El grupo ultra que el Gobierno francés quiere ilegalizar


Son pocos —unos miles— , pero ruidosos. Los militantes de Génération Identitaire, uno de los grupúsculos ultras más activos en Francia, tienen menos de 30 años. Sus referencias no son las de las viejas organizaciones neofascistas o neonazis. Les obsesiona la inmigración “árabe-musulmana”, dicen, y lo que llaman “la sustitución” de los europeos blancos por población extranjera. El método predilecto son las operaciones mediáticas, como la más reciente, en un paso fronterizo en los Pirineos en el que unos 30 jóvenes se desplegaron con drones para buscar inmigrantes y agitaron banderas en las que se leía: “Defender Europa”.

A ellos les gusta describirse como un “Greenpeace de derechas”, por sus acciones espectaculares; un fiscal les investiga por “provocación pública al odio racial” y el ministro del Interior, Gérald Darmanin, quiere disolverlos.

Génération Identitaire se presenta como un “contramodelo de la radicalidad de las últimas décadas”, escribe en la publicación Le 1 el historiador Nicolas Lebourg. “Se actúa a la luz del día, a cara descubierta, con mujeres en el grupo y operaciones pensadas en función de su impacto mediático potencial, afirmando defender a quienes estarían oprimidos por el islam”, añade. “Se acabaron las referencias fascistas, el antisionismo radical, el activismo violento, el aspecto prototípico de los militantes y la propaganda underground”, explica. El credo es: “Asustar al adversario, no a nuestras abuelitas”.

Génération Identitaire nació de las cenizas de Unidad Radical, grupo ultra disuelto por las autoridades después de que uno de sus miembros atentase sin éxito en 2002 contra el presidente Jacques Chirac. “La evolución entre Unidad Radical y los identitarios es que se renuncia a la violencia física y se sustituye por la violencia simbólica de las acciones mediáticas: se busca el choque, se busca herir, de alguna manera”, explica Marion Jacquet-Vaillant, autora de la tesis titulada El movimiento identitario francés. Por un enfoque mixto de los márgenes en la política. “Dicen renunciar a la violencia física, lo que tiene una dimensión estratégica, porque la violencia física es lo que puede llevar a una disolución”.

Jacquet-Vaillant traza un perfil sociológico de los militantes. “Hay más jóvenes y hombres que en los otros partidos, y es menos probable que procedan de las clases superiores”, dice. Están presentes, sobre todo, alrededor de las grandes ciudades como Lille, París, Lyon, Toulouse y en la costa mediterránea. “Para ellos es importante la pertenencia a una comunidad, al grupo, y el medio de acción, el lado agitprop”.

Lebourg afirma que militantes de Génération Identitaire se han visto envueltos en altercados. Y cita el caso de un miembro de la sección de Toulouse que fue a Ucrania a combatir con los rusos. Pero hoy la vía preferida es otra. Observando a Greenpeace desplegando pancartas en centrales nucleares o con barcos en alta mar, los dirigentes de Génération Identitaire se dieron cuenta de que no era necesario ser muchos —ni usar la fuerza— para difundir unas ideas determinadas. Su financiación proviene sobre todo de donativos por medio de plataformas de recaudación en Internet.

En 2012, ocuparon las obras de la mezquita de Poitiers con una pancarta que decía: “Galo, despierta, ninguna mezquita en casa”. En el verano de 2017, alquilaron un barco para impedir el rescate de inmigrantes por el Mediterráneo. La acción más llamativa la organizaron en abril de 2018 en la frontera franco-italiana en los Alpes, con helicópteros y drones, y simpatizantes de países como Alemania, Austria e Italia. La campaña del pasado 18, 19 y 20 de enero en el paso del Portillon, en los Pirineos, era más modesta —no hubo helicópteros— pero seguía el mismo método. Sobre el papel, se trataba de localizar a inmigrantes: no localizaron a ninguno. A efectos prácticos, pretendían crear la sensación mediática.

“Nosotros montamos acciones de choque, espectaculares, para sensibilizar a la opinión pública y lograr que nuestras ideas entre en el debate público”, dice Jérémie Piano, portavoz de Génération Identitaire que participó en el acto en los Pirineos. “Yo soy provenzal, francés y europeo. Y defiendo [estas identidades] contra todo lo que puede negarlas: su sustitución, ligada a la inmigración, a la islamización, al racismo anti-blancos”. El objetivo, añade, “es poner fin a la inmigración y llegar a la re-emigración”.

“Ellos dicen re-emigración, pero es lo que se llama deportación, incluso de personas procedentes de la inmigración europea de la segunda y la tercera generación, y que son franceses. Va muy lejos”, observa la diputada de izquierdas Muriel Ressiguier, presidenta de una comisión de la Asamblea Nacional que en 2019 investigó “sobre la lucha contra los grupúsculos de extrema derecha en Francia”.

Génération Identitaire se sitúa a la derecha del Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, pero existen afinidades ideológicas, y algunos antiguos miembros de la formación ostentan ahora posiciones de responsabilidad en RN.

Después de la operación en los Alpes, tres miembros de Génération Identitaire fueron condenados a seis meses de prisión por “crear en el espíritu del público una confusión sobre el ejercicio de una función pública” al dar la impresión de que actuaban como fuerzas del orden. El pasado diciembre, un Tribunal de Apelación los exoneró al considerar que la operación no era más que un acto de propaganda pública. Y esta es toda la dificultad que el Gobierno tendrá si quiere ilegalizarlos.

“Me escandaliza el trabajo de erosión de la República por parte de los militantes de Génération Identitaire”, declaró a finales de enero el ministro Darmanin. El ministro, que en paralelo ha disuelto asociaciones islamistas, prometió recabar información sobre el grupúsculo. “Si hay elementos”, concluyó, “no dudaré en proponer al Consejo de Ministros su disolución”.


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