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El regreso triunfal de Jane Campion busca su consagración en los Oscar

Jane Campion (Wellington, 67 años) estaba rodeada en la foto de caras conocidas. Y, a la vez, estaba sola. La acompañaban célebres señores trajeados, como David Lynch o Ken Loach. Todos hombres, eso sí. Decenas de directores, una creadora: ella. “Daba miedo, creo que para todos. Si no hay mujeres, nadie piensa en ello. Pero si aparece una, estás obligado a verlo”, recordaba la cineasta neozelandesa en el transcurso de una conversación con EL PAÍS durante el festival de Venecia el pasado septiembre. La imagen había sido tomada en Cannes en 2017, cuando el certamen francés reunió a todos los ganadores de la Palma de Oro para celebrar sus 70 años. Entonces, la única artista que aparecía en esa lista era ella, que lo consiguió con El piano (1993). Pero, además de cristalizar siete décadas de desigualdad, la instantánea también sirve para resumir la carrera de la propia Campion. Autora distinta, poco convencional, a menudo en los márgenes. Y, quizás, por ello olvidada. Hasta que El poder del perro la ha catapultado, de golpe, como favorita hacia la gala de los Oscar de este domingo. 12 nominaciones, igual que los años que llevaba sin estrenar una película.

Las quinielas prevén que se llevará, por lo menos, el premio a la mejor dirección, como sucedió en Venecia. Sería la tercera creadora (tras Kathryn Bigelow, por En tierra hostil en 2010, y Chloé Zaho, por Nomadland en 2021) en obtenerlo. Pero, sobre todo, la estatuilla supondría el reconocimiento de Hollywood a una cineasta que, a sus 67 años, ha filmado la mejor obra de su trayectoria, según la mayoría de los críticos. “Hablando con Annie Proulx [la autora de la novela Brokeback Mountain] sobre el envejecer, ya que ella acaba de cumplir 86 años, le pedí algún truco. Y me dijo: ‘Los 60 y 70 son grandes décadas, tienes una posición estupenda para mirar a fondo dentro de las cosas. A los 80 ya estás más oxidada’. Y es cierto. Mi memoria ya no es tan afilada, pero noto que tengo más sabiduría y equilibrio. Ya no estoy tan desesperada por la aprobación”, reflexionaba Campion en el festival italiano.

Desde luego, El poder del perro no se queda en la superficie. Basada en la novela homónima de Thomas Savage (Alianza, 2021), a priori es la historia de dos hermanos, una viuda y el hijo de esta. Pero, por debajo, se remueve una reflexión sobre la identidad y la masculinidad. Y sobre las prisiones de las que uno mismo no puede salir, incluso en medio de las libres llanuras del salvaje Oeste. El código del buen vaquero, en 1925, no admitía dudas. Y los que se sentían diferentes como Phil —al que interpreta Benedict Cumberbatch, primer protagonista masculino de un filme de Campion— estaban condenados a esconder su tormento y atacar para defenderse.

“Difícilmente termino una novela. Es como si esta tuviera una fuerza misteriosa que continuaba desentrañándose”, aseguraba Campion sobre el libro de Savage, con tintes autobiográficos. Desde que lo leyó, volvía a visitarlo una y otra vez. Hasta que se convenció de que debía convertirse en una película: “Siempre hay cierta renuencia en mí. Tengo muchos miedos con el compromiso, porque cuando me meto en algo, lo hago con todo. Y sabía que era un trabajo importante. Todos los que colaboraron reconocieron la calidad de la historia”.

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De ahí que Campion regresara al plató de cine, que no pisaba desde Bright Star, en 2009. Ella subrayaba en Venecia que estos años rodó la serie Top of the Lake con el mismo despliegue técnico. Aunque sí encontraba una diferencia: “En el cine tienes dos horas para comunicarlo todo. Me gusta y lo echaba un poco de menos. Cuando empiezo a ver algo en Netflix o donde sea, siempre intento que sean películas”.

Para la plataforma, la directora solo tiene palabras de agradecimiento. Frente a los cineastas críticos, como Christopher Nolan, ella se coloca junto a Alfonso Cuarón o Paolo Sorrentino, que han rodado con Netflix sus obras más personales. “Nolan hace enormes películas populares. Pero si te dedicas a historias complejas, como yo, es una suerte que Netflix esté interesado. No podría haberlo hecho sin ellos. Este tipo de cine necesita más apetito. Y luego, tarde o temprano, todas las películas acaban online, también las de Nolan”, sonreía la artista.

La creadora a menudo ha dicho libremente lo que piensa. Y, hace unos días, volvió a hacerlo respecto a las hermanas tenistas Williams, protagonistas de otro filme nominado a los Oscar: “Vosotras no jugáis contra los hombres como yo sí tengo que hacer”. Luego, se disculpó, pero la injusticia ha acompañado su recorrido y el de muchas más. “Me crie en los setenta, cuando el feminismo era una ola nueva, pero de alguna manera se hundió. Estaba claro que el poder no era algo que los hombres compartirían fácilmente. Durante buena parte de mi carrera la percepción fue que solo los chicos hacían buenas películas, y las nuestras eran estúpidas. Creo que está cambiando, y todos se benefician de la igualdad”, contaba en septiembre.

Más allá del patriarcado, la creadora relataba que en un rodaje se lidia con otros problemas cotidianos. “Arrastras responsabilidad y ansiedad. Estás constantemente elaborando estrategias para que cada secuencia pueda tener su mejor oportunidad. Si la ruedas y no sale bien, sabes que la película nunca será lo que podría haber sido. Es un peso, pero no puedes descargarlo sobre los actores. Necesitas un buen psicólogo. Y, a la vez, tienes que serlo. Y ser amable. Todo el mundo se vuelca, y si alguien se enfada es porque tiene miedo de no conseguir lo mejor de sí mismo. Nunca juzgo o critico al resto del equipo. Los respeto”. De momento, el método merece un Oscar a la concordia. Para otros premios, habrá que esperar la gala.

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