“Nosotros abandonamos a Es Satty porque era un imbécil”. Así resume un exresponsable de la lucha contra el yihadismo del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) la relación del servicio de inteligencia con Abdelbaki Es Satty, el líder de los terroristas de Barcelona y Cambrils de 2017. Un agente secreto lo había visitado en prisión en 2014, cuando Es Satty cumplía condena. “Cuando sale de la cárcel”, aclara la fuente del CNI, se pensó “si reactivar la relación”. “Pero qué cojones vamos a hacer con ese”, comentó el oficial del caso. El CNI decidió aún así que una psicóloga se entrevistara personalmente con el contactado. “Y nos dijo que no perdiéramos el tiempo con este tío”, según el exresponsable antiterrorista.
El pasado de Es Satty, conocido como el imán de Ripoll, es un cabo suelto del hilo de la actualidad. Sus 20 años en España acabaron horas antes de que los jóvenes yihadistas reclutados en su mezquita del Prepirineo catalán asesinaran a 16 personas entre La Rambla de Barcelona y el paseo marítimo de Cambrils el 17 de agosto de 2017. La noche anterior, Es Satty y uno de sus yihadistas imberbes habían saltado por los aires en un chalé donde tenían más de 100 kilos de explosivo listos para atentar y con los que, según la investigación judicial, barajaban hacerlo contra la Sagrada Familia, en el corazón de la capital catalana.
Al rebobinar su periplo, las informaciones remiten por lo general a Vilanova i la Geltrú, en la provincia de Barcelona, cuya mezquita también dirigió y que fue escenario de una operación antiterrorista en 2006 de la que Es Satty salió sorprendentemente inmune. Para entonces ya había sido condenado por tráfico de personas y luego lo sería por la venta de hachís. El vídeo de este segundo juicio, celebrado en Ceuta a finales de 2011 y que EL PAÍS publica en exclusiva, muestra a un Es Satty defendiéndose con una coartada delirante y a quien el juez le exige que deje de contar “una y otra vez el mismo rollo”.
La conversación con el ex alto cargo del CNI tuvo lugar a finales de 2021 en la periferia de Madrid y es parte de la investigación de un libro recién publicado, El confidente y el terrorista (Ariel) que, entre otros casos, rastrea la vida del terrorista Es Satty en España. Antes del acusado fantasioso abroncado por el juez y después del “imbécil” que la psicóloga descartó y que acabaría de imán en Ripoll, Es Satty tuvo otras caras: padre prolífico en Marruecos, imán sin papeles en Vilanova, asiduo a mantener relaciones con prostitutas en Castelldefels, chatarrero, traficante, preso ejemplar y líder yihadista, además de su a menudo cuestionada relación con las fuerzas de seguridad del Estado, que continúa en parte inexplicada.
Abdelbaki Es Satty (Bab Taza, 1973; Alcanar, 2017) creció en una familia muy conservadora del norte de Marruecos, se casó a los 18 años y tuvo seis niñas en los siete primeros años de matrimonio. En 1998, emigró a España. Trabajó como temporero en Jaén, y allí hizo una amistad que marcaría su vida y también su muerte: Belgacem Bellil, un suicida argelino que atentó contra el cuartel de los carabineros en Irak en 2003, y cuyo ejemplo el imán Es Satty reivindicaba en privado tras salir de la cárcel en abril de 2014.
Belgacem y Es Satty se mudaron a Vilanova a principios de los años 2000, donde volvieron a compartir piso. “Sí, el argelino. Eran amigos, ¿me entiendes?”, cuenta un confidente de la Guardia Civil, el luego denominado testigo protegido B5 en la operación de 2006. Es Satty fue imán titular y luego suplente de la mezquita de Vilanova. “Han puesto que era radical, ¡pero era radical de día!”, añade B5, antes de recordar la noche en que el imán le pidió “ir de putas” y él lo llevó a la autovía del cercano Castelldefels. Pagó el imán.
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Entre 2006 y 2010, Es Satty se ganó la vida porteando: chatarra, muebles, aceitunas, inmigrantes y hachís, entre Cataluña y Marruecos. Al otro lado del Estrecho, tuvo tres hijos más (nueve en total). “Era el chatarrero”, resume H., una joven marroquí de Tarragona que en aquellos años él consideraba su “novia”. “Yo no lo sentía así”, contó ella en una conversación, el 30 de mayo de 2019, en un pueblo cercano a Salou. H. tenía 34 años. Tras los atentados, y bajo la condición de testigo protegido, declaró que Es Satty era una persona “mentirosa, reservada y de sangre fría”, según el sumario de los atentados de La Rambla. “A mí llegó a amenazarme. Me sacó un arma”, añadió en 2019.
Cuando tras el alijo de Ceuta ingresó en prisión, Es Satty, según sus propias cartas manuscritas desde la cárcel, inventó una coartada delirante: acusó a un marroquí cuñado de H. de ser el dueño del alijo de 121 kilos de hachís localizados en el doble fondo de su furgoneta en el puerto de Ceuta. No solo eso. Según Es Satty, el marroquí se había casado con la hermana de H. para vigilarlo de cerca y poder obtener información suya. Ese era el “rollo”, adornado con otros giros aún más increíbles, que desesperó al juez en el juicio de diciembre de 2011.
Tras salir de la cárcel de Castellón en abril de 2014, ejerció como imán en una mezquita de la ciudad. Entabló amistad con un par de jóvenes españoles, conversos al islam, a los que intentó captar. Uno de los episodios que les relataba era el atentado de Irak en el que su amigo, el argelino Belgacem, “se había estrellado con un camión, matando a un montón de gente”, según declaró uno de aquellos jóvenes, Cristian.
En el juicio por los atentados de La Rambla y Cambrils se le preguntó a Cristian si Es Satty llegó explicarle cómo habría que actuar en España: “Sí, en un momento dijo que había que coger una excavadora y hacer un hoyo en una montaña y hacer una base. Vamos, cosas que yo pensaba ‘este hombre no está bien”, declaró Cristian, que no lo creyó y se había alejado del imán porque le pareció que era “un zumbado”.
En enero de 2015, Es Satty dejó Castellón y se instaló en Ripoll, donde poco después empezó a ejercer de imán.
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