Boris Johnson lo ha vuelto a hacer. Después de llevar al borde del precipicio las negociaciones con la UE respecto a Irlanda del Norte, hasta el punto de convertir en algo muy tangible la amenaza de una guerra comercial entre los dos bloques, ha dado un paso atrás y mostrado una aparente buena fe para negociar. “Reconozco y doy la bienvenida al cambio de tono que he escuchado hoy en David Frost”, ha anunciado este viernes Maros Sefcovic, vicepresidente de la Comisión Europea y principal negociador por parte de Bruselas.
Sefcovic acudía a Londres con la intención de dar un puñetazo en la mesa si no observaba ningún mensaje de acercamiento por parte del negociador británico. En las últimas semanas, Downing Street ha insistido en que cada vez estaba más cerca la posibilidad de invocar el artículo 16 del protocolo de Irlanda, y suspender así unilateralmente gran parte de un tratado que fue crucial para sacar adelante el Brexit y preservar la paz y estabilidad alcanzada en lrlanda del Norte con el acuerdo de paz de Viernes Santo de 1998.
La clara advertencia por parte de Bruselas de que si Londres daba un paso tan drástico se pondría en riesgo el acuerdo comercial alcanzado a finales de 2020 entre el Reino Unido y la UE cumplió su cometido. Downing Street ha rebajado su tono y ha mostrado su disposición a volver a negociar con buena voluntad. “Confío en que prevalezcan las soluciones prácticas frente a cualquier nuevo intento de cálculo político”, ha advertido Sefcovic.
“Como ya dejé dije el 10 de noviembre ante la Cámara de los Lores, la prioridad del Reino Unido es encontrar una solución de consenso, aunque las salvaguardas contempladas en el artículo 16 del protocolo sigan siendo una solución legítima”, ha asegurado Frost. También insiste en la necesidad de acelerar e intensificar las negociaciones, que se reanudarán la semana que viene.
Sefcovic y Frost volverán a reunirse el próximo viernes. El negociador comunitario ha propuesto que los próximos días se centren en lograr avances respecto a la exportación de medicamentos genéricos desde Gran Bretaña a Irlanda del Norte, uno de los puntos en los que más fricción había provocado el protocolo de Irlanda. “Una solución en este asunto puede servir de modelos para los otros temas pendientes”, ha dicho Sefcovic.
Repliegue de Johnson
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Gran parte del repliegue de Johnson se atribuye a la intensa labor diplomática y de presión sobre la opinión pública del Gobierno de Dublín. Irlanda veía con inmensa preocupación el ascenso gradual de la tensión entre el Reino Unido y la UE por un doble motivo: el peligro de una mayor inestabilidad y violencia en Irlanda del Norte, que pondría en serio riesgo la paz alcanzada en 1998 con el acuerdo de Viernes Santo, y las graves consecuencias económicas de una posible guerra comercial, justo cuando el mundo se esfuerza en remontar económicamente después de la pandemia. “Hay un serio peligro, como no habíamos visto en los últimos 25 años, de que Irlanda del Norte se sumerja en una fase de inestabilidad”, ha advertido el secretario de Estado irlandés para Asuntos Europeos, Thomas Byrne, este viernes en BBC 4. “Ha llegado el momento de que el Reino Unido abandone [en la mesa de negociaciones] el planteamiento de tipo duro”, ha exigido Byrne.
El Gobierno irlandés no fue solamente el primero en advertir a Londres de que una suspensión unilateral del protocolo de Irlanda acarrearía un grave riesgo para el acuerdo comercial alcanzado con la UE a finales de 2020 —lo que desató las alarmas en Downing Street y contribuyó en gran parte al repliegue negociador—, sino que ha introducido en el juego desplegado entre bambalinas a un actor diplomático poderoso. Este jueves, el ministro de Exteriores irlandés, Simon Coveney, anunciaba que había informado de la gravedad de la situación a la Administración estadounidense de Joe Biden. “Tuve oportunidad de hablar esta semana con uno de su más altos asesores, así como con congresistas estadounidenses reunidos en la COP-26 [Cumbre de Glasgow del Cambio Climático]”, hacía público Coveney. “Entre todos hemos de concentrarnos en alentar el progreso de las negociaciones”, decía.
Mano a mano con Dublín, la UE también incrementaba la presión. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von Der Leyen, se reunía el miércoles en la Casa Blanca con Joe Biden y anunciaba poco después la sintonía del presidente estadounidense con la UE respecto a Irlanda del Norte: “Creo que el presidente Biden y yo compartimos lo importante que es para la paz y estabilidad de la isla de Irlanda que se preserve el contenido del acuerdo de retirada y mantengamos el protocolo [de Irlanda del Norte, anejo al acuerdo]”, aseguraba Von der Leyen a la salida de la reunión. La Casa Blanca refrendaba más tarde en un comunicado ese interés mutuo.
Una vez más, o eso parece, Johnson ha vuelto a dar un paso atrás cuando estaba ya al borde del precipicio. La idea de que le estallara en las manos un nuevo conflicto con Bruselas justo cuando intenta salvar las negociaciones internacionales y presentar al mundo el primer éxito diplomático en la era postbrexit de la “Gran Bretaña Global”, la cumbre de Glasgow, era absolutamente contraproducente. Y la amenaza de abrir un nuevo y prolongado periodo de incertidumbre, que se prolongaría durante un año y recuperaría la espada de Damocles de un Brexit duro, justo cuando el Reino Unido intenta recuperar su tracción económica, ha asustado a los estrategas de Downing Street.
Los partidos republicanos, así como los moderados, de Irlanda del Norte, junto con la mayoría de empresarios y de asociaciones económicas, quieren una solución práctica a las fricciones y burocracias inesperadas que ha provocado el protocolo de Irlanda. Por eso acogieron con optimismo la propuesta presentada por Bruselas en octubre, que reducía hasta en un 80% los controles aduaneros, y proponía una declaración única de bienes, por ejemplo, para el transporte de mercancías desde Gran Bretaña a las grandes cadenas británicas de supermercados establecidas en Irlanda del Norte.
Sigue habiendo problemas, señalados por los negociadores del Gobierno inglés, pero se trata de cuestiones técnicas que pueden abordarse en el caso de que exista una voluntad clara de negociar. Era la cerrazón, con explicaciones claramente ideológicas, de Downing Street y David Frost en exigir la desaparición completa del papel del Tribunal de Justicia de la UE la que a punto ha estado, nuevamente, de descarrilar las negociaciones. En las próximas semanas, la UE podrá comprobar si la marcha atrás de Londres es una nueva táctica para ganar tiempo y tomar impulso o si se trata de un esfuerzo honesto por salvaguardar el protocolo de Irlanda, la parte más delicada de una negociación del Brexit que tardó años en cerrarse.
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