El placer femenino se convierte en el epicentro de todas las tertulias sexuales que se precien. La mujer ha cambiado por completo su concepto de relación sexual y prima que ella no solo participe, sino que disfrute. Que lo digamos en voz alta y lo manifestemos, hace que lo consigamos. Aprendimos a pedir lo que nos gusta y, encima, el concepto de masculinidad varía. Ya no solo existen los tipos que buscan su propio placer, modelo más acorde a la pornografía, muchos eligen ser los artífices del placer de sus amantes. Manu, gallego treintañero, reconoce que lo que más lo excita es conseguir que la mujer pierda el control y como dice “se derrita” en su boca. Dice que no tiene ninguna prisa y se carcajea cuando le pregunto si, de verdad, se centra en dar placer más que en recibir. “Cada vez que estoy con alguien intento que pueda disfrutar al máximo. Eso es lo que me hace tener confianza en mí. Sé que puedo dárselo”. Manu no es un hombre especialmente seguro, pero manifiesta sentirse poderoso cuando da placer a sus amantes.
Cada vez aprendemos más, buscamos más respuestas a todas nuestras dudas y preguntas. Accedemos a puestos importantes y reclamamos alcanzar todo los que merecemos. Hacemos ruido cuando nos excluyen de las citas y exigimos estar en todas. Las mujeres aprendemos de nuestra propia sexualidad. Nos contamos las unas a las otras lo que molan las vibraciones desmesuradas en el clítoris y reventamos ventas de succionadores de clítoris. Y en algunos casos de sexualidad no convencional, los hombres, por voluntad propia, se someten al arbitrio de las señoras que consiguen la categoría de ama. Relaciones sexuales en las que la mujer domina la voluntad y excitación de la pareja, hasta el punto de controlar sus orgasmos u obligarle a rendirle absoluta pleitesía amatoria, aun estando con otros. Tenemos poder, señoras, no lo duden.
Wonder Woman ha sido la superheroina que más nos ha gustado. Para muchos supone una representación del feminismo y hasta la actriz que interpreta su papel se ha convertido en una abanderada feminista que consigue enloquecer a los admiradores de todo el planeta. Hasta Naciones Unidas eligió a Wonder Woman embajadora honorífica para el Empoderamiento de las Mujeres y Niñas para la ONU en 2016, pero le duró poco la corona. Su imagen sexualizada, acarreó críticas feroces por su nombramiento. Después de haber sido todo un icono, su feminismo envejeció fatal. Y las propias mujeres se cansaron de tener que cumplir las fantasías sexuales de los hombres para representarse empoderadas. Sus curvas imposibles no la convertían en una heroína femenina, sino en la fantasía sexual de los hombres. Las mujeres del siglo XXI se negaban a seguir cumpliendo ese papel y 45.000 firmas exigieron su destitución. La ONU se apresuró a asegurar que estos nombramientos eran provisionales y la despidió.
Mónica Corrales, psicosexóloga, describe todos estos cambios como el germen de que la mujer haya cogido el control de su propia sexualidad, con especial relevancia hacia la demanda del placer. La exigencia de disfrutar en las relaciones sexuales porque el sexo no es solo para procrear: “Hemos pasado de cambiar nuestro cometido de objeto deseado (ser pasiva) a ser cada vez más un sujeto deseante (ser activo)… Los límites empiezan a estar difusos y tanto las mujeres como los hombres podemos pasar por deseados y deseantes”. Con especial relevancia de que cada vez nos atrevemos a decirlo, lo que articula que podamos obtenerlo. Después de décadas calladas, ahora, hablamos. Y lo mejor, nos escuchan. “El poder que nos aporta ser escuchadas genera una embriaguez emocional por descubrir aquello que deseamos. Pero, además, ya no tenemos impedimentos morales que nos cohíban o impidan hacerlo”, concluye Mónica Corrales. Estos cambios se suceden a nuestro ritmo y manifestándolo de la manera personal de cada una, como advierte la terapeuta. Esto es personal e intransferible. Dejamos de seguir modelos para aprender todo lo que nos llama la atención.
En esta pandemia, aprendimos a relacionarnos de otro modo y, encima, deprisa. No podemos tener sexo con desconocidos, pero eso no implica, ni mucho menos, que no lo tengamos. Simplemente cambiamos cómo. Nos conocemos por las redes, nos enrollamos por mensajes y follamos por vídeos a distancia. Según datos de la plataforma Gleeden, especializada en encuentros extraconyugales, son más las mujeres (un 13%) que utilizan plataformas para buscar amantes esporádicos que los hombres (un 10%). ¿Afecta esto a nuestro concepto del amor? El sexo tecnológico era cosa de unos pocos locos de la informática, pero el coronavirus hizo que fuera el recurso de toda hija de vecina. Hasta nuestras madres pueden tener amantes en la otra esquina del mundo. “Utilizando un concepto de Manuel Lucas Matheu, el Eros electrónico, ha entrado en nuestro Ars Amandi para quedarse”, avisa Mónica Corrales, “No es tanto que vaya a cambiar nuestra concepción del amor o la implicación emocional, más bien, nos muestra una mayor diversidad sobre los encuentros eróticos, nuevas formas de mantener una relación emocional y salir del marco común al que nos tiene acostumbrados el locus genitalis“, siendo esto último ese concepto vetusto de que la sexualidad es un asunto de genitales.
Prepárense. Con vacuna o sin vacuna, esto no ha hecho más que empezar.
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