Nació en una chabola en la zona de San Cristóbal, cerca de la Unidad Vecinal de Absorción (UVA) de Villa de Vallecas, al otro lado de las vías del tren. Hace 24 años, cuando tenía dos, sus padres, María del Carmen y José Luis, fueron desalojados de su vivienda de techo de hojalata y reubicados en un piso social de la calle de Babilafuente, en el mismo barrio. Se trata de unas viviendas humildes desde cuyas ventanas tienen unas preciosas vistas, pues dan al frondoso parque Navamures, más conocido como el parque de las cataratas, por sus fuentes que vierten el agua la una a la otra.
Aquí pasó El Goyito muchas horas con los chavales del barrio, chicos como este que se para mientras pasea a su perro, sin bajar la guardia por si le escucha algún vecino. “Empezó a divertirse demasiado”, cuenta recordando sus botellones con él. “Una noche robó un autobús de línea y lo condujo por el barrio. Otro día le robó al del butano e hizo lo mismo. Se iba a La Moraleja a robar a los ricos, que eso a mí me parece bien”. Al oír el cierre brusco de una ventana próxima se niega a seguir hablando y se aleja trotando con su perro.
Nació en una chabola de San Cristóbal, en la Villa de Vallecas. Luego se mudaron a una vivienda social
Robó en farmacias. En bares (en uno de ellos, tres veces en 10 días). Fue detenido en varias ocasiones antes de cumplir los 18, pero esos registros ya no figuran en ningún sitio. Solo en la cabeza de sus víctimas más recurrentes. Como en la de Antonio García, encargado del Telepizza de Santa Eugenia, que lleva 15 años al frente del local. “Nos robó hasta siete motos y atracaba a los repartidores constantemente. Los esperaba cuando salían de los portales. Lo primero que hacía era liberar la Vespino. Metía la cadena en una farola o en cualquier sitio y la retorcía hasta que la partía. Luego esperaba al repartidor y le metía la mano en el bolsillo para coger la calderilla que tuviera. Una vez, se le quedó la mano enganchada al chubasquero de uno que logró subirse a la moto y lo arrastró 50 metros. Bueno, pues luego vino a la tienda a que le dijéramos quién había sido porque le quería pegar”.
A El Goyito lo mandaron a centros de menores a Murcia o a Córdoba, pero se solía escapar. La primera vez que lo detuvieron, pasados los 18 años, fue el 9 de noviembre de 2011. Lo acusaron de asociación ilícita, atentado contra la autoridad, delito contra la seguridad del tráfico y por robo con violencia. Quince días más tarde, unos policías lo avistaron y salieron corriendo tras él. Se metió por la M-30. “Puso en peligro su vida y la de todos”, cuenta un agente que estaba aquel día y lo ha detenido varias veces.
Este agente también cuenta que no le hace ascos a ninguna marca de coche: “Hay especialistas en alunizajes a los que solo les interesa un tipo de vehículo. A él le da igual. Y no le teme a nada. Si se tiene que llevar a alguien por delante, se lo lleva”. Ha usado todo tipo de modelos en diversas fechorías por toda la ciudad. Como él mismo declaró en 2012 a un periodista del programa Equipo de investigación (La Sexta): “Robo, sí, para tener comida, ropa, cosas”.
Nos robó hasta siete motos y atracaba a los repartidores constantemente”, cuenta el encargado de un Telepizza
En 2013 se mudó junto a uno de sus últimos compinches, Adán S. P., conocido como Fernando Alonso, a un chalé que okuparon en Seseña (Toledo). Allí les detuvo la policía, una más de tantas veces. La noche anterior habían robado en un estanco del distrito de Chamberí, una pizzería en la calle de Mánchester (San Blas) y una perfumería en la avenida de Bruselas (Salamanca).
En algún momento entre 2013 y este año, El Goyito puso rumbo al noreste de la ciudad. A una urbanización nueva cerca del centro comercial Plenilunio con pista de pádel, parterres con rosas y una piscina que abrirá el próximo día 16. Un piso aquí cuesta 140.000 euros y hay una cervecería de estilo británico a la vuelta de la esquina. En varios bloques que comparten número viven 250 familias. El conserje insiste: no lo conoce. “Demasiados vecinos”, se excusa.
En esa vivienda hizo la policía el registro tras su última detención, el pasado 24 de mayo. La cosa fue así: primero robó junto a sus compinches tres coches de un concesionario. Con uno de ellos destrozaron la puerta y se llevaron los otros dos.Días más tarde la policía lo detuvo junto a otros cinco (uno de ellos, su hermano) por el robo mediante alunizaje de seis sucursales bancarias de la capital y de Alcalá de Henares. “Es la primera vez que tenemos conocimiento de que roba en bancos”, dicen fuentes de la investigación. El juez decretó su ingreso en Soto del Real durante seis días. Desde el pasado 30 de mayo está en libertad. Quién sabe qué trama ahora.
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