El narco se fija en la Axarquía malagueña


La playa de El Hornillo es un arenal casi virgen de tres kilómetros al oeste de Vélez-Málaga (81.643 habitantes). Los cañaverales son constantes en un terreno donde se levantan humildes casas que tocan la arena y se despliega una compleja red de vías agrícolas. Si se conoce el camino, el acceso a la antigua nacional N-340 y a la autovía A-7 es rápido. Si no, es fácil perderse. Más allá hay un territorio montañoso con miles de viviendas diseminadas, invernaderos y un puñado de pueblos. Estas características han atraído hasta la comarca malagueña de la Axarquía, entre la capital y el límite con Granada, a organizaciones de narcotraficantes habituales del Campo de Gibraltar y Marbella. Entre ellos a miembros del clan de Los Castaña, reyes del narco en Cádiz, detectados recientemente en la zona. “Y no precisamente de vacaciones”, apunta un responsable de la Unidad de Delincuencia y Crimen Organizado (Udyco) Costa del Sol de la Policía Nacional.

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“La presión policial en otras zonas hace que las mafias estén buscando lugares más seguros para sus transacciones. Y aquí hemos notado un repunte”, subraya el agente, quien indica que la presencia del clan gaditano es solo un signo más del papel que empieza a tomar este rincón del litoral malagueño en las rutas del narcotráfico.

No es la única señal. Sin ir más lejos, la semana pasada la Policía Nacional detuvo a nueve personas en la Operación Holidays, en la que se incautaron 1.700 kilos de hachís, más de la mitad en fardos al aire libre en el patio trasero de una casa rural de Almáchar (1.811 habitantes). En esa localidad se halló en julio el mayor dron intervenido en España al narco: una aeronave con autonomía para siete horas de vuelo, una velocidad máxima de 170 kilómetros por hora y capacidad para 150 kilos de carga en el fuselaje. A principios de agosto también se desarticuló un grupo dedicado al menudeo de cocaína con conexiones con narcos colombianos y se incautaron 70 kilos de marihuana escondidos entre patatas y cebollas en un camión. Entre los detenidos recientes hay franceses, argelinos, marroquíes, búlgaros, italianos, alemanes. También españoles, como la familia arrestada con 18.000 plantas de marihuana en cinco invernaderos. “Es como intentar vaciar el mar con cubos”, dicen en la Udyco Costa del Sol, donde siempre llevan al menos media docena de investigaciones a la vez.

La semana pasada, tres personas fueron detenidas con 60 kilos de marihuana. Los 60 paquetes, doblemente envasados al vacío, estaban al día siguiente expuestos en un rincón de la comisaría de Vélez-Málaga para la foto que más tarde se distribuiría a la prensa. Con su olor aun flotando en el aire, los policías hablan sobre los sitios de la Axarquía preferidos por los narcos. La playa de El Hornillo es su favorita, pero también zonas de Rincón de la Victoria, el litoral de Nerja o, ya en Granada, Motril. “La costa es amplia. Hasta Tarragona mira si hay kilómetros para alijar. No podemos poner a gente en cada playa y los narcos saben dónde hay menor vigilancia o qué zonas tienen mejores condiciones”, añaden desde Udyco Central.

El hachís viaja a toda velocidad en lanchas de goma y motos de agua que llegan hasta las playas o escondido en barcos recreativos y pesqueros. En tierra, se cargan en vehículos robados y se esconden en viviendas o naves industriales, que aquí abundan, algunas incluso conectadas por túneles bajo tierra. A veces, los narcos provocan incendios de madrugada para que toda la presencia policial se destine al lugar del fuego y ellos puedan trabajar con mayor tranquilidad lejos de allí.

Hay organizaciones itinerantes que han encontrado en la Axarquía un respiro a la presión policial en Campo de Gibraltar, pero también hay recién llegados que buscan asentarse. Estos preparan el terreno surtiéndose de medios de transporte, preparando carriles de salida y montando infraestructuras como narcoembarcaderos: varias bandas, como la del Mosquito, también gaditana, compartían uno desmantelado en 2019 por la Guardia Civil. La mayoría se apoyan en delincuentes con tradición en la comarca que ofrecen servicios transversales. Tanto guarderías seguras como vehículos todoterreno para alijos o de alta gama para la propia distribución al norte de Europa: son capaces de preparar un Audi A6 con un segundo depósito de gasolina que les permita cruzar la Península hasta Francia o Italia cargados de fardos sin necesidad de repostar.

También facilitan personal local, precisamente uno de los aspectos que más preocupa a los policías. Los investigadores detectan un creciente número de veinteañeros o incluso menores que apuestan por esta actividad ilícita para ganar dinero rápido. Generalmente ejercen de aguadores —vigilantes escondidos para avisar de cualquier presencia policial— o cargadores, pero también pueden dedicarse al menudeo. “Es lógico pensar que, con el mercado laboral actual, alguien acepte 3.000 euros por vigilar una noche una playa a pesar de los riesgos”, dice un policía.

“El mayor peligro de estas organizaciones es que terminen asentándose, porque se terminan ganando a una parte de la población con dinero y se hacen fuertes, como ocurre en La Línea de la Concepción (Cádiz)”, explican fuentes policiales. La peor consecuencia es la violencia. “Ajustes de cuentas, amenazas o secuestros [como el que vivió en Vélez-Málaga un joven de 19 años el mes pasado]. Este negocio siempre acaba así. Y no hay que irse muy lejos para comprobarlo”.


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