, Italia y Canadá) más la Unión Europea debatirán si las sanciones están funcionando y qué más pueden hacer para aumentar la presión sobre Rusia. Tras una exitosa fase inicial en la que, a través de una consistente acción coordinada, las democracias occidentales lograron aplicar una fuerte presión económica sobre Rusia y respaldar una positiva reacción militar de Ucrania, ahora el panorama se antoja más complejo.
Rusia parece haber encajado el golpe económico y sigue obteniendo grandes ingresos de la venta de combustibles fósiles gracias a los altos precios y al afianzamiento de las ventas a China y la India. Sobre el terreno de combate, el Kremlin se ha reorganizado, y tras las debacles iniciales ahora avanza de forma lenta pero constante en el Este de Ucrania. Mientras, las repercusiones del conflicto están sacudiendo con fuerza otros países, con graves problemas en el sector energético, una generalizada subida de precios y escasez de alimentos.
Precisamente estas crisis globales desencadenadas por el conflicto bélico figuran muy arriba en la agenda de Elmau. La energética está provocando precios nunca vistos que agitan el fantasma de la crisis petrolífera de los años setenta. Europa podría estar al borde del temido racionamiento energético después de que Putin haya recortado los suministros de gas a países todavía muy dependientes, como Alemania, la anfitriona de la cita, o Italia.
Como preludio de este G-7, Berlín celebró el viernes una conferencia internacional sobre la crisis alimentaria mundial. Representantes de 50 países pidieron a Moscú que abra los puertos y permita la exportación de los cereales retenidos por Rusia en Ucrania. El conflicto ha provocado una escalada de los precios de los alimentos que amenaza con sumar decenas de millones de personas a las filas de los hambrientos. Se calcula que hay más de 25 millones de toneladas de cereales disponibles en Ucrania, uno de los graneros del mundo, pero que no se pueden exportar por el bloqueo ruso del Mar Negro. Los líderes del G-7 discutirán posibles salidas a esos cereales y maneras de paliar la crisis del hambre.
Comité de bienvenida, ataviado con trajes típicos de Baviera, de los líderes del G-7 en el aeropuerto de Múnich el sábado. RONALD WITTEK (EFE)
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El efecto de la guerra en la economía mundial es otra de las preocupaciones en Elmau. “La brutal guerra de Rusia contra Ucrania también tiene repercusiones para nosotros”, introducía este sábado el canciller alemán, Olaf Scholz, el videomensaje con el que ha empezado a comunicarse más informalmente en redes sociales. “Muchas de las cosas que compramos se han vuelto más caras. Los alimentos, pero sobre todo los precios de la energía. Lo notamos en la gasolinera, cuando tenemos que pagar la factura de calefacción. […] todo es mucho más caro que hace un año”. La inflación que se ceba con los países del G-7 (salvo Japón) es un desafío que Scholz quiere tratar con sus socios internacionales. “Solo podremos hacer frente a esto juntos”, dice en el vídeo.
El castillo de Elmau, un exclusivo hotel de cinco estrellas blindado desde hace días por las fuerzas de seguridad, acogerá también a los líderes de cinco países invitados por Alemania, que ejerce la presidencia de turno del G-7 este 2022. Scholz quiere atraer a India, Indonesia, Senegal, Sudáfrica y Argentina a su proyecto de “club del clima”, una iniciativa destinada a combatir la crisis climática a la que espera que se adhieran voluntariamente naciones de todo el mundo. El club del clima era la principal prioridad del canciller cuando empezó la presidencia alemana del G-7. Berlín no quiere que la guerra deje en segundo plano el mayor desafío al que se enfrenta la humanidad, subrayaron fuentes gubernamentales esta semana en Berlín. Los miembros del club se comprometerán a avanzar en la descarbonización de sus economías.
Protestas contra el G-7 este sábado en Múnich. Matthias Schrader (AP)
Ante la imposibilidad de acercarse a muchos kilómetros del castillo, las protestas contra el G-7 se concentraron este sábado en la capital bávara, Múnich. Miles de manifestantes -4.000 según la Policía; 6.000 según los organizadores- marcharon por la ciudad para exigir a los líderes mundiales más acción contra la emergencia climática. Las organizaciones ecologistas convocantes contaban con mayor presencia en la calle; habían calculado que unas 20.000 se sumarían al lema de la protesta: “Crisis climática, extinción de las especies, desigualdades: ¡la equidad es otra cosa!”.
La Policía alemana ha desplegado a miles de agentes tanto en Múnich como en los alrededores del castillo de Elmau, a algo más de un centenar de kilómetros de la capital bávara, una región turística en la frontera con Austria. Las autoridades alemanas quieren evitar por todos los medios que suceda algo lejanamente parecido a los disturbios del G-20 en Hamburgo en 2017. Las protestas desembocaron entonces en vandalismo y episodios de violencia por toda la ciudad y obligaron al alcalde a disculparse por no haber podido garantizar la seguridad. Aquel edil es el hoy canciller alemán, Olaf Scholz.
La seguridad es tan estricta que el grueso de las delegaciones y de los periodistas acreditados seguirán buena parte de la cita desde la localidad de Garmisch-Partenkirchen, situada a 17 kilómetros. El acceso al castillo, que acoge varios restaurantes de lujo, está prohibido para los vehículos particulares. La mayoría de jefes de Estado y de Gobierno llegarán a Elmau a lo largo de la mañana del domingo. La primera jornada empezará a mediodía con las fotos de familia y las primeras reuniones. La bilateral entre el presidente estadounidense, Joe Biden, y Olaf Scholz, se producirá el domingo. Está previsto que el presidente ucranio, Volodímir Zelenski, intervenga de forma virtual el lunes.
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