El poder del imperio de Gloria y Emilio Estefan en Miami


Olvídense de la jefaza de la foto de promoción. Al natural —bueno, en la videollamada— Gloria Estefan luce sonriente, natural, calidísima. Una mujer aún lozana a sus 62 años (nació en La Habana, Cuba) con chispeantes rizos y ojos negros en los que se intuyen las luces y sombras de lo que narra, como cuando se emociona contando la agonía de su madre, fallecida hace tres años. Estefan se conecta desde la cocina de su casa de Miami, donde pasaba el confinamiento el día de la entrevista. Una de esas cocinas americanas en las que te imaginas a familias felices desayunando juntas antes de salir cada mochuelo a su olivo. Diría que Emilio, su esposo, pasa por detrás de vez en cuando. No puedo confirmar el dato.

Gloria María Milagrosa Fajardo García. ¿Para sus padres, cubanos, todo era poco para su hija?

[Risas] Un poco sí. Entonces, era tradición ponerle a los hijos el santo del día. Pero a los 18, cuando me hice ciudadana americana, me lo quité, era mucha presión lo de hacer milagros. Me quedé en Gloria María, que ya es suficiente nombre en Estados Unidos.

Milagros no sé, pero ha logrado poner a bailar al planeta.

Eso es lo que más me divertía en el escenario. Había los mismos momentos emotivos en todas las culturas, pero instantes distintos en los que se soltaban a bailar. En Alemania los esperaba más rígidos. Y no, eran locos desde el principio. Los japoneses también se volvían locos, pero salían del show por filas, increíblemente organizados. La emoción es la misma porque es humana.

¿Por qué se van las caderas?

Por el ritmo, la percusión es lo que hace bailar a la gente, porque la primera comunicación humana fueron tambores. Y luego, la energía que sentimos uno al lado del otro, por eso es triste que ahora no se puedan hacer conciertos grandes. Las personas hacen cosas juntas que jamás harían solas.

¿Quién rayos va a pasar 40 años sin diferir en algo? Hemos tenido discusiones como cualquier pareja, pero eso ha ido disminuyendo con los años

Siendo bilingüe, ¿por qué elige el español o el inglés para componer y cantar?

Es la canción la que te pide el idioma. Por alguna razón, cuando estoy componiendo en inglés no puedo ser dulce, pero en español no existe ser demasiado apasionado, ni dulce. Nadie jamás te va a acusar de edulcorado.

Anda que no hay letras cursis.

No, pero en español es romántico, tiene otros sonidos más suaves, no hay consonantes tan duras. Entonces se presta mucho para las canciones románticas. Fíjate que Conga nunca la hice en español porque es muy percusiva. Y luego está la inspiración en que te venga. Con los años que aún nos quedan originalmente fue en inglés, pero la traduje al español. Fue la primera canción que escribimos Emilio y yo juntos, estaba muy enamorada y es un sentir completamente distinto en inglés y en español. Mi primer idioma fue el español y hay algo muy particular y lindo en él. Hay quien me ha dicho que le encanta como suenan mis canciones en español y lo han aprendido para entenderlas.

Hablando de azúcar, ¿son Emilio y usted la pareja perfecta?

Eso no existe, ¿quién rayos va a pasar 40 años sin diferir en algo? Hemos tenido discusiones como cualquier pareja, pero eso ha ido disminuyendo con los años. Emilio y yo somos muy distintos, pero en las cosas importantes, como nuestros valores, la familia, el negocio, raramente diferimos. Somos un equipo y muchas veces somos nosotros dos contra una pila de gente. Difícil fue al principio marcar dónde acababa el mánager y empezaba el esposo. No podía ir a quejarme del mánager a mi esposo porque era el mismo, pero eso son líneas que se aprenden a nivelar y, si quieres seguir juntos, lo logras. Estamos más compenetrados que nunca.

Es muy difícil que algo me incomode, porque me tomo las cosas con mucha calma y he pasado muchas cosas en mi vida

¿Se puede estar 40 años enamorada del mismo señor?

El amor crece y cambia y evoluciona. Al principio, es una droga. Está hecho así para que nos enganchemos y tengamos hijos. Luego se va profundizando, o se acaba. Nosotros seguimos.

Su hija Emily presentó a su novia en Instagram. ¿Ha habido ‘armarios’ en su casa?

Ninguno de nosotros sabíamos nada, ella no habló de nada de eso en su vida y decidió contarnos cuando estaba enamorada y tenía a alguien en su vida. Fui la primera persona que dijo que el matrimonio gay debía ser legal, porque uno debe poder amar y vivir amando a quien ama. No entiendo cuál es el problema. Nosotros vamos a amar siempre a la persona que mis hijos amen. Y ojalá que sean buenas personas porque eso es lo único que un padre quiere. ¿Por qué tenemos que encasillar y poner todo en una caja con nombre y ponerle un lazo? Cada humano es un mundo en sí.

¿Fue usted la primera diva latina global?

Mi madre sí que era una diva. Fue maestra, pero cada día, cuando se despertaba, se sentaba con su pijama de seda y su batín en su cocina a controlar el mundo desde su mesa. Le encantaba cantar, bailar. En cualquier fiesta, ella estaba en el centro contando cuentos y haciendo reír. Tenía ese carácter de muy yo. Para mí eso es ser diva. Yo no me considero una diva, definitivamente. No me gusta ser el centro de atención.

Pues lleva 40 años en escena.

No disfruto de eso, pero me acostumbré. Uno no puede pensar que es famoso, porque uno no es nada. La fama te la dan los otros, e igual te la quitan. Yo me enfoco en hacer cosas que me gustan, en que mi forma de comunicar, la música, sea positiva y le dé poder y modo de expresarse a los otros, creo que esa es la labor de un artista. Pienso en inspirar a las personas. En poder decirle algo a alguien a través de mis canciones cuando ellos no pueden sacar palabras. Motivar, divertir, hacerte olvidar un rato los problemas y bailar, cantar, dar un poco de alegría. Ese es el poder del artista.

Actuó para los Obama, pero en 2017, cuando le dieron el Kennedy Center Honor, el presidente Trump decidió no ir al acto. ¿Le echó de menos?

No se apareció. Nadie salió perdiendo con ello, gracias a Dios. No creo que la política deba mezclarse con un premio que está celebrando una vida entera de un artista, porque eso no se lo dan a cualquiera. Cuando se mezcla la política, las cosas se complican. Había otras personas que iban a recibir el premio conmigo que estaban renuentes a recibirlo, entonces es difícil para el artista manejar esta situación. Así que creo que le hizo un favor a todo el mundo en no ir.

¿Hubiera estado incómoda?

Incómoda no… Mira, es muy difícil que algo me incomode, porque me tomo las cosas con mucha calma y he pasado muchas cosas en mi vida. Me he dado cuenta de que no ayuda enfadarse, que todo pasa y que cada cuatro años hay elecciones. Gracias a Dios no vivimos en Cuba, que no hay forma de desatarse del gobierno. Yo no soy ni demócrata ni republicana, Emilio y yo somos no afiliados. Pienso que el tiempo de los partidos ha llegado a su fin, debía de evolucionar de otra forma porque creo que están haciendo las cosas muy difíciles. Están polarizando. La mayoría de la gente está en el medio, pero lo que uno escucha son los dos extremos y todos los extremos son malos en mi opinión, realmente.


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