La inquietante evolución de la guerra en Ucrania y sus brutales repercusiones en el mundo están promoviendo una reconsideración de la estrategia de las grandes potencias occidentales en ese conflicto. La segunda jornada de la cumbre del G-7, celebrada este año en Elmau (Alemania), ha evidenciado dos importantes vías de ajuste que van cobrando impulso. Por un lado, señales de consenso alrededor de la idea de cambiar el modo para golpear las exportaciones de combustibles fósiles rusos —con un tope de precios más que con veto de compra—; por el otro, la decisión de entregar a Kiev armamento de cada vez mayor alcance, con el anuncio de Estados Unidos de que suministrará avanzados sistemas de defensa aérea de medio-largo alcance.
Tras la exitosa defensa ucrania de las primeras semanas, Rusia ahora gana constantemente terreno en el este. Mientras, Occidente comprueba cómo la guerra y las sanciones disparan los precios de la energía, lo que a la vez golpea a los consumidores y ayuda a Moscú a sobreponerse con grandes ingresos a los daños infligidos por la reducción de las compras.
Los siete se reunieron por videoconferencia con el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Fuentes de las delegaciones occidentales apuntaron que Zelenski pidió ayuda para acabar el conflicto bélico antes de que termine el año, especialmente concernido por el enquistamiento de una guerra de desgaste que se prolongue a lo largo del invierno. El mandatario ucranio pidió sistemas avanzados de defensa antiaérea, que son los que Washington tiene previsto suministrar, según confirmó el asesor de seguridad de la Casa Blanca, Jake Sullivan, sin precisar el modelo.
Es este un nuevo e importante paso en la dirección de dar armamento más potente a Ucrania, adelantado a principios de junio por el presidente estadounidense, Joe Biden, después de meses de contención y entregas copiosas, pero de limitado alcance ―sustancialmente cohetes antitanque o antiaéreos de rango corto―. Alemania también ha anunciado hace semanas el envío de sistemas de defensa antiaérea, los IRIS-T, en su caso de medio alcance.
Tope al precio del petróleo ruso
En materia de sanciones energéticas, la constatación de la escasa eficacia de los vetos al crudo ruso puestos en marcha hasta ahora es, probablemente, el elemento más central de la cumbre. Los siete coinciden en la idea de intentar diseñar un mecanismo que ponga un tope a los precios. En los primeros 100 días desde la invasión, Rusia ha cobrado 93.000 millones de euros por ventas energéticas, según datos del instituto CREA. En el mes de mayo, solo las exportaciones de crudo sumaron unos 19.000 millones, unos 1.600 millones más que en el anterior. Mientras, los precios de la energía disparan la inflación en gran parte del mundo.
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Pero la cuestión es muy compleja, y las características y el perímetro de aplicación del mecanismo siguen siendo objeto de debate. Dada la complejidad, es una tarea que necesitará tiempo, pero fuentes de distintas delegaciones manifiestan la voluntad de seguir ese camino.
La idea base es un tope para el crudo ruso, intentando generalizar su aplicación bien por adhesión voluntaria de otros países o por presión, obligando a quienes quieran recurrir a servicios financieros, de transporte o de aseguradoras occidentales a respetar el límite máximo de precio. Pero la delegación francesa empuja para estudiar un límite global, que no solo afecte a Rusia. París también quiso hacer un llamamiento a recuperar para el mercado petrolero a Venezuela e Irán, ahora limitados por las sanciones. El Gobierno italiano, por su parte, presiona para crear un mecanismo similar en el mercado del gas.
Los líderes del G-7 quisieron dejar clara su determinación en el apoyo a Ucrania con un comunicado que plasmó la voluntad de sostener a Kiev “durante el tiempo que sea necesario” y de incrementar la presión sobre Rusia reduciendo sus ingresos por varias vías —por ejemplo, procedentes de la venta de oro―, y con nuevas restricciones que golpeen sectores industriales estratégicos.
Significativamente, el comunicado precisa que corresponde a Ucrania decidir acerca de unas negociaciones de paz, cuando en Occidente —a la vista del malestar económico provocado por la guerra— crecen las voces que piden una salida negociada. Fuentes francesas sostienen que Zelenski transmitió a los líderes del G-7 que todavía no es momento para eso. El G-7 también señala su compromiso para un gran plan de reconstrucción diseñado e implementado por Ucrania.
Entre las ideas sobre la mesa también figura la intención de elevar aranceles sobre productos rusos para después usar esas tasas en apoyo a Ucrania, y de profundizar en sanciones que afecten la capacidad productiva rusa en sectores estratégicos.
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Precisamente, Irán es otro de los asuntos que sobrevuelan la cumbre, tras la reciente visita del alto representante de Exteriores de la UE, Josep Borrell, a Teherán, que pareció reabrir la perspectiva del diálogo en torno al pacto nuclear.
Por la tarde, los dirigentes del G-7 se reunieron con representantes de varios países externos al grupo, entre ellos India, Indonesia y Argentina, en un símbolo de un tablero mundial agitado en el que las grandes potencias tratan de afianzar relaciones con otros actores. Al terminar emitieron un comunicado conjunto en materia de clima que no adelanta compromisos concretos —se limita a hablar de una neutralidad climática “limpia y justa”— y que evidencia la dificultad de cerrar acuerdos. El canciller alemán, Olaf Scholz, que busca crear un “club del clima” con países de todo el mundo, calificó el diálogo de “muy constructivo”.
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