El Open Británico no se juega como el US Open


Royal Saint George’s no es Torrey Pines ni el Open Británico se juega como el US Open. El golf no tiene nada que ver de un campo a otro y el juego es tan distinto que un campeón del Abierto estadounidense como Jon Rahm puede pasarlas canutas en un links mecido por las brisas, entre el rough y los búnkers. El celestial Rahm del US Open bajó a la arena, todavía mientras pensaba en emular el doblete de Tiger Woods en el año 2000, mientras soñaba con ser un campeón british como Seve Ballesteros, y despertó con un golpe sobre el par al final de la jornada, muy lejos de los primeros líderes: Louis Oosthuizen con -6, y Jordan Spieth y Brian Harman con -5.

Mejor apuntó Sergio García. Con dos birdies para cerrar la tarjeta, se aupó con un buen arranque con -2, feliz sobre un tipo de campo en el que su talento desbordante se encuentra cómodo. El campeón del Masters de 2017 sueña con el Open, la otra gran cumbre del golf, también las dos cimas que pisó Seve. Y eso que comenzó la jornada con un buen susto: por poco llega tarde el castellonense a la salida. Un atasco de tráfico le hizo presentarse en el campo solo media hora ante de su hora de debut. “Dos policías en bicicleta me han ayudado a llegar al campo, abriéndome hueco entre el tráfico”, explicó luego el español sobre esos minutos de angustia. Sobre el verde, otra sesión de acelerones y frenazos, con cinco birdies y tres bogeys, los castigos cuando en un Open se pierde la calle. “El campo está todavía un poco blando, por el agua que ha caído, pero por momentos ha soplado bastante el viento y había hoyos muy exigentes, en los que había que pegar dos golpes muy buenos para dejarse una opción de birdie”, argumentó García.

Putt para birdie fallado en el primer hoyo y putt para birdie fallado en el segundo, pronto asomó que para Rahm sería una de esas jornadas en las que el juego corto le aleja de cotas más altas. Falló otra vez en el cuarto hoyo en otra ocasión para arrancar el motor, y en el quinto el desvío ya fue para cargar con un bogey. Aunque recuperó terreno por fin con un birdie en el seis, la trampa llegó al final de la primera vuelta. La bola del golfista vasco aterrizó de forma puñetera en un búnker y en su intento de escapada golpeó contra la pared y el siguiente golpe lo gastó en volver a la calle. El peaje fue un doble bogey que hirió directamente su confianza y que cargó el resto del día. Desde entonces, ocho pares seguidos hasta remar con un golpe de descuento en el 18, marca de Rahm, un tipo que en las malas aprieta los dientes. Tiene tajo por delante.

En el mismo dígito, aunque por caminos opuestos, desembocó Bryson DeChambeau. No es el Open Británico el mejor patio para ese estilo tan agresivo que se gasta el bombardero estadounidense, siempre a todo o nada. Tan capaz es de dejarse una opción de eagle como de liarse entre los matorrales y engordar con un par de golpes de más. Ese es el sello de un golfista con el que el espectáculo está garantizado sea cual sea el color de su tarjeta. Por ahora se encuentra en el pelotón de los aspirantes que mucho deberán remar para ganarse un sueldo mejor.

En el resto de la armada, Rafa Cabrera Bello acabó en el par, Gonzalo Fernández Castaño terminó en +1, y Jorge Campillo, en +2. Los 70 mejores empatados pasan el corte.

Clasificación del Open Británico.

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