El Gobierno de Boris Johnson estalla por el goteo de escándalos que acorralan al primer ministro

El Gobierno de Boris Johnson estalla por el goteo de escándalos que acorralan al primer ministro

Primero fue el grupo parlamentario conservador, con una moción de censura interna que dejó seriamente debilitado a Boris Johnson. Ahora han sido dos de sus ministros más poderosos y relevantes políticamente. El ministro de Economía, Rishi Sunak, y el de Sanidad, Sajid Javid, han presentado este martes de modo simultáneo su dimisión en protesta por la deriva ética del Gobierno. “La ciudadanía confía con razón en que el Gobierno se conduzca de un modo apropiado, competente y serio”, ha reprochado Sunak a Johnson en su carta de dimisión. “El tono que uno marca como líder, y los principios que representa, se refleja en sus colegas, en el partido y, finalmente, en el país”, ha apuntado Javid en su misiva. “Tristemente, en las circunstancias actuales, la ciudadanía ha llegado a la conclusión de que el Partido Conservador ya no es competente ni defiende el interés nacional (…) Me entristece decir que la situación no cambiará bajo tu liderazgo, y en conclusión, has perdido mi confianza”, ha dicho a Johnson el ministro. No son dos ministros cualquiera. El de Economía, históricamente, es el hombre más relevante en Downing Street después del primer ministro. Y Javid ocupó ese puesto antes que Sunak, para dimitir en febrero de 2020, cuando Johnson quiso controlar desde fuera su ministerio. El político, financiero de éxito y de orígenes humildes (musulmán, de familia paquistaní) es una voz cada vez más escuchada en el Partido Conservador. La expectativa general es la de nuevas dimisiones de miembros del Ejecutivo en las próximas horas.

La rebelión interna del Gobierno puede marcar el principio del fin de Boris Johnson. Después de las duras críticas surgidas entre las filas parlamentarias, la única señal de que Downing Street hubiera perdido el control de la situación sería una cascada de renuncias entre los ministros, y finalmente han sido dos de los aspirantes a suceder a Johnson en el futuro los que se han lanzado.

El primer ministro británico había intentado previamente, en un movimiento desesperado, superar el último escándalo que lo ha puesto contra las cuerdas. Johnson ha pedido perdón a primera hora de este martes por haber nombrado número dos del grupo parlamentario a Chris Fincher, un diputado que en varias ocasiones en el pasado había sido acusado de acoso sexual a jóvenes asesores. “No debe haber lugar ni en este Gobierno ni en el partido para depredadores sexuales o personas que abusan de su poder”, ha dicho Johnson.

El jueves, Pincher presentó su dimisión como número dos del grupo parlamentario conservador (deputy whip, o segundo “látigo”, como se conoce a los encargados de dirigir votaciones en nombre del Gobierno) después de que dos hombres lo acusaran de haber intentado meterles mano, en un estado de embriaguez que obligó a sus compañeros a enviarlo a su casa en taxi. Ocurrió en el exclusivo Club Carlton, en St. James Street, uno de esos clubes londinenses para caballeros tan del gusto de los diputados tories. De hecho, fue sede central durante años del Partido Conservador. “Querido primer ministro. La pasada noche bebí de un modo excesivo. Me avergoncé a mí mismo y a otras personas, y eso es lo último que deseo hacer. Le pido disculpas a usted y a todos los implicados”, explicaba Pincher en la carta que envió a Johnson. Anunciaba su dimisión como número dos del grupo parlamentario. Downing Street dio por zanjado el incidente. El diputado iba a mantener su acta y no sería expulsado del partido. Hasta aquí, otro pequeño escándalo de alcohol excesivo y deseo sexual poco controlado.

El problema llegó cuando los portavoces de Johnson insistieron en afirmar que el primer ministro no era consciente de las varias acusaciones vertidas contra Pincher por su continuo acoso sexual a jóvenes asesores y colegas, cuando en febrero decidió colocar al diputado en un puesto tan delicado. Necesitaba desesperadamente tener al frente de la disciplina parlamentaria a aliados fieles, en un ambiente de cada vez mayor rebelión y marejada interna.

Este martes, la carga de profundidad más dañina contra Johnson ha surgido en forma de una carta sorpresa. Simon McDonald, ex secretario permanente del Ministerio de Exteriores (el alto funcionario de mayor rango en el departamento) enviaba un texto a la presidenta de la comisión parlamentaria de Ética, Kathryn Stone, considerada por el propio Gobierno de Johnson una rival peligrosa con ganas de atrapar al primer ministro en algún renuncio. “Los medios llevan días repitiendo afirmaciones de Downing Street que son falsas. Por ejemplo, que nunca se interpusieron quejas formales contra el señor Pincher. No es verdad”, ha acusado McDonald. “El señor Johnson fue informado personalmente del inicio y del resultado de las investigaciones [llevadas a cabo en verano de 2019]”, ha asegurado McDonald en su carta. Ese año, Pincher había sido nombrado secretario de Estado para Europa y las Américas. Un par de años antes, el excompetidor de remo y simpatizante conservador, Alex Story, acusó al político de acercamientos no consentidos en los que le acarició el cuello y le aseguró que llegaría lejos en el partido, “comportándose como un Harvey Wenstein de saldo”. Y en febrero de este año, un diputado tory denunció también a la dirección del grupo maniobras de acoso llevadas a cabo por Pincher.

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No han sido tanto los distintos episodios protagonizados por el diputado, ninguno con categoría de ilícito penal, sino de nuevo la sensación del modo en que Johnson y su equipo retorcían la verdad, lo que ha vuelto a agitar las aguas en el Partido Conservador. En los días posteriores a que estallara el escándalo, distintos miembros del Gobierno acudían, como conejillos de indias, a los medios de comunicación, para defender versiones que inmediatamente corregía o matizaba Downing Street. Primero aseguró que Johnson desconocía el comportamiento de Pincher. Luego se admitió que el primer ministro había sido informado, pero “que las quejas [contra el diputado], bien nunca se sustanciaron o no llegaron a derivar en un expediente formal”, decía un portavoz del Gobierno. “Hubo quejas formales”, ha detallado McDonald en su carta. “Y el señor Pincher no fue exonerado. Caracterizar las acusaciones como ‘no sustanciadas’ es, por lo tanto, incorrecto”, concluye.

En abril, la mayoría de los diputados conservadores, en contra de la orden inicial dada por Downing Street, se abstuvieron en la votación que pidió a la Comisión de Ética del Parlamento que investigara a Johnson por posible desacato, ante la sospecha de que había faltado a la verdad en sus explicaciones sobre lo que supo o dejó de saber respecto a las fiestas durante el confinamiento. Esa misma comisión, cuyo informe se espera para otoño, tiene ahora en sus manos una carta que coloca al primer ministro en una situación más incómoda. Muchos de los diputados conservadores que organizaron la moción de censura interna de principios de junio maniobran ya para forzar un nuevo voto antes de finales de año. Deberían cambiar las reglas internas del grupo parlamentario, que impiden la presentación de una nueva moción hasta que no pase un año de la anterior, pero es un mecanismo relativamente simple de llevar a cabo.

“Queda claro que el primer ministro conocía la gravedad de las acusaciones y decidió de todos modos promocionar a este señor a una posición elevada del Gobierno. No ha querido hacer nada y ha mentido sobre lo que sabía”, ha acusado Angela Rayner, número dos de la oposición laborista.

En medio de las continuas calamidades que asolan a Johnson, su exasesor e ideólogo del Brexit, Dominic Cummings siempre acude a ponerle el pie encima. El sábado, en su cuenta de Twitter, Cummings recordaba la broma que repetía el primer ministro sobre el diputado en cuestión, un par de años antes de ponerlo en la dirección parlamentaria: “Pincher by name, pincher by nature” (Pellizcador de nombre, pellizcador por naturaleza), jugaba Johnson con el doble sentido del significado del apellido de su aliado.

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