Sandro Veronesi (Florencia, 1959) apoya cuidadosamente la aguja en el primer surco del disco y empieza a sonar Led Zeppelin en su estudio, un pequeño anexo lleno de libros en la casa de un barrio residencial romano junto a los jardines de Villa Pamphili. El escritor recuperó hace poco un amplificador Marantz, un viejo tocadiscos Thorens y una pareja de altavoces AR-6 de su vieja casa toscana. El mismo equipo que conserva en la consulta Marco Carrera, un oftalmólogo que viaja a las entrañas del dolor y logra algo tan contracultural en estos tiempos como mantenerse durante 40 años inmóvil, usando toda su energía contra el tiempo tal y como hacen esos diminutos pájaros capaces de aletear hasta 75 veces por segundo. Un héroe silencioso, corriente y discreto, metido de lleno en el ojo del huracán de una tragedia contemporánea. El protagonista de El colibrí (Anagrama y Edicions del Periscopi), el libro que revolucionó la escena literaria italiana el año pasado y le dio el premio Strega a su autor, es todo lo contrario de Veronesi. “Sobre todo, es mejor tenista que yo”, sonríe detrás de la mascarilla.
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La voz de los intelectuales contra la política de Salvini
Cuando Matteo Salvini llegó al poder en 2018 encontró un camino asfaltado para llevar a cabo sus políticas. Muy pocos intelectuales, artistas o músicos antiguamente vinculados a la izquierda levantaron su voz contra algunos de los atropellos humanitarios que cometió. Sandro Veronesi fue el primero y desató toda una corriente, a la que se apuntaron figuras como Roberto Saviano o Michela Murgia. “Lo que se traía entre manos Salvini iba contra un argumento básico de la historia, el del mutuo socorro, y si eso no existe no hay civilización en la que creer”.
Veronesi echó de menos algunos cantantes, o “celebrities’ que habrían sido muy útiles como testimonio popular para combatir el populismo”. “Se pusieron de perfil, porque habrían perdido una parte importante del público. Pero si yo fuera un músico y me hubieran gritado que cantase y callase, habría perdido la cabeza. Le habría dicho: ‘Devuélveme los besos que te diste con tu novia escuchando mis canciones! ¡Vete a tomar el por el culo!’. Pero muchos optaron por el aspecto mercantil del tema”.
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