El juicio del 13-N revive en Francia el trauma de sus peores atentados


Francia vuelve a mirar a la cara a sus monstruos. Y a reabrir heridas que todavía no han cicatrizado. Casi seis años después de la oleada de atentados en París que, el 13 de noviembre de 2015 dejaron 130 muertos y cientos de heridos, comienza este miércoles en la misma ciudad el juicio contra los acusados por el ataque yihadista más grave hasta el momento en Francia y uno de los peores de Europa. El “juicio del siglo” se celebra además en pleno recrudecimiento de la amenaza islamista tras la victoria talibán en Afganistán, que según los expertos podría envalentonar a los extremistas de todo el mundo. En la mente de muchos franceses está también el horror revivido hace solo un año, cuando Francia sufrió una nueva ola de atentados, incluida la brutal decapitación de un profesor de instituto, Samuel Paty, tras el comienzo de otro proceso clave de ese terrible 2015: el juicio por los atentados contra la revista satírica Charlie Hebdo y un supermercado judío, también en París.

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El del 13-N será un proceso colosal en todos los sentidos: han sido cinco años de instrucción que han dejado 542 tomos de expediente y una acusación de 348 páginas. Las 1.765 personas de una veintena de nacionalidades que se han constituido en parte civil estarán representadas por 300 abogados durante los ocho meses largos que se calcula durará el juicio, en el que el terrorismo y la inmigración irregular prometen ser temas candentes, ya que el proceso coincide con la campaña presidencial. Entre los numerosos testigos llamados a declarar, hay altas personalidades como el entonces presidente francés, François Hollande, su ministro del Interior, Bernard Cazeneuve, o el también fiscal de la época, François Molins.

Un tribunal especial compuesto de nueve magistrados juzgará a los 20 acusados, representados a su vez por otra treintena de abogados. 14 de los procesados estarán presentes en la sala, mientras que otros seis son juzgados en ausencia (en su mayoría se los cree muertos en ataques en la zona sirio-iraquí). Pero las miradas se dirigirán con seguridad sobre todo hacia uno: Salah Abdeslam, el único superviviente de los tres comandos que la noche del 13 de noviembre de hace seis años sembraron, en un atentado reivindicado por el autodenominado Estado Islámico, nuevamente el pánico en las calles de París y en todos los franceses.

Cadena de ataques

El horror comenzó a las 21.16 horas de ese viernes 13 cuando, cerca del Estadio de Francia, donde se jugaba un amistoso Alemania-Francia en presencia del presidente Hollande y con más de 80.000 personas en las gradas, un kamikaze hizo estallar el chaleco con explosivos que portaba. Poco después, los teléfonos empezaron a sonar en todas las instancias francesas: se habían registrado disparos y explosiones en otras partes de París, una zona de bares del centro y en la sala de conciertos Bataclan.

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No va a ser nada fácil para las víctimas y sus familiares mirar a la cara a Abdeslam y los demás acusados. Algunos ni siquiera podrán acudir al juicio, advierte Samia Maktouf, abogada de unas 40 víctimas, incluido un español que estaba en Le Carillon, uno de los cinco bares y terrazas atacados por uno de los comandos terroristas. “Las víctimas no están nada bien. Muchos de mis clientes están muy afectados física y psicológicamente, y también económicamente”, cuenta desde su despacho en París.

Al igual que solo otros 12 juicios previos, entre ellos el de Charlie Hebdo o el del nazi Klaus Barbie en 1987, el proceso será filmado y guardado en los Archivos Nacionales para la posteridad. Además, se ha establecido un servicio de conexión online para que las víctimas que no se vean capaces de acudir al proceso en el antiguo Palacio de Justicia de la isla de la Cité, en el centro de París, puedan seguirlo mediante una conexión encriptada. Porque todos, presentes y ausentes, “quieren que el proceso tenga lugar”, afirma Maktouf. “Es muy importante para ellos, es absolutamente esencial que, tras seis largos años, se celebre” el juicio en el que esperan, dice, “una especie de reconocimiento” en tanto que víctimas. Asimismo, agrega, “esperan comprender, saber cómo se llegó hasta allí”.

Imágenes imborrables

Para François Molins, el juicio también debe contribuir a “participar en la construcción de una memoria colectiva tanto a nivel nacional como incluso europeo, puesto que son nuestros valores compartidos los atacados por este terrorismo indiscriminado, estas matanzas masivas”, dice en un encuentro con periodistas europeos. Por ello es imprescindible que tenga lugar el juicio, por muchas heridas que reabra. Él mismo dice que lo que vio aquella terrible noche en la que fue una de las primeras autoridades en visitar los lugares atacados, le persigue hasta hoy. “Hay imágenes muy fuertes que no olvidaré jamás. Las de las terrazas y todos esos cuerpos tirados en el suelo. Las del Bataclan, con ese amasijo de cuerpos en el foso. Y los sonidos: el concierto del Bataclan estaba siendo grabado y no se interrumpió durante el ataque. Lo más terrible es que se escuchan ráfagas de disparos, pero también muchos tiros separados. Son las ejecuciones”, rememora con gesto sombrío el hoy fiscal general del Tribunal Supremo francés en su oficina en el Quai des Horloges, a solo unos pasos de la sala de 700 metros cuadrados construida en el Palacio de Justicia para celebrar el macrojuicio.

Todo el recinto estará especialmente protegido el tiempo que dure el proceso, hasta finales de mayo. El ministro del Interior, Gérald Darmanin, llamó además esta semana a todos los responsables de la seguridad del país a un “alto nivel de vigilancia” ante una potencial amenaza terrorista “tanto exógena como endógena”. Una precaución que, en vista de la oleada de ataques durante el proceso de Charlie Hebdo el año pasado, no es banal, considera Molins. “La amenaza [terrorista] ha evolucionado, pero como decía el jefe de los servicios de inteligencia, ‘la bestia no ha muerto’”, señala. “El Estado Islámico ya no tiene capacidad para proyectar a actores para realizar este tipo de acciones, pero el yihadismo ha sufrido una metástasis: cuando se ve la evolución en el Sahel, en África del Este y del Oeste, en Afganistán, se ve que el problema no está superado. Además, está ese ‘yihadismo atmosférico’, como dice Gilles Kepel, con gente permeable a una ideología que sigue presentando a Francia como el enemigo número uno del islam y los musulmanes. La amenaza sigue ahí”.

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