La seguridad de los centros educativos está consumiendo casi todas las energías y concentrando el debate público en esta vuelta a las clases en mitad de una pandemia que no deja de ofrecer cifras preocupantes; ya hay más de medio millón de casos en toda España. Pero una vez decidido que es imprescindible reabrir las escuelas, tal y como defiende la ONU, para evitar una “catástrofe generacional”, sobre todo entre los alumnos más desfavorecidos y con menos conexión a Internet, hay que resolver otro gran problema: ¿qué y cómo se va a enseñar a los alumnos en estas circunstancias excepcionales?La realidad es que, mientras los docentes trabajan a marchas forzadas para adaptar los programas académicos, centrándose en contenidos esenciales e integrando los temas imprescindibles para seguir adelante que no se llegaron a ver el año pasado, se hace más presente que nunca el debate, arrastrado desde hace años, sobre si el currículo educativo español es demasiado extenso, enciclopédico y anticuado. “Es una ficción, todos saben que es inabarcable; el currículo prescrito en la ley no se corresponde con el que finalmente aprenden los alumnos en el aula”, opina el profesor Carlos Magro, presidente de la asociación Educación Abierta.Los educadores que estos días andan adaptando las clases de los colegios e institutos a la realidad de la pandemia no son ajenos a esa cuestión. “Nuestro currículo es muy denso, hay demasiado contenido y desde las sociedades matemáticas llevamos años peleando para que se reduzca, como poco un 20%”, señala Lluís Bonet, docente del instituto público Mare Nostrum de Alicante, antes de volver a temas más inminentes: “Se dice que los deberes están hechos, pero en los centros solo se ha hablado de las medidas de prevención higiénicas y sanitarias; está claro que hay que prever más allá de la distancia social en las aulas, pero lo pedagógico sigue en un segundo plano”, decía el jueves pasado, poco antes del inicio de las clases. Su gran preocupación es cómo van a seguir las lecciones desde casa los estudiantes de 2º de ESO y de los cursos posteriores, ya que solo irán al centro el 50% de ellos en días alternos.A grandes rasgos, los centros de infantil y primaria y los de secundaria coinciden en un punto: este curso se centrarán en los contenidos esenciales. Durante el tercer trimestre del pasado curso, todos los centros siguieron las recomendaciones acordadas por el Ministerio de Educación y los consejeros autonómicos de no seguir avanzando en el temario para no dejar atrás a quienes tienen menos recursos y apoyo familiar. En junio, los docentes hicieron informes individualizados, dejando por escrito las calificaciones finales de cada alumno y sus carencias. Ahora, durante el mes de septiembre, deben elaborar las programaciones académicas —tienen autonomía para hacerlo—, teniendo como base los contenidos prescritos por el ministerio y las consejerías; el Estado fija el 65% y las autonomías el resto, salvo en las que existe lengua cooficial, donde el Gobierno fija el 55%.“Vamos a optar por integrar lo que no se trabajó solo en las áreas en las que es imprescindible, como Inglés. En primaria, los contenidos de la mayoría de asignaturas se repiten en los diferentes cursos, y en ese sentido estamos muy tranquilos”, explica Vicent Mañes, presidente de la federación de asociaciones de directores de infantil y primaria, que aglutina a los responsables de unos 2.600 colegios de toda España. Pone un ejemplo: “Si en Inglés queremos trabajar la circulación en las ciudades, tenemos que recuperar los verbos de movimiento que no pudimos ver en el tercer trimestre”. Mañes recuerda que siempre diseñan las programaciones a partir de las evaluaciones finales del año anterior y de los datos de evolución de los alumnos. Pero en esta ocasión, reducirán los objetivos curriculares, con menos temas, y lo que quede pendiente lo integrarán en los próximos años, “ya libres de pandemia”, anhela.El “gran reto” que afrontan los docentes de estas etapas es el de formarse para seguir integrando las herramientas tecnológicas en su metodología, porque hasta ahora “era un recurso auxiliar a lo manual”. “En infantil y primaria el niño se tiene que ensuciar con la arena, usar el pegamento… Con la pandemia hemos aprendido que esto tiene que complementarse con las herramientas digitales que permitan a los alumnos trabajar de forma más autónoma en casa”, añade.En el caso de algunas autonomías, como la valenciana, la consejería lanzó cursos de formación en TIC para más de 5.000 profesores durante el mes de julio con el objetivo de que aprendieran a usar la plataforma Moodle Aules, un entorno de trabajo digital que permite compartir tareas y comunicarse con los alumnos de forma sencilla.“El ritmo en los institutos va a ser más lento”, afirma Esteban Álvarez, presidente de la asociación de directores de secundaria de Madrid. Como en primaria, ellos adaptarán las asignaturas a los contenidos esenciales. “En los diferentes cursos de la ESO, los conceptos se repiten con diferente grado de dificultad, de modo que lo que no podamos ver este curso, lo incluiremos en las programaciones del próximo”, añade. Como en el resto de comunidades, el primer mes de clase se va a destinar a planes de refuerzo, en los que se recordará lo más relevante del curso anterior. Su gran preocupación es segundo de Bachillerato. “No podemos mantener el mismo temario ni ritmo que cuando todos los alumnos acudían de forma presencial; necesitamos que el Ministerio de Universidades y las consejerías vuelvan a adaptar la selectividad como hicieron el pasado julio, que en lugar de proponer opciones cerradas, dejaron que el alumno pudiera desarrollar entre una amplia gama de temas”, clama Álvarez.Conjunto enciclopédicoPero todo ese trabajo no puede abstraerse del otro debate más amplio sobre los contenidos escolares, pues la pandemia y el cierre prematuro de los centros ha puesto sobre la mesa un obsoleto sistema educativo, demasiado hinchado y con unos métodos de enseñanza con dificultades para funcionar sobre raíles tecnológicos. Docentes, estudiantes, familias y políticos reconocen que el conjunto de asignaturas en España es enciclopédico y que el país va a la cola en cuanto a la modernización del modelo de escuela, por detrás de otros como Portugal, que después de adelgazar los contenidos ha conseguido reducir la tasa de abandono escolar temprano al 12,6% (aún por encima del 10,6% de media de los países europeos), frente al 17,2% de España.El objetivo es ir hacia los llamados aprendizajes significativos, los que dejan huella. El biólogo y psicólogo cognitivo Héctor Ruiz, director de la International Science Teaching Foundation —con base en Londres y Barcelona en la que analizan la forma en la que los niños aprenden las ciencias en diferentes países—, coincide con los docentes en la idea de sobredimensión. “La memoria no funciona como un músculo; la retención de datos sin profundizar en ellos no ayuda al pensamiento crítico”, expone. “Aprender listados de nombres no te va a dar una ventaja a la hora de entender cualquier otro contenido; para tener la capacidad de resolver problemas hacen falta conocimientos profundos, es la única forma de conectar diferentes campos”.En el Ministerio de Educación son conscientes del problema y quieren dar un vuelco al currículo. “Sabemos que los programas para cada uno de los cursos están recargados y queremos ir a un modelo más ligero que se centre en lo fundamental”, señala el secretario de Estado de Educación, Alejandro Tiana. Prefiere no hablar de porcentajes o de qué asignaturas podrían suprimirse, pero sí adelanta que los centros tendrán la posibilidad de fusionar las asignaturas por ámbitos, como ya ha hecho Portugal, catalogada por la prensa internacional como “la estrella emergente en educación” por sus avances en el informe PISA (que mide las competencias en matemáticas, comprensión lectora y ciencias de los alumnos de 15 años de los países de la OCDE) y considerada como la nueva Finlandia.Algunos docentes ya hackean el sistema desde hace años. Reaccionan con unos contenidos realistas, a sabiendas de que, un curso más, no serán capaces, o no querrán, llegar al final del temario propuesto por la Administración. “El enfoque, como cuando yo estudiaba, sigue siendo memorístico, almacenar en el cerebro los títulos de las obras sin entender los motivos que llevaron a esos autores a escribirlas; desactiva toda curiosidad por la lectura”, explica Rosa Linares, profesora de Literatura en el instituto público Leonardo Da Vinci de Majadahonda, en Madrid. Junto a un grupo de profesoras unidas en el colectivo Guadarrama, cree que no basta con dar a los estudiantes de secundaria las nociones generales de la historia de la literatura española, que tienen carencia de referentes internacionales, y que no se trabajan las habilidades de expresión y comunicación. “No se dan cuenta de que con ese currículo conseguimos el efecto contrario al que buscamos: fomentar de por vida el hábito de lectura”.Siga EL PAÍS EDUCACIÓN en Twitter o FacebookApúntese a la Newsletter de Educación de EL PAÍS
Source link