Ucrania y Rusia se acusan mutuamente de prepararse para una guerra inminente. Mientras ambos países mantienen los canales diplomáticos prácticamente cerrados, Moscú ni afirma ni desmiente los informes estadounidenses que alertan sobre un despliegue de tropas rusas en la frontera con Ucrania: un total de 114.000 militares, tanques y artillería. “Vemos una campaña de desinformación intencionada”, asegura el Kremlin. “Es un intento de retratar a Rusia como la parte que amenaza al proceso de paz [del conflicto armado entre ambos países, que concluyó con un frágil acuerdo de paz a finales de 2014]”, añadió el portavoz del presidente ruso, Vladímir Putin. Moscú acusa Kiev de tener “planes agresivos” que intenta camuflar. “Y por agresivo me refiero a intentar resolver el problema del sureste [de Ucrania] con el uso de la fuerza”, añadió el portavoz.
Putin dio la pasada semana una clave sobre la situación actual en el este de la antigua república soviética: “Nuestras últimas advertencias han tenido cierto efecto. No obstante, la tensión ha resurgido allí. Es importante permanecer en ese Estado el mayor tiempo posible, para que no se les ocurra provocar ningún conflicto innecesario en nuestras fronteras occidentales”, dijo el presidente ruso en un discurso en el club de debate Valdai. Su portavoz ha reforzado esta idea el lunes: “Kiev se está reforzando y le están ayudando a reforzarse. Están proporcionando a Kiev una cantidad elevada de armas, incluidos arsenales modernos y de alta tecnología”. El Kremlin acusa a los países miembros de la OTAN de aportar a Ucrania armas con las que el país puede llevar a cabo lo que Moscú considera “provocaciones”.
Como mar de fondo de estas declaraciones resuena otro conflicto: el que enfrentó a Azerbaiyán con Armenia el año pasado, con la victoria del primero, en Nagorno Karabaj. Ahí se usaron drones turcos (del modelo Bayraktar TB2) que permitieron una rápida y efectiva ofensiva azerí. El ejército ucranio se hizo con ellos y los utilizó por primera vez contra los separatistas de la región del Donbás a finales de octubre, lo que ha encendido las alarmas en Rusia. El Servicio de Inteligencia Exterior de Rusia ha hecho hincapié en la amenaza del nuevo ejército ucraniano, muy diferente al que fue vencido en 2015 por la intervención de varias brigadas acorazadas rusas. “EE UU y sus aliados están intentando introducir armas en Ucrania, y están animándola a usarlas, incluidos vehículos aéreos de combate no tripulados, para provocaciones militares”, ha asegurado el espionaje ruso en un agresivo comunicado difundido este mismo día.
“La política provocadora de EE UU y de la Unión Europea, que refuerza deliberadamente el sentido de impunidad de Kiev, es motivo de extrema preocupación. Observamos una situación similar a la de Georgia en vísperas de los acontecimientos de 2008. Entonces Mijaíl Saakashvili rompió la baraja y trató de destruir a los civiles y a las fuerzas de paz rusas en Osetia del Sur. Le costó caro”, ha advertido la inteligencia rusa. Moscú tendría en Donbás un hipotético casus belli para repetir aquella campaña: más de medio millón de personas a las que ha concedido el pasaporte ruso en su lenta, pero ininterrumpida, atracción de aquel territorio.
Asimismo, Putin mantuvo este lunes una conversación telefónica con el primer ministro italiano, Mario Draghi, en la que le reiteró su preocupación “por los pasos provocadores de Kiev” en la región del Donbás y “su uso de armas prohibidas”. El líder ruso también reiteró su disposición “para mantener el suministro de gas a Europa sin interrupciones a largo plazo”.
Las acusaciones rusas han sido desmentidas por Kiev. El ministro de Exteriores, Dmytro Kuleba, afirmó este lunes que Moscú “aumenta la intensidad de su desinformación” en el conflicto porque “Ucrania no está planeando ninguna operación militar ofensiva en el Donbás, esto es oficial”. Kuleba, que en una entrevista reciente de EL PAÍS señaló la nueva amenaza que se cierne sobre su país por el flanco bielorruso ante la cercanía de Minsk y Moscú, exhortó esta jornada a Rusia a participar “de forma constructiva” en los esfuerzos diplomáticos de Kiev, Berlín y París para revivir el Cuarteto de Normandía, donde se negocia una solución para el este de Ucrania.
Y en medio de la “guerra informativa” que alimenta el recelo contra la OTAN, la prensa rusa se hizo eco esta jornada de unas oportunas declaraciones del exalmirante que fue responsable de la Flota del Norte cuando se hundió el Kursk. Vyacheslav Popov dijo, “sin tener pruebas”, como él mismo reconoció, que el navío no se hundió por un fallo de un torpedo, sino porque un submarino de la Alianza Atlántica chocó con él y luego se escabulló. El Kremlin declinó valorar estas afirmaciones. “Hubo una investigación y llegó a una conclusión final, no queremos comentar otras hipótesis”, respondió el portavoz de Putin a los periodistas.
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