Todo niño debe enfrentarse a ese momento en el que le explican en qué consiste lo de los Reyes Magos o Santa Claus, pero pocos pasan por el trance de descubrir que, llegado el momento, serán ellos los que se conviertan en rey o reina. Los duques de Cambridge, el príncipe Guillermo y Kate Middleton, escogieron un momento, en torno al séptimo cumpleaños de su hijo Jorge, para iniciar el proceso de digestión de la noticia. Eso es al menos lo que asegura el historiador Robert Lacey, autor del libro Battle of Brothers (La Batalla de los Hermanos), en una edición actualizada a la que ha incorporado esta información, para consumo y promoción de los tabloides británicos.
Fotogalería: Los ocho años del príncipe Jorge, en imágenes
“Guillermo todavía no ha revelado al mundo cómo y de qué manera contó la noticia a su hijo”, asegura Lacey, con ese convencimiento de que el planeta entero sigue cada detalle de la familia Windsor. “Quizá algún día sea el propio Jorge quien cuente la historia. Pero en algún momento, en torno al séptimo cumpleaños del niño en el verano de 2020, sus padres entraron en detalles sobre todo lo que implicaría la futura vida de servicio y obligaciones del pequeño príncipe”, contó el historiador el pasado junio. El palacio de Buckingham, en su línea, no ha confirmado ni desmentido la información. Lo que, en los usos periodísticos anglosajones, equivale a darla por buena.
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Hace ahora seis años, el reverendo Kelvin Holdsworth, de la Iglesia Episcopal de Escocia, escandalizó a las mentes biempensantes con un comentario pretendidamente irónico: “Recemos para que el príncipe Jorge sea gay, porque un matrimonio del mismo sexo ayudaría a la Iglesia de Inglaterra a ser mucho más inclusiva con la comunidad LGTBI”. Más allá de la torpeza desplegada por el religioso, sus palabras revelaban un hecho evidente. Cada heredero de la corona británica es depositario de las expectativas y aspiraciones que monárquicos y no monárquicos tienen para su país. Y por eso el hecho de que vaya a un colegio privado o público, se interese por el bienestar de los animales o participe de las aficiones cinegéticas de la familia real son motivo de debate público. Jorge de Cambridge va a un colegio privado, ha conversado públicamente sobre sus especies favoritas con el naturalista David Attenborough, y según, algunas informaciones, ya ha participado en la cacería del alce en los alrededores del castillo de Balmoral. Pero sobre todo es un niño cuya intimidad y desarrollo emocional protegen sus padres con uñas y dientes. Especialmente el príncipe Guillermo, víctima como fue en primera persona del asedio de la prensa a los hijos de Lady Di.
Este jueves el príncipe cumple ocho años. Cada cumpleaños, los tabloides se deshacen en elogios de las nuevas fotografías del joven heredero, tercero en línea de sucesión al trono. Todas esas instantáneas surgen de la afición de Kate Middleton, quien pronto comprendió que el único modo de mantener a raya el hambre de los tabloides era alimentarlos ella misma. Se reservó el derecho, de un modo inteligente, de controlar el material fotográfico que iba a construir poco a poco la imagen pública del pequeño. Jorge es así simpático, resuelto y con un punto gamberro, que realzan los dientes separados con los que sonríe. Jorge es serio cuando toca ser serio, y participa desde su corta edad de los acontecimientos de su época. Jorge, con traje y corbata, disfruta como un niño y se abraza dando saltos a su padre cuando Luke Shaw marca el primer gol de la selección inglesa en la final de la Eurocopa contra Italia. Jorge muestra con su rostro que tiene el corazón destrozado al final del partido, y deja que su padre ponga las manos sobre sus hombros.
Si Guillermo de Inglaterra es el símbolo presente de la estabilidad de la monarquía británica —su padre, Carlos, es para el imaginario público un intermedio aceptado, casi a regañadientes—, el príncipe Jorge es la imagen del futuro lejano de la institución. La única foto oficial que escapó del control de Kate Middleton fue la de las cuatro generaciones de la familia real, en diciembre de 2019, en la que Isabel II, Carlos, Guillermo y Jorge posan juntos y sonrientes en todo un símbolo de continuidad dinástica. “¡Qué fascinante imagen histórica para recordarnos la esencia misma del sistema monárquico! La reina actual y los tres futuros reyes. Todos los herederos vivos, sin ningún repuesto añadido”, se solazó Lacey en su momento al contemplar la fotografía.
Los expertos británicos en asuntos de la realeza no dejan de insistir en que Guillermo y Kate se esfuerzan en tratar por igual a sus tres hijos, pero que Jorge “ya entiende que es diferente a sus hermanos”, según la comentarista Katie Nicholl. No por ello, ha matizado después la propia duquesa de Cambridge en la revista OK, está siendo especialmente mimado ni recibe un tratamiento distinto.
Aunque sus padres intenten a conciencia desvelar con privacidad y cuentagotas la personalidad del príncipe Jorge, pocas veces coinciden la imagen que se desea proyectar con la que el público se acaba haciendo de cada personaje de la familia real. Y en este caso, al pequeño lo ha construido el escritor y productor de televisión Gary Janetti, autor de comedias tan iconoclastas y salvajes como Padre de Familia. Su cuenta de Instagram juega con la expresividad del niño y le añade comentarios maliciosos sobre otros personajes públicos. Jorge se ceba especialmente con su tía Meghan Markle, e involuntariamente lleva camino de convertirse en el tipo con más sorna de la casa de Windsor.