El lince que sobrevivió a un atropello en el que perdió una pata se ahoga en una balsa de riego



El lince ‘Lucero’ en una cantera de Albacete.

El lince ibérico Lucero era un verdadero superviviente: sobrevivió a una trampa tipo lazo, que le dejó lesiones neurológicas, y a un atropello en 2019, que le provocó la amputación de la pata delantera izquierda. Pero su suerte terminó el 13 de febrero, cuando cayó en una balsa de riego en Albacete de la que no pudo salir, como les ocurre a otros muchos animales que pasan completamente desapercibidos por no pertenecer a especies protegidas de renombre. Tan solo duró tres meses en Albacete, donde se le soltó para que formase un núcleo reproductor con la única hembra que vive en la región. No era la primera vez que vivía en la naturaleza. Lucero nació en 2015 en cautividad, en el centro de La Olivilla (Jaén), y ese mismo año fue liberado en los Montes de Toledo ―era el número 23 de los soltados en Castilla-La Mancha y el número 100 en España―. Allí vivió durante cuatro años y engendró 21 cachorros distribuidos en ocho camadas.

Cuando le arrolló el vehículo, parecía que sus andanzas por el monte habían terminado, pero tuvo otra oportunidad cuando fue seleccionado para acompañar a Quastellana, que había llegado 15 meses antes a Albacete, donde no había linces. Se eligió ese entorno para Lucero, que había pasado dos años en un centro de recuperación tras el atropello, porque su invalidez le hacía muy vulnerable y en esta zona no se podía topar con ningún macho territorial.

No se conoce la procedencia de la hembra, aunque podría haber nacido en Ciudad Real, Jaén o Toledo. Cuando se asentó, los agentes medioambientales la capturaron para conocer su estado de salud e instalarle un dispositivo de seguimiento. Castilla-La Mancha cuenta con 327 ejemplares de lince ibérico en tres núcleos: los Montes de Toledo, Sierra Morena oriental y Sierra Morena occidental. En España y Portugal se contabilizaron el año pasado 1.111 individuos entre adultos y cachorros.

‘Lucero’, sentado en un bloque de piedra, observa a la lince ‘Quastellana’.

No había “mucha esperanza de que esta hembra se quedara por el tipo de hábitat, pero jugaba a su favor la cantidad de conejo [principal componente de su dieta] que hay”, explica Miguel Fajardo, coordinador provincial del cuerpo de agentes medioambientales de Albacete. También abunda el viñedo y el cereal y existen áreas de pino repoblado hace unos 30 años. Contra todo pronóstico, a Quastellana le gustó el lugar y se afincó en las canteras de roca ornamental de arenisca del entorno. “Va de una a otra, porque aunque no lo parezca son lugares con una biodiversidad impresionante, hay tejón y mucho conejo que atrae a las rapaces porque es muy fácil cazar”, explica. Un arroyo cercano le proporciona el agua. “Encontró su zona de confort y se quedó”, apostilla Fajardo.

Una vez que se asentó, la Delegación de Desarrollo Sostenible solicitó un macho para intentar formar un núcleo reproductor y llegó Lucero. Le liberaron en la comarca de Hellín el 6 de noviembre del año pasado, en las canteras donde vivía la que iba a ser su compañera. Al segundo día se encontraron y empezó a recuperarse junto a ella. “Al principio se comportaba igual que en cautividad, tomaba el sol y le aportábamos comida [conejos] de forma complementaria”, relata Fajardo. En enero, ya con más fuerza, comenzó a dejar las canteras y a pasar cada vez más días fuera, lo que indicaba que estaba cazando solo.

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Esos movimientos implicaban un mayor riesgo, sobre todo cuando empezó a cruzar la carretera comarcal de Hellín a Almansa, muy peligrosa por la velocidad que alcanzan los vehículos en las rectas. Los atropellos constituyen la principal causa de muerte de la especie, que salió del peligro crítico de extinción en 2015 y pasó a estar en peligro. “Estábamos temiendo que se topara con un coche”, cuenta el agente medioambiental. En una de estas incursiones llegó a la zona de la balsa de riego.

“Chequeamos todos los lugares con riesgo y así hicimos con la balsa, pero no vimos el peligro porque contaba con una cerca perimetral de dos metros que Lucero no podía superar por su minusvalía y solo había unos pequeños agujeros por donde pensábamos que podría entrar un conejo, pero no un animal que pesaba entre 10 y 12 kilos”, explica Fajardo. Pero se debió meter contorsionándose por los pequeños rotos y cayó al agua “con la fatalidad de que es imposible salir”. Ahora se ha instalado una malla para que los animales que caigan en ella puedan salvarse. Las balsas y los canales de riego se convierten en trampas mortales para miles de animales al año. Ante la cantidad de ahogamientos de especies protegidas que se detectan, la Fiscalía de Medio Ambiente dirigió en agosto del año pasado un oficio a varias comunidades autónomas para que los agentes forestales inspeccionen esas instalaciones. Posteriormente, redactará un informe con las conclusiones.

“No se puede describir la pena que sentimos, estábamos muy ilusionados”, comenta Fajardo. Ahora tienen depositadas sus esperanzas en que Quastellana esté preñada, algo que sabrán en poco tiempo, porque el periodo de gestación es de un par de meses.

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