El primer ministro de Haití, Ariel Henry, durante la inauguración del Ministerio de Cultura y Comunicación en Puerto Príncipe, el pasado 26 de noviembre.

El primer ministro de Haití denuncia un atentado en su contra

El primer ministro de Haití, Ariel Henry, durante la inauguración del Ministerio de Cultura y Comunicación en Puerto Príncipe, el pasado 26 de noviembre.
El primer ministro de Haití, Ariel Henry, durante la inauguración del Ministerio de Cultura y Comunicación en Puerto Príncipe, el pasado 26 de noviembre.RALPH TEDY EROL (REUTERS)

Haití empieza 2022 sumido en la violencia. El primer ministro, Ariel Henry, ha asegurado que tuvo que huir de la ciudad norteña de Gonaïves tras un tiroteo entre sus fuerzas de seguridad y un grupo armado que había advertido al mandatario que no pisara la ciudad. Una persona murió y al menos dos más resultaron heridas.

El atentado se produjo cuando el primer ministro salía de una iglesia tras un acto para celebrar el aniversario número 218 de la independencia de Haití de Francia. “Hoy, nuestros enemigos, los enemigos del pueblo haitiano, son los terroristas que no dudan en utilizar la violencia para matar a la gente con todas sus fuerzas, o para secuestrarla, quitarle la libertad, violarla. Y lo hacen todo por dinero”, escribió Ariel Henry en su cuenta de Twitter. Un video que circula en redes sociales muestra el momento en que Henry sale de la iglesia y empiezan a escucharse los disparos.

El ataque obligó al primer ministro a cancelar los actos que tenía programados en la ciudad, sobre la que grupos armados habían advertido que no querían su presencia. La oficina del primer ministro, contactada por The Associated Press, dijo este lunes que “bandidos y terroristas” atentaron contra la vida de Henry y acusó al grupo de esconderse detrás de los muros para atacar el convoy y de amenazar al obispo rodeando la iglesia . “Esto es intolerable”, dijo la oficina, que anunció que órdenes de arresto, sin precisar quiénes estuvieron detrás del atentado.

Haití sufre una fuerte ola de violencia que se vio incrementada tras el magnicidio del presidente Jovenel Moïse en julio pasado. Hay varias bandas criminales como el G9 an fanmi (G9 y familia), 400 Mawoso (los 400 vulgares) o Izo 5 Segonn (Izo cinco segundos), que se han convertido el nuevo Estado que controla el comercio, el transporte, los préstamos entre particulares o el sistema de justicia y que se financian, en parte, gracias a los secuestros.

Del 1 de enero al 15 de diciembre de 2021, 949 personas fueron secuestradas, entre ellas 55 extranjeros de cinco países, según datos del Centro de Análisis e Investigaciones de Derechos Humanos (CARDH). Entre esos casos ha estado el reciente de los 17 misioneros norteamericanos secuestrados en octubre, que fueron liberados el mes pasado. Las peleas entre bandas rivales de secuestradores para ganar control del territorio están incrementando la inseguridad de un país con unas fuerzas policiales muy débiles.

En medio de una crisis que parece no tener fin, tras el asesinato del presidente Moïse en su propia habitación por parte de un grupo de sicarios colombianos, los grupos criminales también han golpeado a la población, afectada además por la escasez de combustible que ha obligado al cierre de algunas empresas y hospitales, que dependen de generadores diésel para garantizar la electricidad debido a los apagones constantes operan al límite.

Uno de los líderes de las bandas criminales, el poderoso Jimmy Cherisier, alias Barbecue, ha exigido la dimisión del primer ministro Henry a cambio de levantar la asfixia sobre el país, pero éste parece decidido a seguir al frente del país hasta que se celebren elecciones a mediados de 2022.

A finales de diciembre, una investigación de The New York Times desveló que el expresidente Moïse fue ejecutado por intentar enviar a EE UU una lista de personas vinculadas al narcotráfico. Según el periódico estadounidense, los asesinos se llevaron varios documentos de su habitación después de matarlo en la residencia presidencial. Casi un mes después, el 14 de agosto, un terremoto de 7,2 grados golpeó el sureste del país, reviviendo la pesadilla de 2010. El país más pobre de América resiste en medio del caos político, los desastres naturales y la crisis económica.


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