El mapa de Juan Valbuena



Si algo le fascina a Juan Valbuena (Madrid, 1973) son los relatos. De ahí que siempre haya necesitado narrar. Para llevarlo a cabo tiene que ir despacio, parar, reflexionar. Explorar el territorio y hurgar en las grietas con el fin de acercar a la gente a lugares que no puede visitar y a vivencias que no son las suyas. El periplo le ha llevado a adoptar distintas facetas e ir incorporando distintos elementos a su obra, desafiando de forma continuada la práctica tradicional de la fotografía documental. Una andadura de 21 años que indaga en torno al concepto del viaje, del territorio y la frontera, así como en la memoria individual y colectiva a través de cinco proyectos reunidos en una exposición bajo el título Donde doblan los mapa. Encuadrada dentro de la programación de la sección oficial de PHotoESPAÑA, la muestra podrá verse a partir del 15 de septiembre en la Sala Canal II de Madrid.

“La fotografía de Valbuena no se ve de un primer vistazo”, explica Sandra Maunac, comisaria de la exposición. “Su relación con la imagen implica una exigencia por la cual el espectador deja de ser un simple observador. Sus imágenes no nos abordan como algo puramente espectacular, como una ensoñación o algo de belleza extrema. Existe un detalle que él coloca en cada una de esas imágenes que nos exige acercarnos. Se trata de una necesidad de convertir al espectador en interprete de lo que ve, en participe de lo que observa. La fotografía no es un simple quehacer solitario pare este autor”.
“El mayor desafió ha sido trasladar unas historias o relatos, concebidos inicialmente como libros, a la pared”, confiesa la comisaria. Así la muestra se ha planteado “como un índice recopilatorio de relatos a través del cual el espectador se adentra en las distintas historias”. El recorrido comienza con Dalind (2013-), el último e inconcluso proyecto del fotógrafo llevado a cabo en el Campo de Gibraltar, donde consigue introducirnos en una iconografía completamente diferenciada de lo que se suele tener de esa región marcada por la marginación, la droga y la inmigración. “Dalind es el nombre ficticio de un territorio real, un lugar extraño, salpicado por tópicos y prejuicios sobre sus gentes. Un territorio muy fronterizo”, explica el autor, fundador de la editorial PHREE y miembro del colectivo NOPHOTO. “Un lugar donde aparentemente no pasa nada, pero ocurren muchas cosas. Muchas de las cuales no se pueden fotografiar. Para su desarrollo estoy llevando una estrategia que por primera vez se acerca un poco a la ficción. Mi fotografía se ha ido americanizando y en este proyecto se perciben todas esas influencias. Esta inspirado en la América de la frontera. Trabajo con cámaras grandes, por lo cual no es posible pasar desapercibido dentro de esté territorio ‘hostil’. Uno no puede robar una foto. Me obliga a conversar con la gente”. A desentrañar el misterio a través de una serie de retratos y paisajes que se dan réplica entre sí. Rostros donde se percibe la huella de una poderosa geografía y escenarios donde parece resonar las vidas de sus habitantes. “Voy en busca de aquello a lo que Steiner se refería como el eco fértil de la imágenes”, añade el fotógrafo.
A su afán por comprender las cosas sobre el terreno alentado por su curiosidad, se suma su irrefrenable deseo de narrar. De ahí que la fotografía a veces le quede corta al fotógrafo, consciente de las limitaciones y la naturaleza polisémica del medio. “Yo ya no pienso nunca en fotos. Pienso en libros. Pienso en proyectos. Pienso en un libro que cuente una cosa que quiero contar”, confiesa el autor al periodista Alfonso Armada, en una conversación que se incluye dentro del catálogo que acompaña a la muestra. “Lo que me está pasando es que la palabra está adquiriendo más y más fuerza. Proyecto tras proyecto siento cada vez más necesaria la palabra y más insuficiente la fotografía”.
Así, la palabra aparece en forma de diario en Noray (1999-2012); un viaje en blanco y negro que comienza en Cádiz y llevará al autor hasta Atenas. Donde las similitudes entre ciudades destacan más que sus diferencias. “Por entonces tenía una idea de la fotografía un poco distinta de la que tengo ahora: más afrancesada, menos compleja, más preciosista. Confiaba más en la fotografía. Así, este proyecto es un reflejo del fotógrafo que yo quería ser, influido por la literatura y la poesía. Alguien que recorría el mundo con su cámara transmitiendo las emociones del viaje”, destaca el fotógrafo.
La serie se exhibe en la primera planta, en diálogo con Un lugar de la Mancha (2006-2020), una reconstrucción de la memoria visual de la familia del autor. Una historia personal que pasa a ser una historia compartida, e indaga en la relación con el territorio del cual somos originarios. Para ello el fotógrafo hace usos de la fotografía vernácula, consciente de la carga de emoción y veracidad que atesora como un antídoto ante la sobreabundancia y la vacuidad de muchas de las imágenes que nos inundan. Es quizás en la foto partida por la mitad, en la que salía retratado su abuelo Darío junto a otros niños, guardada en un álbum de caña de la familia, donde se encuentre la semilla de la atracción que manifiesta el autor por lo encubierto. “Esa invisibilidad es la que va a guiar la mayoría de sus proyectos. Todas sus series son un intento de revelar lo oculto o difícil de fotografiar”, apunta la comisaria.
Salitre (2009-2014) ocupa la segunda planta de la sala. “Supone un antes y un después en su forma de entender la fotografía y el papel y la responsabilidad del creador de una imagen en nuestra sociedad”, destaca Maunac. El autor se adentra en la experiencia de doce senegaleses residentes en un piso patera de 50 metros cuadrados, en el barrio madrileño de Lavapiés .“Me di cuenta que lo de menos importante dentro del proyecto eran las imágenes que yo pudiera hacer: retratos y tomas del interior de la casa. De ahí que decidí dar voz a los habitantes del lugar y entregar a cada uno una libreta donde anotar sus experiencias”, cuenta el fotógrafo. Así las libretas se fueron llenando de dibujos, anotaciones, fotografías y otros documentos que ahora componen un duro relato de primera mano que evidencia la decepción y los sueños rotos de aquellos que arriesgaron y dejaron mucho atrás con el fin comenzar una nueva vida.
En 2008 Valbuena se implica en un complejo y ambicioso proyecto que le adentra en la intrincada relación histórica entre España y Guinea Ecuatorial y cuyo resultado es Ojos que no ven, corazón que no siente (2008-2018). Un trabajo determinado por la escasez de imágenes de archivo y la imposibilidad de hacer nuevas, articulado en torno a la publicación de un periódico con la voluntad de convertir la crónica histórica de dos siglos en una actualidad política. Esto periódicos elaborados por el autor se presentan en la tercera planta junto con cinco pantallas de televisión, donde a modo de noticia actual se resume ese largo periodo de historia compartida que se entrecruza con la historia de la fotografía. “Creo que es un proyecto muy transgresor en su voluntad de construir una contra información sobre un episodio que ha sido completamente dejado de lado. Y donde se pone el énfasis en el ser humano. La historia no está hecha solo de datos y cifras sino que implica a todos aquellos personajes afectados por los distintos acontecimientos. Son estos los que se convierten en los verdaderos protagonista de este proyecto”, destaca la comisaria.
La última planta del edificio se ha llenado de luz con el fin de conseguir un ambiente de biblioteca, donde una mesas circulares reúnen todo tipo de curiosidades que han servido de germen en la elaboración de la obra. “Se ha convertido simbólicamente en el cerebro del autor”, matiza Maunac. “Nos adentramos en su cabeza, en su laboratorio y en su forma de trabajar, en sus obsesiones por sacar a luz historias silenciadas u ocultas. En su necesidad de ir sumando para construir una historia”. “Juan Valbuena no se define como autor”, escribe François Cheval en el catálogo. “Es simplemente un hombre despojado de lo falso y lo inmediato. Mientras que la práctica fotográfica parece nacer de lo nuevo, él se levanta, dispuesto a rechazar, sin remordimientos, pero con una voluntad implacable, los vestigios anteriores”.
Juan Valbuena. Donde doblan los mapas. Sala Canal Isabel II. Madrid. Desde el 15 de septiembre al 15 de noviembre


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