Con Luis Aragonés empezó todo. El seleccionador presente en el banquillo del Soccer City de Johannesburgo el 11 de julio de 2010 fue Del Bosque, pero como mínimo una punta de la estrella que la Selección bordó aquella gloriosa noche en su camiseta le pertenece al ‘Sabio de Hortaleza’. A buen seguro que el propio Vicente coincide en aseverarlo. Porque sin querer restar mérito a éste último, que supo darle continuidad a un equipo ganador (y no es fácil), resulta imposible entender el ciclo más triunfante la Roja sin tener muy presente que el responsable de emprender ese camino fue el ‘Zapatones’ Luis Aragonés.
Conociendo lo sucedido, uno afirma sin miedo a equivocarse que Luis Aragonés estaba destinado a ser seleccionador de España, pero lo cierto es que no le llegó esa suerte hasta los 65 años. A la edad establecida para la jubilación, Aragonés se hizo cargo de la Roja para renovar la misma y cambiar la historia de un combinado hasta entonces perdedor por h o por b. “Sólo pido que todos estén más unidos en torno a la Selección y que se logre hacer un equipo de España, porque hasta ahora la historia nos dice que no ha sido así”, dijo en las páginas de Mundo Deportivo tan solo un par de días después de que el 1 de julio de 2004 hubiese sido confirmado como el sucesor de Iñaki Sáez. Y lo consiguió con creces.
Sin embargo, no lo tuvo nada fácil. Tomó decisiones controvertidas como el hecho de prescindir, entre otros, de Raúl González. Y fue salvajemente criticado. Pero no le tembló el pulso, ni entonces ante dichos ataques ni para entregarle las llaves del equipo a los ‘locos bajitos’. Esos a los que ahora todos elogiamos, pero que ni mucho menos generaban consenso cuando Luis Aragonés dio aquel golpe de timón. “¿Para qué estamos aquí? ¿Para no sé qué que dice la prensa de cuartos? No. Los pensamientos de ese tipo los desterramos. Yo ya tengo ganas de, como entrenador, ganar. Ganar una Copa de Europa y ganar un Mundial. Y ustedes tienen categoría y calidad para conseguirlo. Hemos ganado todo en categorías inferiores. Todo lo ganamos. ¿Por qué aquí no?”, le dijo a los jugadores en una charla durante la concentración previa a la Euro 2008. ¡Y cuánta razón tenía!
La charla del Ernst Happel
Más allá de lo que consiguió en cuanto a modificar por completo el estilo de juego de la Selección, pasando de uno entre gris e indefinido a uno lleno de colorido y con el buen trato al balón como protagonista, las charlas de Luis Aragonés conforman un maravilloso legado imborrable. No se hicieron públicas entonces, pero sí a posteriori, y además de ser una delicia para el aficionado, bien valen para entender por qué tuvo éxito aquel equipo ganador.
Hubo varias a destacar, como la ya citada anteriormente, pero por encima de cualquier otra está la que tuvo lugar la tarde del 28 de junio de 2008 sobre el césped del Ernst Happel de Viena. “Del subcampeón no se acuerda nadie. Nosotros hemos venido aquí a ganar la Copa de Europa. ‘¿Eres subcampeón de no sé qué?’ ‘¡Bah! El subcampeón…¿Entendido?”, pronunció en lo que a buen seguro, mediante un efecto mariposa que no se puede explicar, acabó convertido en el gol de Fernando Torres ante Alemania en la final del día siguiente.
Aquel encuentro puso el punto final a la etapa de Aragonés en la Selección. Con el mejor de los finales posibles, Luis decidió dar un paso a un lado tras dirigir a España a lo largo de un total de 54 partidos. 38 victorias, 12 empates y tan solo 4 derrotas mediante 103 goles a favor y 34 en contra. “Me marcho. Pero formáis un equipo con el que el que venga, si quiere, puede ganar el Mundial. Fundamentalmente porque os habéis conjurado”, confesó a los jugadores en el autobús de vuelta al hotel tras conquistar la Eurocopa. De nada sirvieron los “’Míster, quédate” y los “¡Te falta un Mundial!” que los jugadores entonaron una y otra vez intentando hacerle cambiar de opinión.
Luis lo dejó como un señor. Se marchó de la Selección entonces y del mundo un fatídico 1 de febrero de 2014. Pero su legado, como su “ganar, ganar y volver a ganar” como forma de entender el fútbol, resulta perenne e imborrable.
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