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El penalti de Dios

No podía ser otro que Mikel
Oyarzabal y no podía ser de otra manera que mediante una de sus especialidades: la pena máxima. Januzaj habilitó magistralmente a Zaldua, que levantó la cabeza para sacar un buen centro. Malsa fue temerariamente al suelo golpeando el balón con la mano. Penalti para tocar la gloria.



El partido nada tuvo que ver con el de Anoeta. La Real salió con las revoluciones justas para generar peligro mediante sus bandas, dos armas que ayer fueron clave para tumbar al Mirandés. Januzaj y, sobre todo, Oyarzabal, hicieron grande el pequeño campo burgalés para acechar a Limones. El primer ‘uy’ en el fondo norte llegó de los pies del ‘10’, que puso un centro atrás medido que no encontró receptor pero que bien pudo ser el 0-1 en el minuto 2. Los jabatos no entraron cómodos al partido y poco a poco fueron cediendo terreno. Sin embargo, los rojillos salían a la contra mediante Rey. Malsa filtró un pase medido a Merquelanz que se plantaba ante Remiro, pero ahí también aparece Oyarzabal salvador.

Infalible

Los donostiarras, bastante más acomodados que en Anoeta, demostraron por qué son el mejor equipo de esta edición de la Copa del Rey. Willian
José probó fortuna desde fuera del área sin éxito hasta que a la Real le echaron una mano. Penalti y a la final.

El segundo mejor ejecutor desde los once metros de la historia tras el añorado Xabi
Prieto estaba preparado para escribir con letras de oro la historia más reciente de la Real. Tiró de brazalete, de experiencia, y de frialdad para conseguir poner tierra de por medio en la semifinal. Con su habitual ‘modus operandi’, con salto cual caballito en el hipódromo de Lasarte, hizo volar a los 1.100 realistas que botaron en las gradas como locos. Oyarzabal aguantó hasta la última milésima hasta que vio a Limones lanzarse a su derecha ejecutando a media altura para besar la red. El penalti de Dios para alcanzar el sueño de La Cartuja.

El Mirandés se fue disolviendo como un azucarillo y la Real no mostró ninguna fisura. Estuvo prácticamente perfecta en todos los aspectos del juego, como en la dirección de campo su entrenador. El capitán daba síntomas de cansancio después de recorrer cada metro de la banda de Anduva y fue sustituido por Barrenetxea en el 77’. Ya había hecho lo más difícil. Metió a la final de la Copa del Rey a la Real 32 años después.

Y claro, fue despedido como un héroe. Oyarzabal tuvo que salir por la banda contraria pasando por el fondo ocupado por su gente, que coreó y tocó al ‘10’ como si fuese un ángel en el cielo de Miranda de Ebro. Oyarzabal respondió con arengas. La Real jugará la final de Sevilla gracias al penalti de Dios.


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