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El precio de la neutralidad escorada


China ha terminado llamando guerra (zhànshì), no conflicto, a la invasión rusa de Ucrania. Tardó cinco días, le dio muchas vueltas, y al final decidió dejarse de eufemismos. Pero eso no quiere decir que vaya a pararle los pies a Vladímir Putin, por mucho que le desquicie su comportamiento brusco e imprevisible. La noche del 25 de febrero, Pekín se abstuvo en la votación de condena a la ofensiva rusa en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Este miércoles volvió a abstenerse en la Asamblea extraordinaria cuando se votó la resolución no vinculante que deploraba la agresión. Entonces los bombardeos contra civiles en Ucrania ya eran indiscriminados.

Que China se ponga de perfil no sorprende. Está cumpliendo sus principios diplomáticos de no injerencia y respeto a la soberanía de otro país. No se prestó a mediar cuando Rusia invadió Georgia en 2008 ni Crimea en 2014. Cree que la OTAN debería haber negociado con el Kremlin teniendo en cuenta las legítimas preocupaciones de seguridad de Rusia. Su prensa oficial lleva semanas incidiendo en esto: Liu Rui, la viñetista del diario Global Times, caricaturiza a la OTAN como una bota que intenta pisar a Rusia. Estados Unidos aparece como el Tío Sam apuntando a un incendio con un surtidor de gasolina y preguntándose por qué China no hace más por apagar el fuego.

El relato oficial de Pekín: les preocupan los ataques a civiles, rechazan la actitud de la OTAN y de Washington, mantienen una neutralidad escorada hacia el Kremlin y, al mismo tiempo, buena disposición para mediar entre Putin y el Gobierno ucranio. Lo que no expresan: Putin les ha creado un problema gravísimo con el que no contaban. China es el primer socio comercial tanto de Ucrania como de Rusia. Las sanciones les están afectando ya, y en un momento especialmente complicado, cuando intentan remontar las pérdidas económicas de la pandemia.

Más que nada esta guerra a los chinos les abre un agujero en sus relaciones con la Unión Europea. Pekín ha visto que la UE, que tiene fama de lenta, burocrática y contemporizadora, de repente está enviando armas a Ucrania y acercándose más a la OTAN. Y por último está Taiwán, la isla que China reclama como propia y que ha llegado a decir que sometería por la fuerza. Se ha especulado con que Pekín está tomando nota de cómo la comunidad internacional ha reaccionado en Ucrania por si ellos entraran en Taiwán, pero los expertos insisten en que ese escenario hoy no es plausible.

Bastante tiene China con ser la gran aliada del nuevo paria internacional. Su relación con Rusia, y antes con la URSS, ha pasado por muchos altibajos, pero en los últimos tiempos Xi Jinping y Putin presumían de ir juntos contra el orden liberal occidental. Según el New York Times, China sabía que Rusia planeaba invadir Ucrania. Esto, si se confirma, puede complicarle a Xi todavía más el panorama dentro y fuera del Partido. @anafuentesf

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