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El regreso de los desfiles en vivo, sostenibilidad y la pasarela metaverso

La crisis de consumo generada por la covid-19 lastra una industria de la moda, que ha buscado emocionar a sus compradores al tiempo que cuestionaba algunos de sus principios básicos. Siete claves definen el 2021 y dan pistas sobre lo que traerá 2022.

Vuelta al directo

Del videojuego de Balenciaga al corto de Matteo Garrone (director de Gomorra) para Dior. Las marcas ensayaron durante casi un año nuevas fórmulas para mostrar sus colecciones que no implicaran eventos presenciales, pero, en cuanto estos fueron posibles, los desfiles volvieron a copar el protagonismo de antaño. Las reflexiones sobre la utilidad, pertinencia y consecuencias medioambientales de obligar a compradores, periodistas y profesionales del sector a volar alrededor del mundo para participar en elitistas y multimillonarios espectáculos de 15 minutos quedaron superadas por la inercia de un sistema aún rentable. La Federación de la Alta Costura y de la Moda de París valora en 250 millones de euros el impacto mediático de las semanas de la moda de Hombre, Mujer y Alta Costura. Pero, no es solo cuestión de ingresos. Para muchos creadores, como Giorgio Armani, nada “puede sustituir la experiencia física de ver y tocar las prendas”. Los desfiles comenzaron a normalizarse en junio, a partir de la semanas de moda masculina y durante estos meses han oscilado entre formatos al aire libre y con aforos mínimos —como la presentación de Alta Costura de Chanel en uno de los patios del Museo Galliera— hasta el pseudofestival de música con 6.000 invitados que Balmain organizó en septiembre; también los hubo mixtos, como el último de Balenciaga, en el que al finalizar la pasarela analógica se proyecto un capítulo de los Simposon creado ex profeso para la marca. La pregunta ahora es cómo afectará esta sexta ola a los primeros eventos del año: los desfiles de alta costura de París que se celebran a finales de enero.

Un diseño de novia cierra el desfile de alta costura de Chanel otoño/invierno 2021-2022 el 6 de julio en París.STEPHANE DE SAKUTIN (AFP)

Consentimiento mutuo

Las colaboraciones entre marcas de lujo y firmas comerciales son antiguas y han traído grandes alegrías comerciales al sector, generalmente, en forma de zapatillas deportivas. Pero el pasado abril se anunciaba la primera joint venture entre dos grandes enseñas de alta gama: Gucci y Balenciaga. A medio camino entre hackeo, provocación y genialidad marketiniana, el proyecto permitió a los directores creativos de ambas casas —Alessandro Michele y Demna Gvasalia— interpretar bajo sus propios códigos diseños icónicos de la firma contraria y, por supuesto, incluirlos en sus colecciones respectivas. En septiembre Fendi y Versace replicaban esta fórmula en Fendace. La vía de la contaminación creativa quedaba abierta.

Una de las imágenes oníricas que ha difundido Gucci, en la que una modelo lleva un traje en el que se leen las palabras Gucci y Balenciaga.GUCCI

De riguroso luto

Dos muertes han consternado este año a la industria de la moda. La primera, la del diseñador francés Alber Elbaz, fallecido por covid el pasado abril a los 59 años y homenajeado a través de un emotivo desfile —Love brings love (El amor trae amor)— con el que la semana de la moda de París cerró su calendario en octubre y en el que 46 firmas y diseñadores —como Pierpaolo Piccioli o Rick Owens— reinterpretaron el legado de uno de los hombres más queridos de la moda. Virgil Abloh, director creativo de la línea masculina de Louis Vuitton y fundador de Off-White, fallecía en noviembre de un cáncer. Tenía 41 años y encarnó el desembarco del streetwear en el lujo, y una forma contemporánea de traducir al lenguaje de la moda el signo de los tiempos.

La mujer del cambio

A principios de diciembre se anunciaba que Marta Ortega, hija del fundador de Zara, ocuparía la presidencia del grupo Inditex en 2022. El nombramiento habla de un cambio en la multinacional gallega, pero también —y por el peso específico que la compañía tiene en la industria— en un sector textil donde trabajan el triple de mujeres que hombres, pero donde solo el 14% de los puestos directivos están en manos femeninas, según el informe The Glass Runway, elaborado por el Consejo de Diseñadores de Moda de América. Hace solo un año, las cuatro compañías de moda rápida más grandes el mundo estaban comandadas por hombres. En enero de 2020, Helena Helmersson fue nombrada consejera delegada del grupo H&M; Sonia Syngal asumió la presidencia de GAP dos meses después; y Tadashi Yanai, fundador de Uniqlo, responsable de Fast Retailing y, actualmente, único varón de este club, ya expresó hace tiempo su deseo de ser relevado por una mujer.

La palabra de moda

Vivimos una era donde no hay tendencias, nada está de moda, salvo una palabra: sostenibilidad. Omnipresente en el discurso de cualquier diseñador, nota de presa o informe de resultados, su sobreexplotación la ha vaciado prácticamente de significado. Si comprar un abrigo de piel de mil euros es sostenible porque se trata de una prenda duradera y que puede tener otras vidas a través de la segunda mano; y unas botas de plástico, también, porque este material resulta mucho más fácil de reciclar que el cuero. ¿Qué no es sostenible?

El futuro está en el pasado

La alta costura vive un inesperado resurgimiento. Hecha a medida, manualmente y por encargo, la más tradicional y elitista de las disciplinas de la moda encarna también algunos de los valores que, en opinión de muchos diseñadores, garantizarán el futuro de la industria del lujo: la personalización, el trabajo artesanal y unas condiciones laborales dignas. Además, una nueva hornada de diseñadores formados en el streetwear comienzan a aterrizar en los ateliers de las maisons más vetustas para cuestionar sus reglas. Dos botones: en julio, Demna Gvasalia presentaba, ante una crítica extasiada, la primera colección de alta costura producida por Balenciaga desde que el fundador de la casa cerrase su taller hace 53 años; y en enero, Matthew Williams se estrenará al frente de esta división en Givenchy.

Cuatro ‘looks’ de Alta Costura de Balenciaga, en su presentación en París del 7 de julio de 2021.

La pasarela metaverso

Los activos digitales no fungibles (NFT, en sus siglas en inglés) están pasando de anécdota a división de negocio en la industria textil. Dolce&Gabbana, Karl Lagerfeld o Louis Vuitton han creado ya prendas y complementos para el mundo digital, y parece que no serán los últimos en asociarse con artistas virtuales para explorar este nuevo mercado. Recientemente, JW Anderson vendió una versión NFT de un jersey de patchwork que lució el cantante Harry Styles por un precio cuatro veces superior al de la prenda analógica. Parece que el mundo de tres dimensiones no es suficiente para la industria del lujo.


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