Las primeras palabras de Carlo Ancelotti sobre las cacareadas dificultades goleadoras del Real Madrid sonaron a esto es lo que hay. “Benzema tiene que marcar 50, no 30. Vinicius tiene que marcar. No se trata solo de fichar, sino de que los demás metan más. Estos son los jugadores que hay, tienen calidad”, contestó en su presentación el técnico italiano, que habló de “poner un sistema y una mentalidad ofensiva”. La respuesta a principios del verano no pareció muy alentadora para los intereses blancos, que no veían otra solución que comprar munición. Sin embargo, seis jornadas de Liga después, prácticamente los mismos de siempre han arrancado como una potente artillería: 21 tantos, un tercio de los que logró en todo el campeonato pasado y su mejor estadística desde la 87/88 (entonces sumaba 26).
De Zidane a Ancelotti, el paradigma ha cambiado. El francés, lastrado por la pérdida de Cristiano, organizó un equipo en torno a la seguridad defensiva para maximizar los goles conseguidos. La prioridad era no destaparse atrás y las maniobras arriba se hacían lentas y pesadas, a la espera de que la calidad hiciera su trabajo por decantación. Fútbol control. Y así logró levantar la coronaliga y llegar con vida la pasada campaña hasta la última estación con un vestuario que, si algo parecía, es que necesitaba nuevos argumentos (y probablemente nombres) en un ataque que había pasado de meter 156 con Ronaldo (en 2017) a 91 sin él (2020). Con el italiano el camino está siendo otro: exprimir el talento ofensivo, aunque no haya más novedad que Bale; una apuesta que, de momento, arroja un claro saldo a favor pese a las grietas atrás. “Debemos mejorar la presión. No podemos estar siempre en nuestro campo en bloque bajo”, alertó tras las dificultades de Milán y Valencia, resueltas casi todas por Courtois.
La mutación ha dado lugar a un Madrid más ligero y directo que tiene una traducción numérica evidente. Suma 21 tantos a favor en estas seis jornadas de Liga por los nueve del curso pasado a estas alturas. Y en su portería la situación también es otra y no tan positiva: ocho encajados, el doble. La manta, hasta ahora, no le cubre todo el cuerpo, y con frecuencia queda a la intemperie en la zaga, pero las cuentas globales le salen. Los 16 puntos son su mejor registro desde hace ocho cursos.
Progresan, y pesan más, las cifras anotadoras y cambia la forma de llegar al área rival. Una de las diferencias más claras es que realiza menos centros: 21,3 por partido la temporada pasada y 17 en esta, según la empresa Opta. La colgada de balones fue de las señas en las dos épocas de Zidane. Ahora, el Madrid es el duodécimo en este apartado cuando el año anterior era el sexto. El uso de las alas ha variado: con Ancelotti se usan para abrir la defensa, especialmente con Vinicius, más que como base de envíos a la olla. Y eso deja una consecuencia: hay más regates intentados (25-18,6) y completados (15-11,3). El porcentaje de éxito es idéntico (60%), lo que cambia es el número de tentativas.
De momento, la nueva vía resulta exitosa. Se trata de un Madrid más rematador: ocho tiros a puerta esta temporada frente a los 4,5 de la pasada, una estadística reforzada también por la puntería. En San Siro disparó dos veces y acertó una; en el Villamarín tres y metió una; y el Ciutat de València lo intentó cinco veces y anotó tres.
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El gol es la máxima expresión de un equipo que gana cuando juega regular o mal, y que golea cuando lo hace bien. Nombre por nombre, no hay muchas excepciones a este momento de “luna de miel”, el estado de Ancelotti que se ha trasladado a casi todos sus muchachos. Vinicius (cinco tantos) es protagonista de un fenómeno que nadie vio venir, a Benzema (ocho más siete asistencias) todavía le quedaba margen de mejora, Asensio se unió al festín con un triplete tras un comienzo en el trastero, Camavinga aterriza y produce, Rodrygo decide en Champions, incluso Isco celebra un año y medio después… Y todo ello sin perder la aportación de los outsiders, un clásico del Madrid de ZZ (Nacho metió en Vitoria y Carvajal fulminó al Betis).
En este despertar, solo faltan, curiosamente, las dos apuestas iniciales: Bale y Hazard, titulares en los dos primeros encuentros. El galés aún metió uno antes de lesionarse de gravedad mientras el segundo, que todavía no aguanta dos partidos seguidos en tres días, sigue en su particular callejón. No le importa, de momento, a un Madrid que en este arranque ha encontrado agua en pozos que creía secos. El gol ha pasado de ser un problema a un maná.
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