El papa Francisco, con la presidenta griega, Katerina Sakellaropoulou, en el palacio presidencial de Atenas, este sábado.

El Papa critica que “la Unión Europea está desgarrada por egoísmos nacionalistas”

El papa Francisco, con la presidenta griega, Katerina Sakellaropoulou, en el palacio presidencial de Atenas, este sábado.
El papa Francisco, con la presidenta griega, Katerina Sakellaropoulou, en el palacio presidencial de Atenas, este sábado.POOL (Reuters)

El Papa ha aterrizado en Atenas este sábado por la mañana después de una visita de dos días por Chipre. Ante la presidenta de la República, Katerina Sakellaropoulou, y los miembros del Gobierno griego, Francisco ha enarbolado su discurso más político en mucho tiempo. Una larga y algo dramática alocución que ha tocado el peligroso avance de los populismos, el medioambiente, su visión contraria a la eutanasia, la defensa de la acogida en el fenómeno de la inmigración y, sobre todo, la crisis de la democracia. Todo ello citando a padres fundadores de la Unión Europea, como Alcide De Gasperi, y a los de la vieja Europa, los pensadores griegos que crearon el embrión de la política. Y el panorama, cree Francisco, no es muy alentador. “No se puede dejar de constatar con preocupación cómo hoy, no solo en el continente europeo, se registra un retroceso de la democracia”, lanzó en la segunda parada de su viaje.

Francisco suele ser sutil y algo ambiguo en sus discursos durante los viajes internacionales. La diplomacia vaticana obliga. Y a menudo se necesitan buenas dosis de interpretación para leerlos entre líneas. Esta vez, sin embargo, no hizo falta. “La democracia es compleja, mientras el autoritarismo es expeditivo y las promesas fáciles propuestas por los populismos se muestran atrayentes. En diversas sociedades, preocupadas por la seguridad y anestesiadas por el consumismo, el cansancio y el malestar, conducen a una suerte de escepticismo democrático”, apuntó. La solución, cree Francisco, se encuentra “en la buena política y no en la búsqueda obsesiva de popularidad, en la sed de visibilidad, en la proclamación de promesas imposibles o en la adhesión a abstractas colonizaciones ideológicas”. Una definición precisa de lo que ha sido el liderazgo populista en los últimos años, también en lugares como Italia.

Las andanadas del Papa también han alcanzado a la Unión Europea. Francisco siempre ha defendido su utilidad, pero sin perder de vista sus raíces y las ideas de los padres fundadores. Hoy, considera, “está desgarrada por egoísmos nacionalistas”. “Más que ser un tren de solidaridad, algunas veces se muestra bloqueada y sin coordinación. Si en un tiempo los contrastes ideológicos impedían la construcción de puentes entre el Este y el Oeste del continente, hoy la cuestión migratoria también ha abierto brechas entre el Sur y el Norte”.

Francisco quiso también hacer un llamamiento para revertir esta situación, especialmente en cuestiones migratorias: “Quisiera exhortar nuevamente a una visión de conjunto, comunitaria, ante la cuestión migratoria, y animar a que se dirija la atención a los más necesitados para que, según las posibilidades de cada país, sean acogidos, protegidos, promovidos e integrados en el pleno respeto de sus derechos humanos y de su dignidad. Más que un obstáculo para el presente, eso representa una garantía para el futuro, de modo que sea signo de una convivencia pacífica para cuantos se ven forzados a huir en busca de un hogar y de esperanza, y que son cada vez más numerosos. Son los protagonistas de una terrible odisea moderna”.

La otra gran batalla de Francisco, impresa negro sobre blanco en la encíclica ecologista Laudato Si’ (publicada en 2015), tuvo espacio también en sus palabras, que sonaron a claro recordatorio sobre las últimas cumbres climáticas. Especialmente la COP26 en Glasgow, donde los acuerdos no fueron especialmente ambiciosos y que, además, tampoco está garantizado que se respeten, tal y como ya ha sucedido anteriormente. “Deseo que los compromisos asumidos en la lucha contra el cambio climático se compartan cada vez más y no sean de fachada, sino que se lleven adelante con seriedad; que a las palabras sigan los hechos, para que los hijos no paguen una vez más la hipocresía de los padres”.

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