El holandés que encerró a seis de sus hijos en una granja no será juzgado por su estado de salud


El juicio contra Gerrit Jan van Dorsten, de 68 años, el padre holandés que mantuvo encerrados en una granja a seis de sus nueve hijos, de los que abusó sexualmente, durante casi una década, no se llevará a cabo debido a su mal estado de salud. En 2016 sufrió un derrame cerebral estando en la casa, situada en la provincia de Drenthe, al este del país, y los jueces han concluido este jueves que no está en condiciones de seguir un proceso legal: apenas puede hablar, y su vista, memoria y sentido de la realidad están afectados, por lo que no tendría un proceso justo al no poder defenderse. Dado que la fiscalía ha decidido no acusarle por las mismas razones ―los cargos eran detención ilegal, abuso de menores y lavado de dinero― el caso ha sido archivado y Van Dorsten será puesto en libertad.

El hombre se encerró en 2010 con sus seis hijos pequeños ―dos chicos y cuatro chicas― en la granja, pero tenía otros tres hijos adultos que no vivían con él y nunca estuvieron allí. Los hermanos rescatados, que tenían entre 18 y 25 años en el momento de la liberación, viven hoy en otro lugar y están siendo atendidos por psicólogos para que puedan llevar una existencia autónoma.

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La situación de la familia salió a la luz en octubre de 2019, cuando el mayor de los seis hermanos que permanecían recluidos escapó por la noche y se sentó en un café de Ruinerwold, la población más cercana. Llevaba el cabello y la barba muy largos, y parecía perdido. El dueño del local llamó a la policía cuando el joven le dijo que nunca había ido a la escuela y quería acabar con su situación. Durante las audiencias previas a la apertura del ya malogrado caso, este hijo se unió a la petición de sus tres hermanos mayores de que la corte reconociera “el sufrimiento indescriptible padecido desde el nacimiento”. Por eso, la decisión de los jueces, que han señalado que seguir adelante con el proceso supondría violar los derechos humanos del padre, supone un duro golpe para estos cuatro hijos.

Durante sus conversaciones con la acusación, se supo que los seis niños eran obligados a rezar durante días, y se les privaba de comida. Su padre también les pegaba y tiraba del pelo y eran metidos en baños de agua fría durante horas. Además, eran culpados de la muerte de su madre, ocurrida en 2004, atribuida por Van Dorsten al empeño de los hijos en tener contacto con el mundo exterior. La madre murió antes de que se trasladaran al campo, según ha dicho Roger de Groot, alcalde del municipio al que pertenece Ruinerwold. El caso deja otros flecos sueltos, por ejemplo, el hecho de que el hijo que dio la alarma tuviera una cuenta en Facebook donde compartía información sobre el cambio climático antes de 2010, fecha del encierro. Tras nueve años de silencio, puso un mensaje en junio de 2019 diciendo que había encontrado trabajo.

“¿Cómo es posible hacerle eso a unos niños?”, han preguntado los cuatro mayores. Sobre los abusos sexuales padecidos, la fiscalía ha recogido testimonios de que a veces el padre forzaba a sus hijos a satisfacerle. Junto a todo ello, les decía que los malos espíritus poseerían sus cuerpos si hablaban con extraños. Uno de los niños fue obligado a vivir en la caseta del perro, y pasaron miedo durante años. Según los cuatro mayores, los cinco pequeños están todavía sometidos a la figura paterna a pesar de su precario estado de salud. Asegurar su futuro les parece esencial y el juicio habría ayudado a que vieran el auténtico rostro de su padre, han dicho.

Los cinco hermanos menores han hecho público este jueves un comunicado donde aseguran que su padre no era el “mesías” descrito por los mayores, y que el trauma fue que se les arrancara de su vida en la granja. “Él quería mantener la armonía familiar y le pidió a un hermano y hermana mayor que hicieran de medium con el alma de mi madre. Los pequeños nunca vimos nada raro”, dicen. También aseguran que lo irán a buscar para vivir de nuevo con él.

La granja está en un lugar alejado del pueblo de Ruinerwold, pero hay por otras casas similares a poca distancia. Cuando se supo la situación de la familia, los vecinos no daban crédito, a pesar de que el cartero no recordaba haber llevado cartas a la propiedad en una década, pese a la presencia de una cámara en la casa. En el vecindario pensaron que podría tratarse de una secta, o bien de un asunto de drogas, pero nadie habló durante esos años. La policía acudió en una ocasión, sin pasar de la puerta. Hay otro detenido, Josef B, un ciudadano austriaco, que pagaba la renta y niega los abusos. Su caso sigue adelante.


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