Una visitante es fotografiada frente a la obra ‘Comediante’, el sábado. En vídeo, el momento en el que un hombre se come el plátano. REUTERS | TWITTER
Hace ya tiempo que Andy Warhol elevó al plátano a la categoría de arte, plasmando uno en la portada del primer disco de la Velvet Underground en 1967. El gran artista pop, al menos, lo pintó. El artista italiano Maurizio Cattelan, en la edición de Art Basel Miami que termina hoy, directamente pegó una banana a la pared con un pedazo de cinta adhesiva. Y, después, el artista performativo David Datuna lo arrancó de la pared y se lo zampó sin mayor ceremonia. “Me gusta realmente esta instalación. Está muy deliciosa”, escribió en su cuenta de Instagram, junto con un vídeo documentando su acción. De la representación del objeto, al objeto en sí mismo y, después, a la performance para las redes sociales. Una pequeña historia del arte moderno.
Se veía venir. Lo cierto es que Cattelan lo había puesto en bandeja. Su pieza, misteriosamente bautizada como Comediante, consistía en un plátano adquirido por el asistente del galerista en una tienda de Miami y un fragmento de cinta adhesiva gris. Existían tres ediciones de la obra, según la galería, y las tres se han vendido por alrededor de 120.000 dólares (108.000 euros) cada una. Dos pruebas más del artista engrosarán las colecciones de sendos museos.
El plátano, según explicó a la CNN el galerista, Emmanuel Perrotin, “es un símbolo del comercio global, un doble sentido, así como un artefacto para el humor”. Pues todo eso se ha comido Datuna, artista que en su web se describe como “establecido en Nueva York, reconocido por el Smithsonian, centrado en la convergencia entre el arte y la conciencia social, y más ampliamente conocido por su trabajo en el avance de la libertad individual en todo el mundo”.
No ha trascendido si la pérdida del plátano restará valor a la obra de Cattelan o si podrá ser reemplazado sin mayor daño. El certificado que acompaña a la obra incorpora instrucciones para la instalación, según un portavoz, “intencionadamente imprecisas”. Aunque el galerista sugiere que la fruta puede cambiarse regularmente, a medida que avance el natural proceso de putrefacción, como se cambian las flores de un florero.
Según una nota de prensa de la galería Perrotin, la idea la tuvo el artista hace un año. “Cattelan pensaba en una escultura con la forma de un plátano”, explica. “Cada vez que viajaba, compraba un plátano y lo colgaba en su habitación de hotel para obtener inspiración. Realizó varios modelos: primero en resina, luego en bronce, regresando finalmente a la idea original de un plátano real”.
Art Basel Miami constituye el último empujón de la temporada del mercado arte contemporáneo. Convertido en cita obligada de millonarios coleccionistas, un cierto aire kitsch y ostentoso convierte a la feria en escenario perfecto para acciones como la de Cattelan y reacciones como la de Datuna. El plátano ha sido una de las estrellas mediáticas de la 18ª edición, que al menos en su arranque registró una energía mayor de la habitual, en términos de actividad y ventas. Entre picassos, basquiats y baselitzs en la prensa, en las redes sociales y entre los curiosos brillaron inevitablemente la fruta pegada a la pared, así como un par de caracoles de silicona motorizados de Urs Fischer.
A pesar de que Emmanuel Perrotin calificó de “totalmente inesperado” el frenesí que el plátano causó en la feria, la trayectoria de Cattelan sugiere que el revuelo era exactamente el deseado. El artista italiano, que ha sido objeto de una retrospectiva en el Guggenheim en 2011, es conocido por sus provocaciones, como aquel retrete de oro de 18 quilates, con el que regreso a la escena artística en 2016, y que en septiembre fue birlado de una exposición en el palacio Bleinheim, en el Reino Unido. Y el galerista parisino, por su parte, se ha convertido en uno de los más audaces generadores de espectáculo en el mercado del arte. Artista y galerista llevan 27 años trabajando juntos. El propio estand de la galería tenía incorporado una cámara GoPro para capturar las reacciones del público ante la pieza.
Los compradores del plátano, claro, adquieren una idea. La propia compra es parte de la obra de arte. Una de las compradoras es Sarah Andelman, fundadora de Colette, la desaparecida tienda parisina. “Sabía que este plátano en la pared iba a ser un fenómeno”, declaró en The New York Times. “Refleja nuestro tiempo, la absurdidad de todo”.
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