El padre de la tenista, un cuento de terror

Como no hay relato de Stephen King que me aterre más que las historias sobre padres de tenistas, tenía cierta prevención ante El método Williams. Pero seis nominaciones al Oscar y su reciente estreno en HBO Max me hicieron picar. Mis temores no tardaron en justificarse. “Diseñé un plan de 78 páginas para toda su carrera antes de que naciesen”, escucho al dar al play, un diálogo risible si la historia no fuese real y, peor, la hayamos normalizado.

Resulta obsceno que hayan considerado que el Williams que merece una hagiografía sea el progenitor, un tipo que se cree Arthur Ashe redivivo sin saber sujetar una raqueta. Tanto como convertir en héroe a quien no es más que un explotador infantil, un cruce entre Aurora Rodríguez Carballeira y el Fagin de Oliver Twist, y no el abnegado progenitor que nos venden ayudados por “olvidos” del guion. Como que abandonó a su primera mujer y sus cinco hijos en común, quizás por su escaso potencial para convertirse en el cheque al portador que ansiaba al concebirlos. “Quiero que sean niñas normales”, dice cínicamente, mientras coloca sobre sus hombros infantiles la responsabilidad de vivir en una casa mejor.

También nos hurtan que su método incluyese obligar a sus hijas a entrenar entre cristales rotos o que lo de mudarse a Compton, uno de los barrios más peligrosos de Los Ángeles, fuese una ocurrencia suya para endurecer a las niñas y dotar su historia, la de él, de mayor épica. Tampoco cuentan que una de esas niñas falleció asesinada por uno de los pandilleros del barrio.

Del edificante relato que nos quieren hacer tragar solo extraigo una enseñanza: que Serena y Venus se convirtieron en dos de las mejores tenistas de la historia no gracias a su padre, sino a pesar de él.

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