El exjugador de Osasuna Juanfran Torres rememora su gol de la temporada 2008/2009 al Real Madrid que salvó a los navarros del descenso como “el más importante” de su vida”, “una locura”.
Desde Sao Paulo (Brasil), Juan Francisco Torres Belén (Crevillente, 1985) descuelga el teléfono para hablar con Efe sobre su vida deportiva en vísperas del encuentro que enfrentará a dos de sus equipos, Osasuna y Atlético de Madrid, en El Sadar.
Llegó a Pamplona procedente del Real Madrid con 21 años para disputar 166 partidos con la casaca roja. Disfrutó durante cuatro años y medio de El Sadar, un estadio del que destaca el ambiente que se vivía “sin importar el rival; tenía esencia”.
“Fueron años increíbles, muy importantes en mi vida, y la gente se portó de maravilla. Disfruté mucho a pesar de lo que sufrí cuando estuvimos a punto de descender”, reconoce el jugador, que asegura identificarse con los valores de los navarros: trabajo, cercanía y humildad.
“Capello me pidió que me quedase; a pesar de tener por delante a figuras como Figo y Beckham, me aseguraba que podría jugar algunos partidos, pero yo ansiaba más minutos”, explica sobre cómo se cuajó su fichaje por Osasuna.
Al campeón de la Eurocopa con España en 2012 le encantó el interés que mostró Osasuna, un equipo al que vio “en plena forma” disputando la previa de Champions frente al Hamburgo. También quedó enamorado del ambiente del feudo rojillo una temporada antes, cuando lo visitó con el Espanyol.
“Soldado, Miloševic, Puñal, Ricardo, Cruchaga…”, enumera el diestro a los jugadores de su admirada plantilla de entonces, con los que se sintió “muy bien acogido”.
“Lo que más importa en Pamplona es dejarse la vida por el equipo”, afirma el carrilero sobre una hinchada rojilla que valora que sus jugadores “luchen y trabajen, algo que gusta”.
En Navarra no pudo levantar ningún título, sino “algo mucho mejor”, ver nacer a su hijo Óliver, “un navarrico más”. Guarda con especial cariño una foto que se hizo con él junto al resto de la plantilla, en un partido frente al Almería.
“Tiene una afición de diez; Osasuna estará siempre en mi corazón y seré rojillo hasta el último día. Jugar en El Sadar era algo increíble”, añade el actual jugador del Sao Paulo sobre una etapa en un estadio en el que se dejó “la vida” y al que tiene ganas de volver para animar bufanda al cuello.
Confiesa que le costó adaptarse a las exigencias del equipo hasta que, tras un duelo con el Villarreal en enero durante su primera temporada (2007), terminó jugando prácticamente todo lo que restaba a las órdenes de Cuco Ziganda.
“Con Nekounam y Masoud hablaba por señas”, recuerda el alicantino. Con los iranís compartió varias temporadas portando el número 12 a la espalda.
En 2009 Juanfran salió expulsado del Bernabéu por doble amonestación, por supuestamente simular dos penaltis que, según el colegiado Alfonso Pérez Burrull, no se produjeron.
“Hable con él después de ese partido”, dice refiriéndose al árbitro cántabro que incluso recibió amenazas por los errores cometidos. “Fueron dos penaltis claros. El Bernabéu metía mucha presión”, comenta sobre la acción muy recordada en la hinchada navarra.
Juanfran siempre se entendió bien con Patxi Puñal dentro del terreno de juego, ya que el mítico número 10 “conocía mi forma de jugar y me hablaba mucho dentro del césped”.
También habla del equipo actual. “Está marcando una época en Osasuna”, elogia a Rubén García antes de acordarse de Adrián López, jugador al que convenció para recalar en la plantilla que dirige Arrasate. “En el Atlético los dos formábamos parte del grupo de hermanos de sangre junto a Gabi, Villa, Koke, Godín, Raúl García…”, dice.
Sobre el capitán de Osasuna, Oier Sanjurjo, que podría cumplir este sábado ante el Atlético 300 partidos como rojillo afirma que “es el Cruchaga o Puñal actual; me alegro mucho por él, porque se deja la vida por el equipo”.
“No hay que detenerse a recordar lo bien o lo mal que lo has hecho; hay que seguir trabajando, porque si no, te desvías del camino”, reflexiona un jugador que mantiene “la ilusión de un niño”.
En cuanto a los títulos logrados, destaca sin duda la alegría por la Copa del Rey, conquistada por el Atlético de Madrid en el Bernabéu en 2013 ante los blancos, después de 14 años sin vencer al Real Madrid.
Como “muy especial”, describe el momento en que la afición colchonera comenzó a corear su nombre en Milán tras fallar el penalti en la tanda ante el Real Madrid, en la final de la Champions de 2016.
“Es una cicatriz de las muchas que tengo y eso cambió mi conexión con el aficionado atlético, que ya era muy estrecha. Se creó un vínculo”, añade.
En mayo de 2019, anunció su marcha del Atlético para recalar en el Sao Paulo de la Liga Brasileña, y convertirse así en el único jugador español del país sudamericano.
“Desde el primer día nos acogieron muy calurosamente, no esperaba sentirme tan bien”, cuenta. “No quería continuar jugando en Europa y buscaba algo diferente. Me llamó Lugano a través de Godín para hacerme la oferta”, relata al recordar cómo se fraguó su fichaje.
Sobre su futuro, apunta que termina contrato en diciembre “y ellos quieren que siga, al menos hasta febrero. Va a ser una decisión complicada”. De volver a Europa, se enrolaría en un proyecto como futbolista, al encontrarse aún “fuerte y en buenas condiciones”, siempre y cuando logre seguir ilusionado.
Está en Brasil para “dejar un legado, dar muestras de mi profesionalidad y, obviamente, para levantar un título después de 8 años de sequía del equipo. Estoy dejándome la vida para conseguirlo. Quiero salir campeón”.
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