El Real Madrid cierra este domingo en Valladolid una jornada en la que puede acabar como líder en solitario del campeonato: le basta con puntuar para desbancar al Barça de esa posición y recuperar un liderato que perdió en la jornada 8.
La situación, con abismales y evidentes diferencias, recuerda pálidamente a la vivida en el mismo escenario un 26 de abril de 1981. Ese día se disputaba la última jornada de la Liga 1980-81 y el Madrid podía acabar la jornada líder y por tanto, proclamarse campeón. Necesitaba para ello ganar en Pucela y una derrota de la Real Sociedad en El Molinón ante el Sporting.
La gran confusión
Y lo cierto es que los jugadores blancos, a las órdenes del mítico Vujadin Boskov, festejaron el título por todo lo alto al acabar su partido, que concluyó con triunfo por 1-3... sin tener en cuenta que el Sporting-Real Sociedad no había concluido todavía. O, incluso peor, pensando que en Gijón ya se había pitado el final. Y ahí estuvo su perdición.
En Valladolid el Madrid había ganado gracias a los tantos de Santillana (minutos 43 y 72) y el alemán Uli Stielike (84), que dejaron en nada el acierto del catalán Moré, que a los 57 había establecido un momentáneo 1-1. Pes Pérez, árbitro aragonés del choque, anuló un gol a los locales a los 3 minutos de partido. Pero esa es otra historia.
Finalizado su partido, los blancos, creyendo que en El Molinón también había acabado el choque con 2-1 para los asturianos, se dejaron llevar por la euforia celebrando el título. Pero en Gijón el balón todavía rodaba…
Milagroso Zamora
Cierto que los locales ganaban por 2-1: Kortabarría había anotado el 0-1 a los 7 minutos de penalti pero Mesa, en el último minuto de la primera parte y en el primero de la segunda, había volteado el marcador para subir el 2-1 que los blancos, a través de la radio, creían definitivo en medio de la euforia, allá en Valladolid.
Hasta que apareció Jesús Mari Zamora, el jugador de la Real Sociedad que en el minuto 89 firmaba el 2-2 en El Molinón, daba el primer título de Liga de su historia a los donostiarras de Alberto Ormaetxea y amargaba el adelantado alirón que los blancos cantaban en Pucela. Como tituló su crónica el añorado Javier Díez Serrat, enviado especial de Mundo Deportivo a ese partido, “La Real no podía fallar”. Historias de la Liga.
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