Hubo abrazos, lágrimas tanto de alegría como de alivio y, en definitiva, reinó la locura en el Luigi Ferraris este viernes al término del Genoa-Juventus. El cuadro local, inmerso en la lucha por eludir el descenso, recibía a los de Allegri, ya clasificados para la próxima Champions y sin nada más por lo que luchar más allá de la honra; y tuvo que ser un gol en el 96′ el que consumó la remontada del Genoa (2-1).
Desde el pitido inicial la Juventus evidenció cierta falta de tensión competitiva, pero lo cierto es que al Genoa le costó saber aprovecharse de la misma. De hecho, y tras una primera parte insulsa y sin goles el primero en golpear fue el cuadro ‘bianconero’. Concretamente, lo hizo Paulo Dybala, el mejor de los visitantes, al mandar a la red un disparo con su pierna derecha y desde la frontal en el 48′.
Poco después el propio Dybala mandó un remate a la madera que bien podría haber significado la sentencia del Genoa tanto en cuanto a este partido como en su futuro en la Serie A. Pero en el 80′, y cuando parecía que los tres puntos viajarían a Turín, Dybala fue sustituido y a partir de ahí la historia cambió.
En el 87′, y con la angustia haciendo acto de presencia en las gradas del Luigi Ferraris, Albert Gudmundsson aprovechó un pase entre líneas de Amiri para superar a Szczesny y lograr el empate. En dicha jugada quedó retratado De Sciglio, y el propio defensor de la Juventus cometió ya en el añadido un penalti que se encargó de materializar en gol Criscito para certificar el triunfo del Genoa. ¡Qué cosas tiene el fútbol! Él mismo fue quien hace apenas una semana marró un lanzamiento de pena máxima en el derbi ante la Sampdoria que podría haber significado un empate.
Cabe destacar, no obstante, que el punto logrado puede resultar insuficiente para el Genoa, que depende de que la Salernitana y el Cagliari pinchen para seguir confiando en su salvación. La Juventus, por su parte, ya tiene los deberes hechos.