El Jesús negro y la pizza podrida: los mejores momentos del final de ‘The Last Dance’


Es lunes 18 de mayo de 2020 y parece que las Finales de la NBA de 1998, toda la carrera de Michael Jordan con los Chicago Bulls, acaba de llegar a su fin. De fondo, la voz de Eddie Vedder, cantante de Pearl Jam, nos recuerda que “tiene mucho más sentido vivir en el presente”, y Jordan se levanta de una de sus casas simuladas y se marcha del salón. La imagen se funde a negro y las cinco semanas en las que hemos revivido El Último Baile de los Bulls llegan a su fin.



No hemos aprendido nada nuevo, o nada que no supiéramos de antemano, y sin embargo hemos vivido con intensidad competitiva la intrahistoria de uno de los mejores equipos de todos los tiempos y, por supuesto, de su icónica figura. Las dos últimas entregas de la serie no hacen más que confirmar lo que es evidente, la huella de Jordan perdurará para siempre

Jesús es negro

El relato empieza en el noveno capítulo recordando una de las anécdotas más curiosas del Michael Jordan competitivo. Reggie Miller, uno de sus grandes rivales con los Indiana Pacers, rememora su primer encuentro contra el gato negro, como él le llamó desde entonces. Ávido por impresionar a los veteranos en su equipo, Miller decidió que debía tutear a MJ y le vaciló en los primeros compases del enfrentamiento.

“¿Quién crees que eres Michael? ¿El gran Michael Jordan? Hay un nuevo chico en la ciudad…”. Eso le dijo Miller. Jordan le observó y no dijo nada. Habló sobre la pista. En la segunda mitad, el 23 de los Bulls dejó a su rival en dos puntos y le metió 40. Una paliza. Con el encuentro terminado, Jordan se le acercó y le susurró: “Ten cuidado, nunca hables así con el Jesús negro”.

El reto más tenso del sextete

La anécdota enlaza con el séptimo partido de las Finales de Conferencia de 1998, cuando los Indiana Pacers llevaron al límite las aspiraciones de sextete de los Chicago Bulls. Según Miller, ellos eran el mejor equipo, pero los Bulls simplemente era una máquina engrasada y preparada para ganar el campeonato. Un triple de Steve Kerr, uno de los principales protagonistas del último tramo de la serie, selló el destino del equipo.

La imagen más curiosa, para el recuerdo, es cuando Jordan despide a Larry Bird, entonces entrenador de los Pacers, en el túnel de vestuarios. “Ahora puedes ir a practicar más tus habilidades con el palo de golf”, le suelta MJ. Su competitividad y mala leche, medio en broma, medio en serio, alcanzaban mucho más allá de la pista.

El padre de Kerr, la conexión con MJ

Steve Kerr y Michael Jordan nunca han hablado sobre sus padres. Ambos los perdieron más o menos en la misma época, y ambos usaron ese dolor para tirar adelante con sus respectivas trayectorias. El relato del asesinato del padre de Kerr a manos de dos radicales en Beirut, Líbano, donde dirigía la American University, vuelve a recuperar el componente más emocional de la serie.

El relato con Kerr, y algunos paralelismo, sirve para poner de relieve el respeto que Jordan tiene por sus excompañeros, por mucho que se las hiciera pasar canutas. A Kerr le dio un puñetazo en el ojo, pero con un triple ganador en las Finales de 1997 contra los Utah Jazz, el base de los Bulls se ganó el respeto definitivo de su compañero de equipo. Jordan era malo, apretaba mucho, pero en el fondo entendía la lucha de todos los que compartían su camino de exigencia desmedida.

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Con fiebre o sin fiebre, pobres Jazz

En la lucha, las víctimas fueron muchas. Los Utah Jazz, un tremendo equipo, se toparon con el muro de los Bulls en los dos últimos títulos del equipo de Phil Jackson. John Stockton y Karl Malone tuvieron una carrera legendaria y se quedaron sin título por coincidir en el tiempo con ese equipo. Las batallas entre ellos fueron tremendas, pero los Bulls siempre mostraron que tenían ese punto especial, igual que contra los Pacers. Nadie les podía ganar si ellos no querían que así fuera.

Una de las anécdotas más espectaculares de la carrera de Michael Jordan es su partido de la gripe, el quinto de las Finales de 1997. Visiblemente enfermo, MJ enchufó 38 puntos a su rival y dejó a los Bulls a un paso de su quinto título. Ahora, Jordan ha confirmado lo que muchos se temían: no tenía la gripe, ni fiebre, simplemente se había intoxicado por comer una pizza en mal estado a las once de la noche el día antes del partido. Eso no quita, claro, que estaba enfermo. Para el marketing constante que era el 23, quedaba mejor bautizar la gesta como Flu game, y no Food poisoning game.

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Dominio y Rodman haciendo lucha libre

En las Finales de 1998, los Jazz querían redimirse de sus fantasmas. Compitieron como nunca, y lo hicieron de miedo con una sola excepción. En el tercer partido de las Finales, los Bulls les dejaron en 54 puntos, la anotación más baja en un partido de la NBA (hasta entonces) desde que se instauró el reloj de posesión en la liga. ¡Y en unas Finales! Aunque fue un mal día, dejó claro de lo que realmente eran capaces los de Chicago. Utah, en esa época, era de los mejores equipos ofensivos de la liga.

Lo que pasó después no era previsible, en parte. Dennis Rodman se saltó un entrenamiento en plenas Finales de El último baile
para aparecer en televisión haciendo lucha libre junto a Hulk Hogan. Una auténtica locura de la que salió vivo porque Phil Jackson entendía que él era así, y que eso no iba a afectar a su rendimiento sobre la cancha. Evidentemente, los medios se cebaron con esa historia, pero en el cuarto encuentro, Rodman dejó claro que podía distraerse como quisiera, consiguiendo 14 rebotes y 6 puntos para contribuir al triunfo del equipo.

The Last Shot

Un relato como The Last Dance no sería posible sin el conocido como The Last Shot, un tiro para sellar el legado de un coloso del deporte y el baloncesto. Michael Jordan selló su leyenda con un par de jugadas mágicas, primero entrando hasta la cocina de los Jazz y después robando un balón a Karl Malone para subir al contraataque y meter un tiro de auténtico asesino. Punto y final. Seis anillos, un tiro precioso por su forma y significado, un adiós perfecto para poder narrarlo hasta la saciedad en los libros de historia.

¿Y si hubieran sido siete anillos?

Según los protagonistas, ese fue el destino de los Bulls, terminar por todo lo alto. La dirección de Chicago, la misma que acertó en la gestión del equipo hasta entonces, fue la que sentenció antes de tiempo a la veterana plantilla. Phil Jackson no quiso cambiar de planes, y se ciñó a su guión. Si era el último baile, iba a ser el último baile. “Hubiera firmado otro año, lo hubiera hecho. Todavía no puedo aceptar el hecho de no haber luchado por el séptimo anillo. Es algo que no puedo aceptar”, concluye Jordan.

Tras ganar el anillo y celebrarlo, los Bulls se reunieron en su pista de entrenamiento. Todos escribieron bonitas eulogias para esa etapa de sus vidas, y lanzaron los papeles en una hoguera. “Fue un momento poderoso”, recuerda Kerr. Jordan compartió un poema con sus compañeros, que vieron ahí de nuevo al Mike más humano. Fue un imbécil, pero fue un buen compañero, un competidor único, el mejor de la historia.

¿Qué haremos ahora que se nos ha acabado también The Last Dance? Veremos si la NBA da noticias pronto sobre su posible regreso a la competición este verano.


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