El papa Francisco ha aceptado este miércoles la dimisión de Richard Malone como obispo de Buffalo, una de las ocho diócesis en el Estado de Nueva York. El Vaticano no ha dado la razón del motivo de su renuncia, pero el representante de la Iglesia católica estaba siendo objeto desde hace meses de una dura campaña para derrocarle, tras haber sido acusado de encubrir abusos sexuales por parte de curas pedófilos.
Los problemas de Malone comenzaron el año pasado, cuando una de sus asistentes cuestionó durante una entrevista con una televisión local la manera en la que estaba gestionando las acusaciones de acoso y abuso en la diócesis. Entonces se publicó una lista con 48 sacerdotes sobre los que las acusaciones se consideraban creíbles. Originalmente, sin embargo, incluía más de un centenar y algunos estaban en activo.
Unos meses después, un secretario del obispo filtró una grabación en la que se escucha a Malone discutir con los asesores sobre cómo evitar la publicación del caso de un sacerdote que había sido acusado de acosar a un seminarista. “Podrían obligarme a renunciar si hacen esa historia”, afirma en la cita. En ese momento, un grupo formado por católicos influyentes empezó a desacreditar al obispo.
El pasado agosto, la diócesis de Buffalo se limitó a emitir una declaración en la que aseguraba que el obispo “nunca permitió que ningún sacerdote con una acusación creíble de abuso a un menor permaneciera en el ministerio”. El Vaticano nombró dos meses después, en octubre, al obispo de Brooklyn, Nicholas DiMarzio, para investigar las acusaciones contra Richard Malone. Recientemente, DiMazio fue acusado también de abusar de un niño en la década del 1970, aunque el obispo ha negado haber tenido “un comportamiento ilegal o inapropiado” en sus casi 50 años de ministerio.
El obispo de Albany, Edward Scharfenberger, ha sido designado por el Vaticano para dirigir la diócesis de Buffalo mientras se nombra un reemplazo permanente.
Desde el pasado mes de agosto se acumulan más de 500 demandas contras las diócesis católicas de Nueva York relacionadas con el escándalo de abuso sexual en la iglesia. En ese momento entró en vigor una nueva legislación estatal que eliminaba el límite temporal para emprender acciones legales si el abuso se produjo cuando eran niños.
Eso está creando, a su vez, un serio problema financiero. La diócesis de Rochester tuvo que declararse en bancarrota el pasado mes de septiembre y es posible que le siga también la de Buffalo, sobre la que pesan 150 demandas bajo la Child Victims Act. La archidiócesis de Nueva York, por su parte, demandó el pasado verano a una treintena de aseguradoras anticipando que podrían negarle la cobertura en reclamaciones antiguas.
La declaración de bancarrota le daría una protección legal a las diócesis para poder negociar una compensación financiera en bloque con las víctimas para poder pasar página, en lugar de una a una. Se estima que la Iglesia Católica podría afrontar 5.000 nuevas demandas en los 15 Estados que suspendieron el estatuto de limitaciones como Nueva York, con pagos que superarán los 4.000 millones de dólares.
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