Volkswagen lanzó un anuncio bomba a finales de la semana pasada: Herbert Diess estaba fuera como director ejecutivo.
Como gerente, Diess era controvertido, con un estilo que irritaba tanto a los ejecutivos como a los líderes sindicales. Pero como estratega, estaba en terreno más firme, sacando hábilmente a Volkswagen del escándalo Dieselgate y encaminándolo hacia la electrificación total.
Con la partida de Diess a fines de agosto, el director general de Porsche, Oliver Blume, ocupará la oficina de la esquina de Volkswagen. Hay muchas razones para pensar que Blume continuará con el impulso de los vehículos eléctricos de la compañía. Después de todo, supervisó el desarrollo y lanzamiento del primer modelo eléctrico del fabricante de autos deportivos, el Taycan, que ya se está vendiendo más que el buque insignia 911.
Pero Blume también es un defensor de los combustibles electrónicos, que son reemplazos de combustibles fósiles hechos de hidrógeno y dióxido de carbono. El año pasado, según los informes, llegó a cabildear personalmente por ellos con el ministro de finanzas alemán, quien posteriormente rechazó los planes de la UE para eliminar por completo los vehículos de combustibles fósiles. (Todo el asunto, conocido como Porschegate en la prensa alemana, ha perturbado la política nacional).
Bajo Diess, el camino de Volkswagen hacia un futuro eléctrico parecía estar establecido. Ahora, bajo Blume, parece menos seguro. Su impulso por los combustibles electrónicos podría brindarle a la compañía la estabilidad que tanto necesita. Pero también corre el riesgo de convertirse en una distracción estratégicamente peligrosa en un momento de gran agitación en la industria automotriz.
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