El Rayo gana y disfruta. Al Cádiz se lo quitó de encima, tras superar todos los problemas que plantea un rival pétreo, para instalarse en la zona noble de la clasificación, quinto con trece puntos después de siete jornadas. El equipo vallecano suma cinco jornadas sin perder, en cuatro de ellas ganó. Y deja detalles de equipo gustoso. Los chicos que prepara Andoni Iraola juegan al fútbol con la misma categoría con la que se desenvolvió su entrenador en su carrera de corto. Va a resultar interesante atender a su evolución en los banquillos.
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Los dos goles del Rayo llegaron en sendas excursiones hasta la línea de fondo, detalle que alerta sobre sus argumentos. La primera, apenas amanecido el partido, fue deliciosa, tejida en una parcelita en el flanco izquierdo de la zaga del Cádiz, por donde transita el Pacha Espino, que no es un cualquiera. De allí salió Trejo en ventaja para colocar un centro que Falcao remató en el primer palo. El Cádiz lo defendió como pudo, pero Álvaro García llegó para remachar a la red.
Empató el Cádiz, que nunca se rinde y sabe como explotar sus fortalezas. En el balón parado tiene una. Una infracción en la medular es una ocasión de gol para el Cádiz porque basta un centro para que emergan tipos como Jonsson y con un toque descoloquen a la zaga más atenta. El armenio Haroyan lo aprovechó para empatar e incomodar al Rayo que debió aumentar la frecuencia de sus paladas. Hay mucho que remar para superar al Cádiz.
Todo se aclaró para los locales antes del descanso. Llegó el gol psicológico, otra delicia combinativa para entrar en el corazón del área amarilla. Lo hizo, en esta nueva ocasión, el lateral Balliu. Falcao remató de nuevo en el primer palo y la pelota se fue a a red sin intermediarios.
El partido puso a prueba entonces a ambos equipos. Hubo ferocidad, choques, codazos y cabezazos, sangre. El Cádiz sufrió para mantenerse en el partido, lo hizo por mediación de Ledesma, felino ante sendos testarazos de Isi y Falcao. El Rayo debió de cerrar el triunfo, no lo hizo y desde el banquillo del Cádiz se varió la apuesta. Álvaro Cervera llenó el campo de atacantes. Iraola puso físico. El Cádiz se rebeló y el partido varió. Espino remató al palo y se abrieron 20 minutos finales agónicos para que el Rayo cantase victoria. Hasta que Isi sentenció todo con una sutileza que se coló por la escuadra, el gol de bandera que merecía el partido.
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