El nuevo Museo Naval destaca “con orgullo” las victorias y minimiza “sin complejos” las derrotas

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Juraron ser “los más crueles enemigos de los ingleses” y “derramar su sangre por la Gran Corona Española y la Santa Fe”. Lo cuenta una de las cartas que Manuel de Montiano, gobernador de la Florida, envió a Carlos II donde se mostraba orgulloso del valor de los soldados africanos que integraban el Ejército Real que se enfrentaba a los británicos en el sureste de los actuales Estados Unidos. Esta historia habla de esclavos que escapaban de las colonias inglesas hacia las posesiones españolas, donde el rey les había concedido la libertad. Un relato histórico plasmado en el estudio Fuerte Mosé, el asentamiento español en Estados Unidos que defendió la libertad de la población afroamericana y que firma The Hispanic Council, una entidad cultural independiente hispano-estadounidense.

El historiador Juan Ignacio Güenechea, autor del informe, recuerda que “hace más de 300 años, hombres nacidos en África arriesgaron sus vidas para escapar de las plantaciones inglesas en Carolina y encontrar la libertad entre los españoles que vivían en San Agustín [Florida]. A través del coraje, la persistencia y el ingenio, ganaron su libertad”. Vivieron en las ciudades y fuertes españoles como el resto de pobladores, recibieron un salario por su trabajo, formaron matrimonios mixtos, ingresaron en el Ejército, fomentaron la marcha de más esclavos desde el norte, defendieron al rey, pero también fueron traicionados. Una historia de altibajos que termina con su evacuación hacia Cuba para protegerlos del “odio inglés”.

“La ley española otorgaba”, explica Güenechea, “a los esclavos una personalidad moral y jurídica, así como ciertos derechos y protecciones que no se encontraban en otros sistemas de esclavitud como el británico, lo que es determinante para entender por qué muchos hombres, mujeres y niños arriesgaban sus vidas para llegar al santuario” español.

Así, en 1687 llegó el primer grupo documentado de fugitivos al territorio español, compuesto de ocho hombres, dos mujeres y un niño. El gobernador de la época, Diego de Quiroga, pidió instrucciones a España, pero destacando que habían reclamado ser bautizados conforme a la “verdadera fe”. Este hecho le sirvió de excusa para no devolver a los recién llegados a la zona de dominio británico, aun cuando desde allí se lo exigieron insistentemente.

“Los primeros esclavos que llegaron a San Agustín se hospedaron en casas de españoles, a fin de que aprendieran las costumbres y practicaran la fe. Los hombres trabajaron en herrerías y en la construcción del fuerte de San Marcos y todos ellos contaban con un salario. El fin era que se pudieran integrar en el modelo de vida social de los españoles de la Florida”, señala el estudio.

Pero el número de huidos seguía creciendo año tras año, así que Quiroga reclamó nuevas instrucciones al rey. La respuesta fue clara: la Real Cédula en 1693 por la que Carlos II “concedía la libertad a los esclavos fugitivos de las colonias británicas, fueran hombres o mujeres, siempre que abrazasen la fe católica”. La reacción inglesa fueron leyes más severas contra los que pretendían escapar. No tuvieron efecto. “Para tratar de detener la huida, los colonos de Carolina establecieron sistemas de patrulla y colocaron botes de exploradores en las rutas acuáticas, pero los esclavos lograban pasar al territorio español”.

Pero en 1729, Antonio de Benavides se convirtió en gobernador de Florida y todo cambió. Vendió a algunos de los llegados en subasta pública para obtener beneficios particulares, aunque aseguró que era para calmar a los británicos. Hubo dos nuevas cédulas reales en 1733: se prohibió el reembolso económico a los ingleses y se ordenó que los revendidos ganasen, de nuevo, su libertad.

Para los africanos su suerte cambió completamente con el nombramiento como gobernador de un hombre bueno, el vasco Manuel de Montiano. Recibió al comandante de la milicia negra Francisco Menéndez, que había destacado en su defensa de San Agustín en 1726 frente al británico John Palmer. Menéndez le contó su historia y la de otros fugados durante el mandato de Benavides. Montiano lo investigó, decretó en 1738 que todos ellos “debían quedar libres” y levantó un poblado para estas personas. Lo llamó Gracia Real de Santa Teresa de Mosé (futuro fuerte Mosé) a unos tres kilómetros de San Agustín.

El fuerte, defendido por un muro, albergaría a unos 100 pobladores y estaría rodeado de campos de cultivo. San Agustín proveería de las semillas y de los alimentos hasta que crecieran las cosechas. Al mando de todo, Menéndez. Mientras, en territorio británico continuaban las revueltas de los esclavos y sus intentos de escabullirse a Florida. Los ingleses declaran entonces la guerra. El fuerte Mosé es atacado y conquistado por las tropas del capitán Palmer. Montiano evacúa a toda la población y la traslada a San Agustín. Los españoles contraatacan y vuelven a tomar el fuerte. Menéndez destaca en aquella encarnizada lucha que pasa a la historia como Bloody Mose (Sangriento Mosé).

Menéndez, a partir de entonces, se dedica a atrapar barcos ingleses, hasta que el buque Revenge lo atrapa a él en 1741. “Lo atan a un cañón, le amenazan con castrarlo y le dan 200 latigazos”, indica el informe. Vuelve a ser vendido como esclavo, pero escapa. En 1752, el comandante Menéndez regresa a Florida. Durante 12 años, todos los pobladores de Mosé tienen en San Agustín “una vida razonablemente estable”.

“En este tiempo los negros desempeñaron funciones valiosas para la comunidad: trabajaban en proyectos del Gobierno, eran marineros y corsarios, rastreaban a los prisioneros fugados y ayudaban a buscar comida para la ciudad. Por otro lado, los registros de las iglesias de la época indican que se produjeron muchos matrimonios en este tiempo y los nexos familiares fueron arraigando en San Agustín, creando un crisol cultural que no se podía alcanzar en la zona británica”.

Tras la Guerra de los Siete Años, la Florida fue entregada a Inglaterra en 1763. Los españoles evacuaron a los pobladores de sus territorios y lo mismo ocurrió con los antiguos esclavos que en su día huyeron del dominio inglés: “fueron enviados a Cuba y prosiguieron su vida como hombres libres”.

Unas investigaciones arqueológicas, realizadas en la década de los noventa del siglo pasado, “encontraron los restos del propio fuerte, con su foso, paredes de tierra cubiertas de arcilla y edificios. También encontraron una amplia variedad de artefactos como artículos militares, pistolas, balas aplastadas, objetos domésticos como dedales, clavos, cerámica o botellas de vidrio”. Los mismos que utilizaban el resto de los súbditos del rey de España.

El Registro Nacional de Lugares Históricos de Estados Unidos incluyó en su lista de 1994 el Fuerte Mosé, ”y a día de hoy es un recordatorio tangible de las personas que arriesgaron, y a menudo perdieron, la vida en su lucha por alcanzar la libertad”, termina Güenechea, aunque siempre hay quien tira estatuas sin saber.


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