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El movimiento Me Too en China lucha por continuar adelante pese a los peligros de la denuncia pública


Las acusaciones eran estremecedoras. “Me llevaste a tu habitación y, como sucedió en Tianjin hace más de diez años, querías tener sexo conmigo. Tuve mucho miedo esa tarde, no esperaba que las cosas sucedieran así… ¿Por qué volviste a buscarme, me llevaste a tu casa y me obligaste a tener sexo?”. La denuncia aparecía publicada, antes de desaparecer de modo fulminante en cuestión de minutos, el 2 de noviembre en la cuenta en Weibo —el Twitter chino— de la tenista de élite Peng Shuai. El hombre al que acusaba de violación era Zhang Gaoli, ahora retirado pero que entre 2013 y 2018 fue viceprimer ministro y uno de los hombres más poderosos de China.

El de Peng es, con diferencia, el caso de mayor envergadura desde que hace tres años comenzaron a surgir denuncias del incipiente movimiento Me Too chino. Y uno de los que mejor ilustra las dificultades a las que se enfrentan las mujeres chinas que deciden romper los tabúes y denunciar abusos y violencia sexual.

Dos semanas después de su acusación, nadie ha vuelto a ver a Peng, y se han disparado las sospechas de que se encuentra retenida por las autoridades chinas. El presidente de la Asociación de Tenis Femenino (WTA), Steve Simon, denuncia que ha intentado contactar con ella de varias maneras pero no lo ha conseguido. Un supuesto correo electrónico escrito por la tenista y divulgado por la cadena estatal de televisión CGTN asegura que se encuentra “descansando” y niega que sean verdad las acusaciones que aparecían en su cuenta de Weibo. El correo solo ha servido para crear más inquietud sobre su paradero.

Los llamamientos a que se esclarezca su situación se han multiplicado en la comunidad internacional, desde Gerard Piqué a Serena Williams, pasando por la WTA e, incluso, la propia ONU. “Sería importante tener una prueba de dónde está y saber si está bien. Solicitamos encarecidamente que se desarrolle una investigación con total transparencia sobre sus alegaciones de agresión sexual”, ha declarado este viernes en Ginebra la portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de Naciones Unidas, Liz Throssell.

Pero las posibilidades de que Peng triunfe y se imponga sobre un hombre que formó parte del nivel más exclusivo de poder en China, el Comité Permanente del Politburó del Partido Comunista, son muy limitadas. “Ha presentado alegaciones contra un hombre muy poderoso”, reconoce Yaqiu Wang, de Human Rights Watch.

De momento, las autoridades chinas siguen dando la callada por respuesta a las preguntas sobre ella. Los portavoces del Ministerio de Exteriores mantienen silencio sobre el caso, que aseguran desconocer y dicen que carece de contenido diplomático. La luz de gas se ha hecho extensiva a todo lo relacionado con Peng dentro de China: la censura ha eliminado cualquier referencia a ella o a Zhang Gaoli. La presión del exterior, opina Wang, puede favorecer a la deportista. “La atención internacional hará que, al menos, las autoridades chinas sientan más presión, y sean más cautas cuando reaccionen y decidan qué quieren hacer con Peng”, señala.

Hasta ahora, las denuncias presentadas habían afectado a académicos, hombres de negocios o incluso a alguna que otra celebridad. Entre ellos, el cantante chino-canadiense Kris Wu, detenido en agosto después de que una joven le denunciara por supuesta violación. Pero siguen siendo un absoluto tabú las acusaciones contra cargos políticos, en un país donde el Gobierno ha ido endureciendo cada vez más el control sobre la sociedad y donde no es infrecuente el recurso a las desapariciones y las confesiones forzosas contra los disidentes.

Y, en general, los tantos que se ha podido apuntar el movimiento en China han sido muy limitados. En septiembre, la guionista Zhou Xiaoxuan veía desestimada en los tribunales por falta de pruebas su denuncia por tocamientos contra su antiguo jefe, el famoso presentador de la televisión estatal Zhu Jun, después de tres años de procesos legales.

Las supervivientes apenas optan por recurrir a los tribunales, ante las escasas posibilidades de éxito en un sistema en el que se les exige demostrar sus acusaciones con un alto nivel de probabilidad, muy difícil si no se cuenta con pruebas como una grabación. Algo que, por ejemplo, Peng reconoce en su mensaje inicial en redes que no tiene.

Fuera de los juzgados, la situación también es complicada. “El caso de Peng Shuai pone de manifiesto el trato al que se enfrentan las mujeres que sobreviven al abuso sexual en China, unas mujeres cuyas denuncias son sistemáticamente ignoradas y que, a menudo, son atacadas por alzar la voz”, ha indicado Dorien Lau, investigadora para China de Amnistía Internacional.

Cinco activistas detenidas

En 2015 fueron detenidas cinco prominentes activistas en favor de los derechos de la mujer, apodadas como “las cinco feministas”, y desde entonces la censura de publicaciones o de cuentas en las redes sociales de las feministas más destacadas son frecuentes. En mayo, los censores cerraban diversos blogs de estudiantes en WeChat ―la principal red social china, casi imprescindible para la vida diaria― que defendían los derechos de la comunidad LGTB y de las mujeres. En junio, Weibo suspendía durante un año la cuenta de Zhou Xiaoxuan por “violaciones de los términos de uso”. En agosto, otro blog en defensa de los derechos laborales de la mujer, Pepper Tribe, anunciaba su clausura. Desde los medios estatales se define al movimiento como una idea importada de Occidente para “sembrar la división” en China.

Y los arrestos no son raros. El 19 de septiembre, la periodista Sophia Huang, muy destacada en su apoyo al movimiento Me Too, quedaba detenida en Cantón, en el sur de China, un día antes de trasladarse al extranjero para continuar sus estudios. A comienzos de este mes, su familia ha confirmado que la reportera, que ya había sido detenida entre octubre de 2019 y enero de 2020 por sus informaciones sobre las protestas en Hong Kong, se encuentra bajo arresto formal y acusada de “incitar a la subversión contra los poderes del Estado”.

Pero, pese a los reveses, el movimiento sobrevive, tratando de esquivar la censura y las presiones. “Es notable cómo las mujeres mantienen abierto el limitado espacio que queda y cómo abren nuevos espacios. Es digno de elogio. En este proceso, cada vez más gente se ha despertado y conectado con otros”, escribía en Medium Lü Pin, fundadora de la revista Voces feministas y hoy residente en Estados Unidos.

Yaqiu Wang, de HRW, se declara optimista. Cree que, pese a todo, el ejemplo de Peng alentará a otras mujeres en China a alzar la voz sobre abusos sexuales: “Su ejemplo ayudará a inspirar a otras, por supuesto. Es una persona muy famosa, y el que ella haya hablado puede animar a que otras personas también lo hagan. Sin duda, su paso adelante ayudará al movimiento”.


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