El paso de los líderes por la cumbre del clima deja una catarata de anuncios de etéreas alianzas

El paso de los 120 líderes mundiales por la cumbre del clima de Glasgow durante el lunes y el martes ha dejado una catarata de anuncios de alianzas de países para hacer frente a las emisiones en varios sectores. Se trata de declaraciones de intenciones a las que se suman decenas de naciones, pero que tienen a veces objetivos poco claros y que no forman parte de las negociaciones oficiales de las Naciones Unidas, por lo que no cuentan con una vinculación legal. Es el caso, por ejemplo, de las alianzas presentadas sobre deforestación o el impulso de las energías verdes, con decenas y decenas de países presentes pero con metas inconcretas. O el acuerdo relativo a las emisiones de metano, que cuenta con un objetivo claro, pero que no se recoge en ningún instrumento internacional para que se pueda comprobar su grado de cumplimiento.

El miedo a que se vea como un fracaso esta cumbre —en la que los planes oficiales de recorte de emisiones de las principales potencias ya se habían presentado antes de que arrancase la conferencia el domingo pasado— puede llevar en algunos casos a la hiperactividad. El primer ministro británico Boris Johnson, anfitrión de la cita, se multiplicó el martes en la presentación de alianzas y coaliciones de diversa índole. Para Johnson la cumbre es la gran apuesta diplomática de la era pos-Brexit y corre el riesgo de arrojar un resultado mediocre. Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, también participó el martes en multitud de actos de presentación de coaliciones. Biden ha acudido a Glasgow con el mensaje de que su país está de vuelta en la lucha climática y con la aspiración de recuperar un liderazgo y una credibilidad perdidos durante la etapa de Donald Trump.

Uno de los anuncios que recibió una mayor atención en el arranque de la cumbre fue el relativo a la deforestación. Más de 100 países se sumaron a una declaración en la que se fijaba que en 2030 se pondrá fin a la deforestación y a la degradación de la tierra. La fuerza de este pacto impulsado por el Gobierno del Reino Unido reside en la cantidad e importancia de los países que se suman. Está Brasil, además de países como Canadá, Rusia, Noruega, Colombia, Indonesia o la República Democrática del Congo, que cuentan con unos bosques claves para la biodiversidad planetaria y para la lucha climática, ya que son sumideros de dióxido de carbono. También figuran las grandes potencias como la Unión Europea, China y Rusia, además de 30 instituciones financieras que se comprometen a dejar de invertir en prácticas dañinas para la atmósfera a partir de 2025.

Este pacto, descrito por el Ejecutivo de Johnson como trascendental, fue acogido con una mezcla de reserva y optimismo. Justin Adams, el director ejecutivo de Tropical Forest Alliance, declaró: “Cuando miremos atrás, este será el momento en que diremos que la tendencia comenzó a darse la vuelta”. Pero desde Greenpeace mostraron muchas dudas sobre un acuerdo que supondrá “una luz verde para otra década de destrucción de los bosques”. La directora ejecutiva de Greenpeace Brasil, Carolina Pasquali, explicó: “Hay una muy buena razón por la que [Jair] Bolsonaro se sintió cómodo firmando este nuevo acuerdo. Permite otra década de destrucción de bosques y no es vinculante. Mientras tanto, la Amazonia ya está al borde y no puede sobrevivir a más años de deforestación”.

En 2014, en otra cumbre climática, se firmó la llamada declaración de Nueva York, en la que se incluía el compromiso de reducir a la mitad la pérdida de bosques en 2020. Al pacto se sumaron alrededor de 40 países y un buen número de empresas. Pero, lejos de cumplirse, el ritmo de deforestación ha aumentado en los últimos años, como denuncia Greenpeace.

Tras el anuncio sobre deforestación, el martes por la tarde el Gobierno británico presentó otro “compromiso” denominado Glasgow Breakthrough Agenda y al que en este caso se sumaron 40 gobiernos, entre los que volvían a estar EE UU, India y China, los tres principales emisores de gases de efecto invernadero. Pero este plan no incluía objetivos concretos, sino que se trata de una apuesta genérica por impulsar las energías limpias y los coches sin emisiones para que sean “asequibles” en 2030. También se aboga por una reducción de las emisiones relacionadas con la producción de acero o por el impulso al hidrógeno. En la misma línea, otros 80 países se sumaron a otra declaración a favor del impulso a la energía solar.

Tras el paso de los presidentes y primeros ministros por la COP26, ahora comienza la fase negociadora de la cumbre. Los cerca de 200 países reunidos en Glasgow tendrán que terminar de negociar el desarrollo del Acuerdo de París, estancado en gran medida en la puesta en marcha de los mercados de emisiones, e intentar buscar alguna fórmula para instar a que se vuelvan a revisar al alza los planes de reducción de emisiones para esta década. Además, durante los próximos días está previsto que se puedan presentar nuevos compromisos de abandono del carbón y para poner fecha de caducidad a los automóviles de combustión.

Johnson, como resumen de las primeras jornadas de la cumbre, ofreció el martes por la tarde una conferencia de prensa en la que admitió que queda mucho trabajo por delante y que todavía es necesario extraer compromisos más ambiciosos de actores fundamentales como China. Quiso mostrarse “cautelosamente optimista”, aunque no pudo evitar entrar en su habitual retórica exagerada: “Si hace unos días les dije que íbamos perdiendo uno a cinco en el partido contra el cambio climático, después de estas dos jornadas diría que hemos sido capaces de marcar uno o dos goles y asegurarnos un tiempo extra”.

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