La pesca continental
Haroon Chapola y sus vecinos de Maganga (Malawi) pescan en el lago que da nombre al país. Son un ejemplo de pesca continental (la que se realiza en lagos y ríos). “La producción pesquera continental está tremendamente infrarregistrada”, avisaba Xavier Basurto, de la Universidad de Duke (EE UU).
El informe bienal de la FAO sobre el estado mundial de la pesca y la acuicultura (SOFIA, por sus siglas en inglés), reconoce que faltan datos acerca de este tipo de capturas. “Pero de los 10 primeros países en pesca continental, cinco están entre los menos desarrollados del mundo”, apunta Manuel Barange, directivo de la agencia. “Eso significa que esa actividad es fundamental para su alimentación”, añade. Barange advierte de la necesidad de controlar cuestiones como el uso excesivo de agua o el impacto del cambio climático sobre los lagos y ríos para proteger este tipo de pesca.
Es lo que le ocurrió a los habitantes de Maganga, una aldea en la orilla sudoeste del lago Malaui, en el país del mismo nombre. Las autoridades les impidieron pescar en la zona del lago donde llevaban faenando “desde tiempos inmemoriales”, según explicaba a Planeta Futuro su portavoz, Haroon Chapola. Su falta de estudios les impedía defender su caso, y fue necesaria la intervención de diversas asociaciones para que se enteraran de sus derechos y consiguieran cambiar la decisión gubernamental.
El de la falta de acceso o las limitaciones que ponen en riesgo la economía de estas comunidades es un problema global. Gerald Miles, de la ONG por la conservación de los recursos naturales Rare, defendía que el trabajo con grupos afectados por áreas reservadas puede mejorar su pesca y al mismo tiempo mejorar el estado de las poblaciones. Proyectos en Filipinas, Indonesia o Brasil protegiendo los derechos de los pescadores han visto aumentos de entre el 111% y el 390% en la cantidad de peces fuera y dentro de las reservas. “Ha habido cambios clave en conocimiento, actitudes y comunicación”, aseguraba.
“A veces la gente piensa que somos analfabetos”, se quejaba el senegalés Gaoussou Gueye, presidente de la Confederación Africana de Pesca Artesanal. “Pero uno puede saber leer y escribir y ser un analfabeto, y viceversa. ¿O cuántos en esta sala saben manejar un GPS?”, retaba a los asistentes. Gueye lamentaba el poco respeto hacia quienes se dedican a estas actividades, especialmente en el continente africano. Y recalcaba la necesidad de que haya organizaciones fuertes para defender los derechos de estas comunidades y mejorar la colaboración y gestión entre quienes dependen del mar para vivir.
“Entendemos que no puede existir un buen manejo de la pesca sin organizaciones sólidas”, coincide Carlos Fuentevilla, experto de la FAO en Barbados. En esta nación insular caribeña y otras islas de la zona, los pequeños pescadores son clave para el sostenimiento de miles de familias y también para la producción de comida en lugares que producen muy poca y se ven obligadas a importar la mayor parte de lo que consumen. “Cada uno va a lo suyo, somos muy individualistas”, reconocía a EL PAÍS Vernall Nicholls, representante de los pescadores de la región. Y la unión, dicen, hace la fuerza. O al menos te da visibilidad.
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