El gran atasco global vacía los supermercados de Estados Unidos



Estantes vacíos en la sección de carnicería de un supermercado de Miami, el pasado 11 de enero.Joe Raedle (Getty Images)

Lunes, 31 de enero, tres y media de la tarde. La sección de congelados de un supermercado de Nueva York perteneciente a una popular cadena nacional —equivalente al Mercadona español— parece que hubiera sido arrasada por los hunos. Ni una triste bolsa de verdura, nada de pescado; menos aún algún resto de la habitual oferta de platos preparados. La escasez de algunos productos se repite, en picos intermitentes, como resultado de una tormenta perfecta: la meteorológica, el persistente atasco en las cadenas de suministro, y la escasez de mano de obra (faltan 80.000 camioneros en el país) y lugares de almacenaje. Si se añade el impacto de la variante ómicron en el mercado laboral, el panorama se aproxima al colapso.

Guiados por el eminente sentido práctico de los estadounidenses, portales y blogs publican listas de productos que escasean; hay tablas de búsqueda, además de avisos en las redes sociales comunitarias sobre dónde hallar tal o cual alimento. Y no, no es el papel higiénico, que desapareció como por ensalmo de las tiendas al comienzo de la pandemia, el bien más preciado. Aunque sigue siendo de lo más demandado, también hay escasez de conservas, huevos, pollo y carne (sobre todo la procesada); comida para mascotas, fiambres, zumos envasados, queso crema, fórmulas infantiles y bebidas alcohólicas como el champán y la cerveza. Según un reciente estudio de la consultora KPMG, el 71% de los consumidores dicen estar preocupados o muy preocupados por el problema.

Las ventas de comestibles subieron un 8% en diciembre, lo que también explica cierta extenuación del mercado. Pero no debe cundir el pánico, recuerda la USDA (agencia federal de agricultura), al subrayar que no hay interrupciones generalizadas en la cadena de suministro, solo problemas temporales de reposición en las tiendas. Coincide en el diagnóstico Jim Dudlicek, portavoz de la National Grocers Association, que agrupa a 1.500 mayoristas y minoristas independientes, con más de un millón de empleados. “Aunque hay abundante comida en la cadena de suministro, prevemos que los consumidores continuarán experimentando interrupciones esporádicas en ciertas categorías de productos, como hemos visto en los últimos dos años debido a los continuos desafíos laborales y de distribución”, sostiene.

La disrupción explica el despegue de la inflación, en máximos desde hace cuatro décadas. Los incrementos de los costes de la energía y de los fletes continúan empujando hacia arriba los precios. Aunque el gasto en alimentación supone solo una séptima parte del presupuesto de los hogares estadounidenses, según datos del FMI, en diciembre la bolsa de la compra se encareció en un 6,3% con respecto al mismo mes de 2020, aunque la subida de los precios de la carne, el pollo, el pescado y los huevos fue del doble (12,5%). El propio presidente Joe Biden criticó este viernes los monopolios en la industria cárnica y otros sectores básicos. “El capitalismo sin competencia no es capitalismo. Es explotación”, reiteró el mandatario, con uno de sus mantras favoritos (el otro es “si no encuentran trabajadores, páguenles más”).

Cambio de hábitos

Además de las razones expuestas, algunos expertos añaden la inusitada afición culinaria que provocó la pandemia en muchos hogares; el cambio de hábitos de alimentación entre quienes continúan teletrabajando o, en fin, la precaución ante nuevas acometidas de la pandemia, como la ómicron, o el mal tiempo. El acaparamiento y la escasez como los dos extremos de una cuerda muy tirante: la de la oferta y la demanda en tiempos del coronavirus. La penuria no solo afecta a supermercados y tiendas de barrio, también a los grandes minoristas, que han impuesto un límite de unidades por cliente en determinados productos. Del déficit no se salvan siquiera las flores frescas, un producto habitual en los supermercados.

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Para Patrick Penfield, profesor de Gestión de Suministros en la escuela de negocios de la Universidad de Syracuse, hay tres causas claras que explican el fenómeno: la variante ómicron, la meteorología y la escasez de envases y cajas de empaquetado. “Muchas tiendas y productores de alimentos de EE UU están lidiando con empleados enfermos o en cuarentena. Esta escasez de personal causa problemas dentro de la cadena de suministro porque no se pueden producir tantos alimentos como se necesitan, no hay suficientes personas para repartirlos y una vez que llegan a las tiendas, no hay nadie para descargarlos y colocarlos en los estantes. Además, estamos viendo tormentas de nieve sin precedentes. Debido a estos fenómenos meteorológicos, hay aún más retrasos en la producción, distribución y almacenamiento de alimentos. El último problema en la cadena de suministro es la escasez de envases. Muchos productores tienen problemas para obtener incluso todas las cajas de cartón corrugado que necesitan”, explica Penfield.

Como consecuencia de la variante ómicron, entre la última semana de diciembre y la primera de enero, la industria alimentaria contabilizó más bajas que en todo 2020, según datos de la Consumer Brands Association. La patronal de marcas de consumo calcula que un 10% de los trabajadores en las plantas de procesado han causado baja por covid.

Para Dudlicek, se trata de un escenario extrapolable a otros sectores. “La escasez de mano de obra en todo el país continúa ejerciendo presión sobre las industrias críticas, entre ellas la alimentaria. Como hemos visto en el resto de la economía, la disponibilidad de productos y la inflación están siendo impulsadas por una tormenta perfecta de factores que incluyen una escasez continua de mano de obra en toda la cadena de suministro, una escasez aguda de conductores de camiones e interrupciones ocasionales como, por ejemplo, en la producción de envases”, explica por correo electrónico. De ahí que a veces, entre otras tantas cuitas del primer mundo, el sufrido consumidor estadounidense no pueda saborear su cerveza favorita; ni su gato, el pienso que se le antoje.

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