El momento de Saqqara

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En la Antigüedad, la vasta necrópolis faraónica de Saqqara, hoy a unos 30 kilómetros al sur de El Cairo, era un lugar bien ajetreado. Durante el día, los sacerdotes encargados de rendir culto a los antepasados, sobre todo a los faraones, se mezclaban con los familiares que visitaban a quienes yacían allí enterrados. Por la noche, habilidosos ladrones iban a saquear el cementerio atraídos, sobre todo, por los objetos de valor del interior de las tumbas.

Hoy Saqqara ofrece una estampa bien distinta. La meseta rocosa que antaño se destinó a albergar los sepulcros reposa ahora bajo una densa capa de arena procedente del desierto del Sáhara que se extiende de este a oeste y que se ha acumulado durante milenios. Y los sacerdotes y saqueadores hace ya tiempo que dejaron paso a grupos de turistas de los que ahora, en plena pandemia, tampoco hay rastro.

Algo se mueve bajo la arena, por Jacinto Antón

Bajo tierra, sin embargo, el frenesí es creciente. En los últimos años, misiones arqueológicas han anunciado con pompa y a un ritmo trepidante múltiples hallazgos desde los yacimientos que encierra la histórica necrópolis, convertida en uno de los principales focos de atención de los egiptólogos y en una de las grandes apuestas de las autoridades locales para promover su rico patrimonio cultural.

“Saqqara siempre revela muchos secretos”, reconoce el famoso arqueólogo egipcio Zahi Hawass desde el interior de una carpa levantada a pocos metros del yacimiento en el que ahora ha fijado sus ojos, a la sombra de la desgastada pirámide de Teti, el primer rey de la Sexta Dinastía, hace más de 4.300 años.

Gracias a haber servido de cementerio a la antigua capital egipcia de Menfis durante unos 3.000 años —de la primera dinastías a la época cristiana— Saqqara se considera una de las mayores necrópolis reales del mundo, y como tal lleva siglos cautivando a locales y foráneos. Aquí descansan numerosas pirámides, de entre las que sobresale la de piedra escalonada de Djoser, la más antigua de la que se tiene constancia. Y de sus profundidades se han desenterrado perlas como el texto religioso más antiguo de Egipto —y uno de los más tempranos de la historia— y las tumbas de un sinfín de reyes y reinas, oficiales, funcionarios, nobles e incluso de quien fue nodriza de Tutankamón.

En los últimos años Saqqara ha vuelto a hechizar al mundo con nuevos hallazgos. En abril de 2018 se encontró un taller de embalsamadores subterráneo a los pies de la pirámide de Unis que dejó al descubierto el dinámico negocio alrededor de la momificación. A finales de ese año, se descubrió la tumba de un sacerdote de alto rango del Imperio Antiguo, Wahtye, que Netflix convirtió en documental. Y en 2019 se halló otra tumba bien conservada de hace más de 4.000 años perteneciente a un funcionario y noble de la Quinta Dinastía, Khuwy, así como el nombre hasta entonces desconocido de la reina Setibhor, que vivió en la misma época.

“En Saqqara, donde sea que excaves encuentras algo”, admite Ola El Aguizy, que lidera una misión en la necrópolis y es exdecana de la Facultad de Arqueología de la Universidad de El Cairo.

Esta vorágine de descubrimientos no ha dado tregua en los últimos meses. En noviembre de 2020, las autoridades anunciaron que habían encontrado más de cien sarcófagos cerca de la pirámide de Djoser, en el mayor hallazgo del año y solo dos meses después de haber hecho público el descubrimiento de decenas de sepulcros intactos más. Para recibir al 2021 por todo lo alto, Hawass anunció a mediados de enero que había encontrado otros cientos de ataúdes y vestigios del Imperio Nuevo, además de haber dado con el nombre de una reina, Neith, de quien él mismo había encontrado la pirámide —pero no el nombre— en 2010.

Para Hawass, lo más interesante de esta última cascada de descubrimientos es cómo pueden ayudar a comprender mejor la época del Imperio Nuevo, período que comprende entre los siglos XVI y XI antes de la era actual. “Ya sabemos la historia de Saqqara en el período tardío [de los siglos VII al IV antes de la era actual]”, asegura el arqueólogo, “ahora estamos añadiendo una página en la historia del Imperio Nuevo”.

“Estos descubrimientos añaden mucha información para entender la historia del Antiguo Egipto, ya que revelan algunos misteriosos secretos sobre las costumbres funerarias, la momificación, las creencias y las familias reales”, agrega Mohamed Megahed, que dirige una misión de exploración en el sur de Saqqara y halló la tumba de Khuwy. Hawass, por su parte, también cree que la cerámica que se está descubriendo últimamente arroja luz acerca de las relaciones exteriores de la época. “Tenemos cerámica procedente de Palestina, de Siria, de Creta, trayéndonos aceite durante el Imperio Nuevo”.

El Aguizy nota que, más que reescribir la historia del Antiguo Egipto, la mayoría de estos descubrimientos están ayudando a cubrir lagunas de información. “Hay documentos sobre estas personas [de las que se descubre una tumba] y objetos suyos en museos en el extranjero, así que ya sabemos que existe un hombre llamado de tal o cual forma”, apunta la arqueóloga.

Una reina humilde

El caso más reciente es el de la reina Neith, de quien Hawass había encontrado la pirámide hace una década, pero nunca su nombre. “Esta reina tenía el título la hija del Dios de la Tierra, que es la primera vez que aparece en la Dinastía VI. Este se daba a las reinas que no tenían un origen real y es por eso que [el faraón y su marido] Teti no la añadió en su árbol familiar, porque procedía de la gente corriente”, observa Hawass.

Hasta qué punto los descubrimientos anunciados en Saqqara, especialmente en el último año, podrán seguir ampliando todavía más el conocimiento de la época es difícil de determinar. En este sentido, las ruedas de prensa para dar a conocer los últimos hallazgos se han convertido en auténticos espectáculos en los que se ha abierto un ataúd en directo y se ha realizado por primera vez en el escenario un examen con rayos X a una momia. Pero los resultados de todos estos descubrimientos siguen sin haber sido publicados oficialmente.

“Sería exagerado decir que estos descubrimientos cambian cómo vemos la historia del Antiguo Egipto”, asegura Campbell Price, comisario de la sección de Egipto y Sudán del Museo de Manchester, que también ha trabajado algunos años en Saqqara. “En esencia, los hallazgos más recientes enfatizan el uso de este lugar no solo en el Imperio Antiguo sino siglos después” agrega Price, que cree que “de algún modo, los descubrimientos más recientes son ‘más de lo mismo”. “Veo una cierta desesperación en los anuncios y el objetivo parece ser atraer la atención sobre Egipto”.

En el futuro cercano, todos los arqueólogos consultados apuntan a su expedición como una de las que más sorpresas podría ofrecer. “Saqqara es toda importante, [hay que fijarse] en todas partes”, admite Megahed. “No debería sorprendernos escuchar sobre un nuevo descubrimiento en Saqqara cada día, porque es un cementerio enorme”, agrega, y “cada uno contribuye a ampliar nuestro conocimiento de la historia y de la sociedad de entones”.

Hawass avanza que en su caso ya acaricia el próximo descubrimiento. “Este pozo se sumerge 26 metros y todavía no hemos encontrado la cámara funeraria, aunque por la cerámica parece que sea del Imperio Nuevo”, desliza. “Esto significa que la cámara debería encontrarse intacta”.


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