La brutalidad criminal que atenaza México desde hace casi 15 años ha vuelto a mostrarse con toda su crudeza en la capital. Dos niños, de 12 y 14 años, desaparecidos el 27 de octubre fueron hallados descuartizados, según ha informado la fiscalía local. La policía encontró sus restos cuando un hombre los transportaba en una carretilla por el centro. Los investigadores no han dado demasiados detalles sobre lo ocurrido, pero las filtraciones dibujan un panorama conocido para la opinión pública: los niños eran parte del mundo criminal.
Este martes, la jefa de Gobierno de Ciudad de México lamentó lo sucedido. “Es algo que duele y que necesitamos atender de manera urgente”, dijo. Claudia Sheinbaum apuntó que “hasta ahora no se había presentado un caso así” y añadió que el asunto “parece ser que tenía que ver con un tema de narcomenudeo”. La mandataria no abundó en sus explicaciones. La fiscalía apenas ha revelado detalles de la investigación. Su vocero, Ulises Lara, confirmó simplemente que los restos hallados son de los muchachos, pero no dijo si los asesinatos tenían que ver o no con la venta callejera de drogas.
La violencia empleada contra estos niños enlaza con otros eventos ocurridos en la ciudad en los últimos años, el último, el ataque a balazos contra el jefe de policía de la capital a finales de junio. No es que ambos hechos estén directamente relacionados, pero constatan la realidad criminal de Ciudad de México. Durante años, el predecesor de Sheinbaum en la jefatura de gobierno, Miguel Ángel Mancera, negó que el crimen organizado actuara en la capital. Sheinbaum sí reconoció la presencia del crimen en la ciudad, pero no está claro que el cambio de discurso generara una respuesta consecuente.
Juan Martín Pérez, responsable de la Red por los Derechos de la Infancia, critica que “no se ha hecho prácticamente nada” contra el crimen. “No se atreven a tocar las redes de criminalidad”, añade, “no se tocan las redes de funcionarios corruptos, ni las fuentes de ingreso del crimen y además se garantiza la impunidad”. Martín señala que “el caso de estos dos niños encaja en un problema de reclutamiento de menores en el centro de Ciudad de México y las zonas aledañas. Es lo que los policías llaman el diamante: las alcaldías Cuauhtémoc, Venustiano Carranza, Iztapalapa y Gustavo Madero en la capital y los municipios conurbados de Chalco y Nezahualcóyotl”, concreta.
Los niños asesinados se llamaban Héctor y Alan y eran de origen mazahua. Tenían 14 y 12 años y desaparecieron el pasado 27 de octubre en el centro de la capital. Según la fiscalía, la última vez que se les vio fue en Eje Central, una vía que comunica el sur con el centro. Versiones periodísticas señalan que los niños vendían dulces en la zona, donde también vivían. Medios locales indican que la última vez que se les vio fue en realidad en la esquina de las calles Allende y Donceles, cerca del Zócalo.
No está claro quién se los llevó, ni por qué. El periodista y escritor Héctor de Mauleón ha escrito que un hombre se llevó a los niños en moto. Él y otros reporteros de nota roja apuntan en varias informaciones que la desaparición de los niños coincide con varios asesinatos y disputas entre dos grupos de narcomenudistas con presencia en Ciudad de México, la Unión Tepito y la Fuerza Antiunión. De Mauleón sugiere que los niños trabajaban para un integrante de la Unión que recientemente se había cambiado de bando y que fue asesinado un día antes de la desaparición.
Según la reportera Míriam Moreno, de RadioFórmula, las familias de los muchachos se comunicaron al celular de Héctor el mismo 27 de octubre. Los niños y sus familias vivían en una humilde vecindad del centro, al otro lado del Eje Central. Un hombre contestó pero colgó enseguida y desconectó el teléfono. Por algún motivo, las autoridades no emitieron alerta sobre la desaparición, un procedimiento común, hasta dos días después.
No se supo de los niños durante varios días, hasta el 1 de noviembre. En la madrugada del día de muertos, sus cuerpos aparecieron, desmembrados, en varias bolsas de plástico negras, amontonadas en un barril y una caja de plástico. No hay versión oficial de cómo ocurrió, pero medios locales señalan que un hombre cargaba los bultos en un diablito, una carretilla de carga habitual en muchas partes del casco antiguo de la capital: el centro es un gran enjambre comercial durante el día. Parece que el hombre volcó el carro y algunas bolsas se cayeron al suelo. Policías que estaban cerca se acercaron a ayudarlo y entonces se dieron cuenta de que dentro de las bolsas había restos humanos. Ayer, la fiscalía confirmó que los restos eran de Alan y Héctor.
Ante el vacío de información, la prensa ha dado todo tipo de detalles sobre el presunto paradero de los muchachos desde el 27 de octubre hasta el 1 de noviembre. Varias versiones apuntan a que fueron retenidos en una vecindad del centro, no muy lejos de donde vivían. Allí habrían sido asesinados. No se sabe qué pretendía hacer el hombre que trasladaba sus restos en el centro.
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