El mundo contuvo la respiración durante unas horas la semana pasada, cuando un misil se estrelló en un pueblo polaco a seis kilómetros de la frontera con Ucrania. Por un momento cundió el temor de que la explosión, que mató a dos personas, fuera un ataque ruso a un país de la Unión Europea y miembro de la OTAN. El miedo a que el conflicto en Ucrania se desbordara y provocara una contienda mundial se desvaneció poco después al saberse que probablemente se trataba de un misil del sistema de defensa antiaérea ucranio que había caído en Polonia por error, al interceptar un proyectil ruso. Pero el incidente ha tenido un efecto inmediato en los planes defensivos de los países de la zona, ha activado y agilizado la intención de rearmarse y ha puesto el foco en la sensación de inseguridad respecto a la protección de sus cielos.
Berlín ha tomado la iniciativa de ofrecer a Polonia sistemas de defensa aérea que tiene en reserva, los Patriot estadounidenses, además del patrullaje aéreo con sus aviones Eurofighter. Una oferta que Varsovia aceptó en principio de buen grado. Ambos países estudian dónde situar probablemente dos unidades de este sistema de misiles tierra-aire de largo alcance de fabricación estadounidense. El ministro polaco de Defensa, Mariusz Blaszczak, acogió el lunes con “gran satisfacción” la propuesta alemana y adelantó que seguramente los desplegará “cerca de la frontera”.
Sin embargo, este miércoles a última hora, tras conocer los bombardeos rusos a infraestructuras ucranias que dejaron una decena de muertos y cortes de luz en Kiev y otras ciudades, Blaszczak dijo que ha pedido a Alemania que desvíe los Patriot a Ucrania. “Esto evitará más víctimas y apagones en Ucrania y aumentará la seguridad en nuestra frontera este”, manifestó, en lo que por ahora es solo un anuncio en su cuenta de Twitter y una propuesta que requeriría aprobación de Alemania y de Estados Unidos, fabricante de los misiles.
Los países del flanco este de la OTAN, los más cercanos territorialmente a la amenaza rusa y que llevan años alertando del riesgo de las políticas belicosas, imperialistas y expansionistas del Kremlin, están en alerta. Los bálticos y Polonia ya dedican un porcentaje importante de su PIB a material de defensa; Estonia, por ejemplo, más de un 3%. Ahora, en algunos foros se habla de volver a elevar un poco ese gasto. “El episodio del misil ha acelerado los esfuerzos de los Estados por dotarse de mejor protección. Ha crecido la preocupación de que un accidente como este pueda repetirse de nuevo”, señala Rafael Loss, analista de Defensa del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Los sistemas antiaéreos aumentan la sensación de seguridad de poder hacer frente tanto a otro misil extraviado como a un ataque deliberado y reducen el riesgo de escalada, añade Loss.
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La explosión en Polonia, el primer zarpazo directo y mortal de la guerra de Rusia sobre Ucrania en territorio de la UE y la OTAN, también ha encendido las alarmas en Lituania, miembro de la Alianza Atlántica desde 2004, que también quiere reforzar cuanto antes sus defensas aéreas. El consejo de seguridad nacional del país decidió este lunes acelerar la compra de misiles antiaéreos de medio alcance, según anunció un asesor del presidente, Gitanas Nauseda. El portavoz aseguró que el diseño de un nuevo sistema de defensa aérea para la región es “una prioridad” en los preparativos para la cumbre de la OTAN de 2023, que se celebrará precisamente en Vilna, capital de Lituania.
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SuscríbeteSistemas antiaéreos integrados
El susto de la semana pasada ha precipitado algunas decisiones, pero en el centro y el este de Europa la preocupación por la seguridad aérea es una constante desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania. El mejor ejemplo, recuerda Julian Pawlak, investigador del Instituto Alemán de Defensa y Estudios Estratégicos (GIDS), es el proyecto germano para diseñar un Escudo del Cielo Europeo (European Sky Shield en inglés) al que se han sumado ya una quincena de Estados. La iniciativa pretende integrar los sistemas de defensa antiaérea, en coordinación con la OTAN, de los países del entorno para hacer frente a la amenaza rusa.
Polonia de momento no participa, aunque la anunciada colaboración con Alemania podría hacerle cambiar de idea, apunta Pawlak. El experto establece un paralelismo entre el misil caído por error en territorio polaco y el sabotaje de los gasoductos Nord Stream en septiembre pasado. “En ambos casos se sabía que existía una vulnerabilidad, pero ha tenido que ocurrir un accidente en territorio de la UE para que la cuestión se coloque en lo más alto de la agenda pública”, asegura.
El renovado interés de los países próximos a la guerra de Ucrania por mejorar sus capacidades de defensa aérea coincide, sin embargo, con la “muy limitada” disponibilidad de estos sistemas, apunta Loss. Muchos de los que estaban disponibles han sido cedidos a Ucrania para defender infraestructuras críticas y núcleos de población de los ataques aéreos rusos. Eslovaquia, por ejemplo, ha donado sistemas S-300 de misiles antiaéreos, de fabricación rusa, a Kiev, y ahora se encuentra con “un cierto agujero”, explica. La situación es similar en otros países y con otro tipo de armamento. Muchos tienen los arsenales a medio gas tras entregar a Ucrania material de defensa.
La semana pasada, los jefes de compras de armamento de los países de la Alianza Atlántica se reunieron en Bruselas para hablar de adquisiciones coordinadas y se prevé que los ministros de Exteriores de los miembros de la organización (de la que forma parte España) traten en una reunión en Bucarest, la semana que viene, el asunto de la unión estratégica y el reabastecimiento de los arsenales en un escenario complejo: no se trata de compras normales, sino de pedidos estratégicos, a largo plazo, que pese a la alianza varios países no quieren compartir o coordinar con los socios, apuntan fuentes de la organización. Y lo mismo pasa con la política de compras conjuntas lanzada por la Unión Europea a principios del verano pasado, que todavía tiene que despegar, señalan fuentes comunitarias.
El sofisticado sistema de defensa IRIS-T que Alemania entregó hace unas semanas a Ucrania, por ejemplo, salió directamente de la fábrica. No había sido usado previamente por el Ejército alemán. De hecho, formaba parte de un pedido de Egipto, que autorizó dar preferencia al país atacado. “Alemania ha llegado a su máxima capacidad en lo que puede desplegar en una situación no bélica. Tiene que mantener una cierta reserva. No se trata solo de los equipos, sino del personal que los mantiene y los opera”, apunta Loss. Los fabricantes de material bélico trabajan a partir de pedidos. Los próximos tres sistemas antiaéreos IRIS-T que Alemania ha prometido a Ucrania todavía se están fabricando.
La proliferación de armamento tan cerca de Ucrania plantea también otras preocupaciones. “Cuantos más sistemas de misiles haya en las inmediaciones de una guerra, más aumentan las probabilidades de fallos de funcionamiento y de una escalada”, asegura el experto del ECFR. Pero el riesgo es bajo, añade, porque mandos militares de Estados Unidos y Rusia mantienen contactos precisamente como garantía de que en caso de error se pueda rebajar la tensión.
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